El fastuoso guirigay montado en los dos
partidos de la izquierda (el dinástico y el antisistema, para
entendernos), en realidad se reduce a cuatro nombres: Susana Díaz, Pedro
Sánchez, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Cuatro nombres en lucha por el
poder en sus respectivas militancias. Ninguno de ellos, excepto
Errejón, es conocido por elaboración teórica o ideológica digna de
mención. Su plataforma solo es personal.
Es eso que se llama la americanización
de la política pero que, en el fondo, también aquí ha sido casi siempre
así. En la izquierda, la costumbre generalmente fue dejar a los
partidos la tarea de elaboración teórica e ideológica, sobre todo a
través de los congresos, y fabricar de este modo la plataforma para el
candidato personal. También la derecha acostumbra a hacerse presente en
los congresos pero en ellos prácticamente no hay intercambio teórico ya
que su actitud suele ser pragmáticamente conservadora.
Pero
la crisis de la izquierda es más profunda de lo que parece porque
afecta a los mismos partidos. Podemos todavía no lo es y está por verse
qué estructura, que tipo de organización, con qué práctica saldrá del
congreso próximo. La intensa conciencia de los primeros tiempos de estar
haciendo historia en el país (pues todo cuanto emprendían era
"histórico") se ha convertido en la asustada comprobación de haber sido
engullidos por un presente al que es muy difícil engatusar con promesas
por mucho que uno se autoatribuya una veracidad nacida, quizá, de la
bisoñez.
El
PSOE está fracturado en un enfrentamiento interno que nada tiene que
envidiar al que se vive en Podemos. En la confrontación hay elementos
interesantes. Los autores del golpe de mano del 1º de octubre van a
quedarse roncos pidiendo el reinado de la paz, el compañerismo, los
buenos modos y otras pamplinas. Su golpe de mano fue el mayor de los
atropellos y nada ni nadie podrá dotar de autoridad la palabra de quien
ha jugado sucio para defenestrar al SG e imponer su criterio en un
asunto de importancia mayúscula como era la continuidad del gobierno del
PP.
Por supuesto, de considerar el contexto, se entiende que el PSOE
haya quedado en la sombra mientras se decide el próximo duelo entre Díaz
y Sánchez. Un duelo de personas acerca de cuyas intenciones nadie puede
tener las ideas claras porque o no las explicitan o, si lo hacen, es
solo para confundir más.
En este momento la decisión entre Díaz y
Sánchez está movida básicamente por intereses (los seguidores de Díaz) y
sentimientos (los seguidores de Sánchez). Si el debate no se lleva a la
confrontación de programas, el voto de primarias vendrá dado por las
campañas de comunicación e imagen de los candidatos Y ahí Sánchez lleva
alguna ventaja a Díaz. Ventaja que aumenta proclamando su socialismo "de
izquierda" que, después del triunfo de Hamon en Francia y el acceso de
Martin Schulz al SPD, parece presentar buenos augorios.
Más
o menos lo mismo sucede en Podemos. Los dirigentes siguen sin admitir
la realidad de los hechos, siguen negándolos y atribuyendo su
comunicación a campañas diabólicas para apagar el faro, la luz que
ilumina en las tinieblas. Es más que una mera disonancia cognitiva. Es
un cierre dogmático en banda: esto no puede estar pasándonos a nosotros.
"Esto" es el conflicto, inevitable en toda asociación, sobre todo en la
que pretende alcanzar el Poder de forma que la acción de este se hace
sentir en el partido. "Nosotros" somos eso, nosotros, los mejores, más
críticos e incorruptibles. Al propio tiempo, los modelos "históricos",
rechazables por ser del pasado, son sin embargo muy atractivos porque
forman parte del universo mental de la izquierda de Podemos. El partido
bolchevique salió de un congreso de confrontación. Esa imagen es
poderosa y actúa en el Super Yo de los dirigentes.
Cuando todavía
negaban que hubiera conflicto en la organización, corría el chiste de
que en Podemos había bolcheviques, mencheviques y echeniques. Venía a
ser un recordatorio de que, en el mosaico de Podemos (en donde también
habita IU y, con ella, el PCE) actúa el grupo de Anticapitalistas. El
chiste está desactivado porque Echenique obviamente se ha hecho
bolchevique, si bien Anticapitalistas subsiste, quizá como lo más
coherente de Podemos. Pero aquí arrasa el duelo singular de las dos
figuras mediáticas y -no se olvide- su presencia en las redes.
La historia se hace sola.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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