Del IPC hablamos poco estos últimos años porque, aparentemente, no es
problema. Los últimos cinco años los precios medios se han deslizado
anualmente entre el más/menos 1%, una evolución que no conocíamos desde
que las políticas económicas y monetaria tienen fuste y alcance.
Vivir sin inflación ha sido una experiencia nueva sobre que hay poca doctrina y menos pedagogía ciudadana. La opinión dominante es que durante estos años de inflación cero los precios han subido y la vida se ha encarecido. No es cierto en términos medios pero las encuestas a pie de calle dicen que ha subido casi todo. Por lo mismo los salarios y las pensiones se han empobrecido, lo cual tampoco es cierto (salarios referidos a inflación, no los que son consecuencia de la nueva contratación a la baja) pero responde al pensamiento mayoritario.
Con respecto a las pensiones el dato (no opinión) es que durante los
últimos años no han perdido capacidad adquisitiva, al menos hasta ahora,
y que la anterior referencia a la inflación interanual de noviembre
permitió mantener esa capacidad adquisitiva e incluso ganar algunas
décimas.
Desde hace unos tres años, con la última reforma del sistema de pensiones aprobada por la mayoría del PP, la subida de las pensiones se desvinculó del IPC, de cualquier IPC, para referirla a una fórmula compuesta con precios, PIB, evolución de los ingresos de la Seguridad Social… con un mínimo de un cuarto de punto (una cláusula suelo arbitraria) y un techo algo por encima del IPC para los años buenos que compense los malos. Muy académico, bastante ortodoxo, pero algo complicado para los que gustan del brochazo.
Para 2015 y 2016 (años sin inflación) la fórmula del +0,25 fue
pacífica, suponía, de hecho, ganar décimas de capacidad adquisitiva.
Nadie dijo ni pio, salvo en los mítines desatados en los que se grita
que la crisis ha machacado las pensiones (mentira y gorda). Pero este
año el IPC de diciembre, por efecto del cambio de tendencia de los
precios de los carburantes (inducido por el petróleo) se fue al 1,8%
interanual y empiezan los problemas. Inmediatamente buena parte de los
medios y la oposición proclaman que pensiones y salarios pierden
terreno, que van por debajo de la inflación. No es mentira, pero tampoco
es cierto.
Deberíamos empezar por acordar cual debe ser el IPC de referencia, el
IPC verdadero: ¿el interanual de diciembre?, ¿el medio del año?, ¿el
deflactor del PIB?… varios IPC que tienen el mismo origen con resultados
algo diferentes en cada momento. Por ejemplo: el IPC interanual de
diciembre es el 1,8%, pero el medio del año es negativo en dos décimas. Y
el deflactor del PIB (que incorpora factores como la productividad)
será próximo a cero cuando el INE lo calcule.
La polisemia del IPC da mucho juego a la confusión, convenía consensuar
un criterio para aplicarlo durante largos periodos y no cambiar según
convenga. Todos son IPC, aunque unos más verdaderos que otros.
(*) Periodista y politólogo
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