O quizá no estén en las nubes, donde
suelen habitar los poetas, sino en la tierra y muy en la tierra,
pendientes de cosas terrenas, prácticas, inmediatas, este comité,
aquella mayoría, tal convocatoria, aquel estatuto. Hacerse con el
partido. Medrar. Colocar a los propios, fastidiar a los otros.
Mientras
tanto, han dado el gobierno a la derecha, después de innúmeras promesas
en contrario y muy frecuentes bravatas. No son oposición. Realmente, no
son nada. Justo en el momento en el que la derecha arremeterá
vigorizada con ese soplo de aire fétido que llega de los Estados Unidos,
la oposición socialista no existe. El partido está convulso y pendiente
de una solución que, cuanto más se retrase, más traumática será.
Del
otro lado de la banda de la izquierda, Podemos no está en situación de
hacer realidad su anuncio al producirse la abstención del PSOE: "ahora
Podemos será la única oposición parlamentaria". Pero resulta que está
tan inmerso en sus trifulcas internas como el PSOE. Mañana se conocerán
los resultados de las primarias, sobre todo las de Madrid, símbolo del
enfrentamiento entre las dos alas que, para entendernos, pueden llamarse
"radical" y "moderada", pero también "sectaria" y "realista", que esto
de los nombres son arenas movedizas. La insistencia en negar esta
fractura (alimentada por la negativa imagen que la formación y su líder
están proyectando) demuestra a las claras su existencia y su
importancia.
La
desarticulación de la oposición parlamentaria, viene acompañada por un
clima de pesimismo en la opinión de la izquierda. Así como la derecha
civilizada ve con preocupación el triunfo de Trump, la izquierda lo
considera heraldo de tiempos negros y trasmite incluso una sensación de
pánico. Justo en el momento en que la izquierda institucional no sabe
por dónde tirar.
PS:
los catalanes reciben una ayuda inesperada y a contrario de la elección
de Trump. En California se ha reavivado la llama independentista. Y
miran a Cataluña
La derecha
A juzgar por la consternación que reina en Europa y América Latina, la elección de Trump es el asunto interno
más importante en los distintos Estados. Y lo es. Incontables los
artículos que llevo leídos con un final similar, cargado de temor: ¿qué
pasará? Ayer Palinuro recordaba que los gringos tienen el privilegio de
elegir al presidente de un imperio, prácticamente del mundo.
Desde el
punto de vista de la Realpolitik (el único que cuenta) es absurdo
pedir el derecho de voto en las elecciones estadounidenses para todos
los habitantes del imperio. Pero no lo es desde un punto de vista
político y moral: si todos los demás hemos de padecer las consecuencias
de lo que decida el presidente de los EEUU, justo es participar en su
elección. Somos Estados soberanos, caramba; no colonias. Hasta Caracalla
extendió la ciudadanía romana a todos los hombres libres del imperio.
Se dice que por pura codicia, para que pagaran impuestos. Pero lo hizo.
Ahora pagamos impuestos, pero no somos ciudadanos del país en donde en
última instancia se deciden. Si Trump baja los impuestos a sus
paisanos, la factura la pagaremos los demás. Y no taxation without representation.
Los
virreyes de todos los territorios se han apresurado a felicitar al
vencedor. Uno de los primeros, Rajoy. Está encantado. Ve cómo Trump
aplica su programa: cargarse la sanidad pública, parar la inmigración
como sea y bajar los impuestos. Cuando De Gaulle llegó a la presidencia
de la Vª República (1958), Franco sostuvo que por fin los franceses
aprendían del ejemplo español. Seguimos siendo referentes, esta vez en
America. En realidad, Rajoy se siente co-elegido con Trump.
Es
la derecha española y con eso está dicho todo. La derecha europea ve
las cosas de otro modo, esto es, con preocupación. Y es lógico. Leí en
Twitter un tuit muy bueno de Principia Marsupia (@pmarsupia) n el que se
comparaban los telegramas de Rajoy y Merkel. Dos mundos. En Europa se
distingue entre derecha y extrema derecha y algo que entusiasma a la
segunda pone sobre aviso a la primera. Con harta razón.
Es obvio que un
triunfo general de la política aislacionista, que renuncia a la
multilateralidad en todos los órdenes y es contraria a las zonas de
libre cambio es un peligro para todos. Si la extrema derecha no ve que,
de triunfar su programa, el mundo se sume en la inseguridad, la derecha,
sí. Y de ahí la consternación y la inquietud. Y de ahí también que la
derecha española no las sufra. En España la derecha es extrema derecha
porque España es siempre más papista que el Papa.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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