Lo tengo escrito. Es el más lamentable ministro de Hacienda que hemos
conocido, y han sido unos cuantos. Pero Montoro ha sobrepasado todos
los límites, ha utilizado la Hacienda Pública como arma contra
discrepantes y críticos, ha hecho uso de información privada para
asetear adversarios y, sobre todo, se ha cebado sin misericordia con los
que pagan cabalmente sus impuestos sacándoles lo que no debía,
masacrándoles con una política fiscal confiscatoria, y jodiendo la vida
de muchos con reclamaciones y sanciones que sabe que perderá en los
recursos, previo pago claro de la pasta y muchos años después, y aunque
para ellos es calderilla que se pulen en tres comidas o un trinque, para
los contribuyentes puteados es media vida que se va o los ahorros de
años que se esfuman. Y se supone que Montoro obedece a Rajoy en esta
locura fiscal indecente y canalla.
Pero esa dureza con los más débiles y con los que no engañan ni
evaden se vuelve mansedumbre con los poderosos y los golfos apandadores.
La última es que ha expirado el plazo establecido para revisar las
declaraciones de los beneficiarios de la insultante amnistía fiscal que
se marcaron, y ha pasado el plazo sin que Hacienda, tan diligente en
masacrar a quienes pagan sin engaños, haya hecho nada para poder
incrementar la ridícula recaudación de esa vergonzosa condonación de
responsabilidades fiscales.
Alrededor de 30.000 contribuyentes afloraron o repatriaron 40.000
millones de euros sin que Montoro ni Rajoy consiguieran con esta
amnistía intolerable y puede que ilegal, recaudar más que 1.200
millones. Dijeron que iban a recaudar el 7% y no ha llegado al 3%, y eso
después de haber modificado las reglas y condiciones iniciales que
impusieron a los golferas. Lo que era una amnistía ilegal nos lo
vendieron como un proceso de regularización que iba a permitir recaudar
una cantidad relevante, y al final se ha quedado en un favor a unos
cuantos y en una ayuda insoportable a los evasores. Con un par.
Y se
quedan tan tranquilos, y van de buenos, Rajoy sigue con su cara de yo no
fui y Montoro con los colmillos afilados para seguir sacando la sangre a
los moribundos mientras los sanos reciben todo tipo de atenciones de
Hacienda. Prescriben las tributaciones especiales, Hacienda mira para
otro lado, incumple sus obligaciones e incluso el pacto firmado con
Ciudadanos con tanta pompa en el Congreso y se la bufa. Y siguen a lo
suyo, confiscando.
El Ministerio insiste en que hace una semana envió una cartita a
quienes se acogieron a la amnistía (llamemos a las cosas por su nombre),
y que con ello consiguen interrumpir la prescripción, pero los que
saben consideran que nasti monasti. Pero sepan que a Montoro se la pela,
porque los procedimientos para reclamar tardan años en sustanciarse con
esta justicia insoportablemente lenta, y tantos años después él quizá
esté ya en su despacho particular forrándose a ganar pasta y a asesorar a
algunos de los evasores, y si Hacienda pierde a él no le afecta, que
cargue con ello el que llegue. Pagamos nosotros.
No es solo el perjuicio económico para las arcas públicas que tiene como
consecuencia la inacción de Hacienda con los evasores, es la política
fiscal diseñada para abrasar a los contribuyentes que cumplen con
economías escasas mientras se mira para otro lado con quienes más tienen
y además incumplen sus obligaciones fiscales. Es la inmoralidad y la
indecencia de utilizar la Hacienda pública como una herramienta
confiscatoria y como arma para masacrar a quienes osan criticar,
discrepar o salirse de la fila. Un dislate. Una canallada.
(*) Periodista
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