Traigo lo que se llama una "comparativa"
de dos lenguajes que señalan dos mundos distintos; dos lenguajes
excluyentes. Si Rajoy cumple su voluntad de gobernar él los cuatro años,
Puigdemont no podrá hacer el referéndum. Si Puigdemont consigue hacer
el referéndum es poco probable que Rajoy gobierne más allá de
septiembre. Poco probable, no imposible, porque Rajoy está probando que
para él no hay imposibles. Que su vida es un firme acto de voluntad, ya
que no de razón.
¿Con
qué medios cuenta Rajoy para frustrar el referéndum catalán? Aparte,
naturalmente de su reiterada negativa a darle vía libre con el escueto
argumento de que no puede hacerse porque la Constitución no lo permite.
Tiene muchos, desde luego, algunos ya está usándolos como la supuesta
"guerra sucia" desde el ministerio del Interior o la persecución
judicial de los independentistas y su hostigamiento.
El juez Ismael
Moreno, un expolicía del franquismo tardío, magistrado de la Audiencia
Nacional, el que instruyó la causa contra los titiriteros, ha mandado
traer a Madrid esposado al independentista Joan Coma a declarar acerca
de una metáfora sobre que para hacer una trucha, hay que partir los
huevos. A lo mejor lo que se le reprocha a fuer de contumaz
independentista catalán es que diga "trucha" en vez de "tortilla", que
es para lo que se parten los huevos en el imperio. (Me advierten amables
lectores que en catalán "truita" es tanto "trucha" como "tortilla".
Pues más divertido aun si cabe. Ya decía yo que no encajaba bien lo de
los huevos con la trucha).
No
se crea que los medios a disposición de Rajoy tengan todos este nivel.
Los hay serios. El procesamiento de las autoridades de la Generalitat,
empezando por Carme Forcadell, por presuntos delitos de desobediencia o
prevaricación, apunta a empeños de más graves consecuenciass. Detrás de
estas medidas judiciales puede llegar la aplicación del art. 155 según
el cual el gobierno puede ordenar a las autoridades autonómicas el
cumplimiento de la ley. Y, por descontado, también cuenta con la posible
declaración de algún estado excepcional, en el caso de encontrarse con
una actitud de desobediencia civil de las autoridades quizá apoyada por
una mayoría de la población.
Llegados a este punto se certificaría el
absoluto fracaso del gobierno español que, por su absoluta cerrazón a
toda forma de negociación, habrá llevado el conflicto a una situación
sin salida. Una intervención excepcional de la autonomía catalana, manu militari o
no, sería más de lo que la UE estaría dispuesta a tolerar. Asustadas
las instituciones europeas por el bloqueo político de España, acabarán
imponiendo una mediación que se basará en un referéndum, digan Rajoy y
el nacionalismo español (PP, PSOE, C's) lo que digan.
Muy
pocos en Europa admitirán que se niegue a una minoría nacional de más
de siete millones de personas el derecho a decidir por su cuenta.
La
Generalitat está articulando un buen argumentario político y jurídico
para posibilitar una transición, como dice Puigdemont, de la
postautonomía a la preindependencia. La independencia se dará después
del referéndum.
En
el supuesto de que gane el sí. En la actualidad, el sí y el no están
muy igualados. Por ello, ese referéndum es el momento político más
importante en el Estado. Prohibirlo y tener sojuzgada una comunidad en
la que el 85 por ciento de la población lo reclama, no es de recibo.
Admitirlo y atenerse a las consecuencias, sean estas las que sean,
abriría el camino a la democracia en España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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