No se puede conquistar o ganar una idea con un ejército, pero un
Ejército bien instruido, capaz, profesional, es una garantía para un
país desarrollado, y un buen paso para tener una idea de quienes somos.
España dispone de unos mandos y una tropa de nivel, y he podido
comprobarlo al pasar cuatro días de estas fiestas, Nochebuena incluida,
junto a los 600 soldados españoles que forman parte del contingente de
Naciones Unidas desplegado en Marjayoun, al sur de Líbano, entre Israel y
Siria, una zona delicada, al mando del general Aroldo Lázaro, en la
base Miguel de Cervantes. Lo contaré en video en sinfiltros.com, pero
les adelanto a ustedes unos primeros apuntes.
España forma parte de los países que conforman UNIFIL, la Fuerza de
Pacificación de Líbano, desde septiembre de 2006, hace ya diez años.
Bajo el mando de España, en el Sector Este, soldados de España, Serbia,
Méjico, El Salvador, Brasil, Nepal, India, Fiyi y China trabajan cada
día en las labores de verificación del cumplimiento de las resoluciones
de Naciones Unidas respecto al mantenimiento de los acuerdos de reparto
territorial entre Líbano e Israel, fuente de conflictos e incidentes que
en ocasiones han terminado en conflicto armado entre ambos países.
La función de los soldados españoles consiste esencialmente en
verificar el cese de las hostilidades, tratar de evitar violaciones
territoriales, ayudar al Gobierno libanés a asegurar que en su zona no
se producen acciones hostiles, detectar minas y explosivos para proteger
a la población civil, garantizar la zona libre de personal armado y
evitar que desde el rio Litami hasta la línea de separación territorial,
conocida como Blue Line (Línea Azul), los ciudadanos puedan ser objeto
de violencia alguna.
La zona en la que se despliega el contingente español es enormemente
complicada. Sin ser un frente de guerra, la heterogeneidad de la
población, la orografía, la convivencia entre 18 confesiones religiosas y
las tensiones con Israel hacen que a la mínima un incidente nimio pueda
terminar en un conflicto severo con acciones armadas. Por ello, una de
las obsesiones de las tropas de Naciones Unidas es la labor que
desarrollan las unidades cívico militares, que hacen un enorme trabajo
de ayuda humanitaria, y colaboran en la reconstrucción de
infraestructuras y facilitan apoyo sanitario y educación a la población
civil, llegando a establecer vínculos hondos con la población libanesa.
Hasta la fecha, en diez años, 15 soldados españoles han perdido la
vida en Líbano. El trabajo de estos 600 militares tiene su riesgo, y por
ello la seguridad del contingente es la gran obsesión de todos los
mandos.
Pisa uno la “Miguel de Cervantes”, construida por España, y se
encuentra una base que es una suerte de ciudad. Un capitán serbio me
comenta que “es una base que está sirviendo de modelo para muchos países
que tienen o pueden tener un mandato de Naciones Unidas equivalente. No
es sencillo y su país tiene una experiencia superior a la de muchos.
Incluso los EEUU copian algunas de las cosas que se han hecho aquí”.
El invierno es duro en Líbano. Hace un frío helador, llueve con
intensidad y fuerza y observo los altos del Golán, a poca distancia de
la base, completamente nevados. Los desplazamientos, siempre en
vehículos blindados, a las diferentes posiciones de UNIFIL, son lentos,
con todas las precauciones debidas. La Nochebuena, austera, muy militar,
la pasamos en la posición 4-28, en Ghajjar. El menú especial son
langostinos y solomillo. Ni una gota de alcohol. Y a las 22,30 a dormir,
porque a las cuatro hemos de estar en pie para salir de patrulla. Al
terminar la cena la tropa sale disparada a conectarse con sus familias a
través de Skype, pero la lluvia y el viento complican la utilización
del wi-fi, que va y viene.
La patrulla de madrugada se hace en medio de una niebla espesa, bajo
la lluvia, para supervisar caminos y carreteras que adquieren un aspecto
fantasmagórico. Hasta que canta el primer gallo y clarea el cielo
caminamos ordenados por los alrededores de la posición, siguiendo un
camino previsto previamente, que cada día se modifica para no adquirir
rutinas.
Vivo situaciones que me hacen ver la complejidad del ser humano, la
dificultad de convivir pacíficamente, y el surrealismo de encontrar
localidades habitadas por ciudadanos en su día sirios, nacionalizados
israelís, que viven en pueblos en los que dos tercios pertenecen a
Israel y uno a Líbano. O un resort libanés junto a un río que ha de ser
vigilado permanentemente para evitar que los bañistas pisen la otra
orilla, suelo ya israelí, lo cual podría originar incidentes no
deseados. Y todo ello junto a zonas minadas, de enorme peligro, porque,
además, con las lluvias, las minas pueden desplazarse e incluso quedar
en terreno sin advertencia.
Los soldados españoles desplazados a Líbano pisan un territorio que
tiene una historia de guerras y ocupaciones, todos contra todos. Un
conflicto que no termina nunca. Son una fuerza de paz preparada para la
guerra. Mujeres y hombres que no juegan a los soldados, sino que, con
una formación profesional de máximo nivel, sirven a un mandato de
Naciones Unidas en una zona de alto riesgo.
Percibo entre la tropa un orgullo inmenso por formar parte de este
contingente. Desde el general hasta el último soldado sienten la misión
como una aportación de un Ejército profesional altamente cualificado
para que España juegue un papel destacado en el concierto internacional
en misiones que tienen como objetivo la paz.
No hablan de política. No hacen valoraciones sobre las decisiones de
Gobierno de España. Tampoco sobre el papel de Naciones Unidas en la
resolución de los diferentes conflictos bélicos que pueblan el planeta.
Lo tienen prohibido. Y lo aceptan. Pero seguro que tienen su propio
criterio. El mío ya lo conocen ustedes. La Organización de Naciones
Unidas debe reinventarse. Dispone de muchísimos medios, cientos de miles
de ciudadanos enrolados en los Ejércitos de todos los países que la
conforman trabajan con entrega, rigor, seriedad, profesionalidad y
riesgo, y merecen unos dirigentes más cualificados que gestionen tantos
medios humanos y materiales con un sentido diferente que lo haga más
útil para la paz. Pero esta es otra historia. Cuatro días junto a las
tropas españolas me han servido para conocer sin filtros la realidad de
buena parte del Ejército español. Sencillamente ejemplar.
(*) Periodista
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