El Gobierno español defenderá sus principios ante el presidente
norteamericano Donald Trump “sin estridencias”, y “sin muchos gritos”,
ha declarado este martes el ministro portavoz Iñigo Mendez Vigo, durante
un desayuno informativo en el que se ha planteado un debate sobre la
posición española, ante la tensión existente entre Estados Unidos y
México, a raíz de la decisión del Presidente norteamericano de construir
un muro de tres mil kilómetros y quince metros de altura, entre la
frontera de los dos países. Un muro que, además, tendrá que pagar los
mexicanos. Una decisión que ha provocado la anulación de un viaje
oficial del presidente mexicano Peña Nieto a Washington y la protesta
unánime de todos los partidos políticos mexicanos, medios informativos e
intelectuales.
Ante esa situación, la reacción del Gobierno español ha sido tan
tímida que ha sorprendido en Europa, en donde siempre se ha considerado
que nuestro país, por sus especiales vínculos, siempre ha ejercido de
mediador entre los países de América Latina y la Unión Europea. Y,
especialmente en el caso de México que fue Patria de acogida de miles de
exiliados republicanos que tuvieron que salir de España por la guerra
civil. Solamente por agradecimiento a ese comportamiento, y por la
defensa que el Gobierno mexicano hizo de las libertades en España,
tomando una posición activa contra el régimen del general Franco,
nuestro país, tiene una especial deuda con México, y con los mexicanos.
Frente al PSOE que ha pedido la convocatoria de una Cumbre
Iberoamericana, o una reunión de los líderes de la Unión Europea, el
Gobierno ha reaccionado con frialdad y sólo con palabras de compromiso y
lugares comunes, como el propio Rajoy que se ha limitado a decir que
está convencido de que “la sensatez, la cordura y el sentido común van a
triunfar”. Viendo como está actuando el nuevo Presidente
norteamericano, es evidente que la sensatez, la cordura y el sentido
común, no son precisamente características que formen parte del
comportamiento de quien está gobernando a golpe de tuit, y de orden
ejecutiva, y sin las mínimas consultas a su partido, a sus asesores y a
los responsables de hacer cumplir sus ordenes, algunas de ellas al borde
de la legalidad, o claramente en contra de ella.
La situación que en diez días ha creado el señor Trump es tan
insólita que, por primera vez en la historia de Estados Unidos, el
Presidente saliente, que normalmente observa un absoluto silencio sobre
su sucesor, ha tenido que dar la señal de alarma ante lo que considera
una violación de los principios por los que siempre se ha regido el
país. “Los valores estadounidenses están en peligro”, ha manifestado
Barack Obama, ante el caos, el desconcierto, el miedo y las protestas
ocasionadas por las medidas migratorias dictadas por el Presidente. Unas
medidas que, según los juristas, van en contra de la Constitución
norteamericana.
Mientras el presidente Hollande y la canciller Merkel han manifestado
su alarma por todas estas medidas, e incluso han hablado
telefónicamente con el Presidente norteamericano para trasmitirle su
malestar, aquí no sólo se ha hecho algo similar sino, que se sepa, Rajoy
ni siquiera ha llamado al presidente mexicano Peña Nieto para
manifestarle su total apoyo, ante lo que constituye, en el caso del muro
que tendrá que pagar México, con un impuesto especial del 20 por ciento
sobre sus exportaciones, un abuso y un acto de prepotencia
intolerables.
Es verdad que, como ha dicho el ministro portavoz en el caso de
México y Trump, hay que comportarse “sin dar muchos gritos”. En este
caso y en todos. Dejemos los gritos y los excesos para tan peculiar
personaje, pero defendamos nuestros compromisos con Europa, con México y
con América Latina con firmeza. Con la firmeza que da “la sensatez, la
cordura y el sentido común”.
(*) Periodista y economista
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