No arriendo la ganancia al gobierno. Si
no fue capaz de ver la que estaba organizando cuando desgobernaba con
mayoría absoluta, menos podrá ahora poner remedio. No entiende el país
que gobierna y, además, no tiene fuerza para imponer su falta de
entendimiento, como antes. Se ha quedado solo, con el grumete de C's,
señoreando una "gran nación española" que solo existe en los aburridos
alegatos de Rajoy. En el país, esa "nación española", grande o chica,
está en pugna con otras que le niegan el ser.
Los
dos partidos de la izquierda, PSOE y Podemos, acusan sobremanera la
mordida de la cuestión nacional. El PSOE se ha partido por eso. El golpe
de mano de Vendimiario se hizo por la sospecha de que Sánchez estuviera
negociando algo con los indepes catalanes. Luego se ha coronado la
cuestión montando una crisis con el PSC que tiene un origen obviamente
nacional.
Justo en el momento en que Felipe González desembarca de nuevo,
como Arturo retornando de Avalon, para amparar y aupar la
protocandidtaura de Lady Macbeth del Sur, se llega a una tregua con los
díscolos socialistas catalanes que se obstinan en ir por libre, aunque
luego hagan acto de ardorosa fe española.
Como Iceta, para quien "nación no quiere decir ni Estado ni soberanía".
He aquí otro concepto de "nación", imposible saber si grande o pequeña
porque es etérea, incorpórea, sin conciencia de sí misma. Es una nación
apendicular. Al menos en comparación con la gran nación
"hispano-andalusí" que prepara el tándem Díaz-González con las
bendiciones del cruzado Rubalcaba.
La
cuestión nacional muerde en Podemos con mucha mayor fuerza. La decisión
de Teresa Rodríguez de proclamar unilateralmente a Podemos Andalucía
autónoma respecto al Podemos "nacional" pone al descubierto una realidad
más o menos oculta: un Podemos que es un conglomerado de partidos
nacionales no nacionalistas o no independentistas. A esa realidad se ha
sumado Rodríguez proclamando el carácter de "nacionalidad histórica" de
Al-Ándalus. Un conglomerado, mosaico, batiburrillo, laberinto, conjunto,
concierto (cada cual lo calificará como le guste) articulado en torno
al eje nacional.
Y el principal problema de los partidos nacionales que
lo integran es cómo ser "nacional" sin ser nacionalista y, en último
término, independentista. Ese es el factor de inestabilidad de una
organización que refleja en su estructura la realidad de un territorio
"plurinacional" en el que dice creer. Y es problemático si de ese
conglomerado sale una idea de nación española inteligible que no sea
reducirla a la nación castellana. Es todo muy real a la par que
imaginario.
En
la derecha, la tensión nacional/nacionalista se resuelve a su modo. En
dos de las naciones históricas, (Cataluña y País Vasco) su existencia es
precaria. En la tercera, en cambio, Galicia, es hegemónica, pero no con
hegemonía nacional gallega, sino española. Galicia es así un ejemplo de
cómo se articulan las tensiones que otros llaman "nacionales" con la fe
en la nación española, única e indivisible. Más o menos por la vía del
caciquismo. Los distintos territorios se adaptan a la definición de
Joaquín Costa del gobierno de España, como "oligarquía y caciquismo".
En
la parte que toca de más nacional-español al PSOE, a los caciques los
llaman "barones". Pero la idea es la misma: prohombres con poder local.
El poder solía venir de la fortuna personal pero, con el sistema de
financiación pública de los partidos, ahora viene de la gestión de esos
caudales del común
C's
es, en realidad, un producto del nacionalismo catalán o, mejor dicho,
de la lucha contra el nacionalismo catalán. Es su sola justificación.
Pero fuera de Cataluña no tiene tirón. Sin duda los de C's fabulan su
propia nación española como una comunidad liberal, abierta, libre de
corrupción. Una nación tan inexistente como las otras y más difícil de
predicar porque contradice la experiencia directa, cotidiana, de la
gente.
Definitivamente,
no arriendo la ganancia al gobierno y tampoco a la oposición. Esta no
parece ponerse de acuerdo más que a la contra, para rechazar iniciativas
pasadas o presentes de aquel. Su función es no dejar gobernar pero, al
mismo tiempo, debería ser capaz de hacerlo ella. Sin embargo eso es
imposible porque solo se pone de acuerdo a la contra. Excepción hecha de
la cuestión catalana en donde parte de la oposición se pasa al lado del
gobierno.
Incidentalmente:
la crisis del PSOE se complica. Uno de los posibles candidatos a SG de
más peso ha desaparecido. Un juez ha procesado a Borrell imputándole un
presunto delito societario. Justo el mismo día en que el interesado
denuncia que le han timado no sé cuántos miles de euros en uno de esos
tocomochos de la red. Realmente es toda una peripecia. Pero, en suma,
estrecha el abanico de opciones del PSOE de momento a tres: Díaz, López y
Sánchez.
Velocidad de crucero
La
confrontación España-Cataluña va cogiendo momento. La manifestación del
pasado día 12 no fue solo un acto de apoyo a las personas, cargos
públicos e instituciones procesados, sino también uno de reafirmación de
una voluntad colectiva de llevar adelante el proceso independentista.
Una voluntad de no acatamiento, ayer, hoy y mañana.
La
actitud del gobierno central no varía un ápice. Lo suyo es el recurso
al palo y la zanahoria. Aunque, como siempre con la derecha, el palo es
bien visible, pero la zanahoria no acaba de materializarse. El palo es
una batería preparada para responder por vía represiva, judicial y
penitenciaria si llega el caso a las iniciativas independentistas.
Porque el gobierno sostiene, contra toda evidencia, que la cuestión
catalana es una cuestión de orden público. Y para eso están los
policías, los jueces y las cárceles. La justificación es que la ley ha
de cumplirse y es obligación del gobierno hacerla cumplir. Si la ley es
injusta o tiránica No hace al caso. No más preguntas y menos sobre la
ley. Circulen.
La
zanahoria es un ente de ficción. Hasta ahora se ha limitado a una
solicitud expresa de Rajoy a Puigdemont para que asista a la Conferencia
de presidentes autonómicos, constándole ya la negativa del catalán. El
argumento es: “no se pierde nada asistiendo”, típico de la indolencia
mental del personaje y que retrata la importancia real del conciliábulo.
No es seguro que Rajoy entienda la respuesta de Puigdemont cumpliendo
su palabra de no asistir porque eso de cumplir la palabra dada carece de
sentido para él.
La
inasistencia no es exactamente un desacato, pero sí va a herir el
orgullo del nacionalismo español que no puede imponer su idea de España
por ordeno y mando. No es un desacato, pero sí sitúa al presidente al
frente de la mencionada voluntad colectiva.
Con
la toma de posesión de Rajoy y el apoyo entre bambalinas del PSOE dio
comienzo la cuenta atrás para una escalada de la confrontación con
Cataluña. La última, ficticia, zanahoria fue la de la Conferencia en
cuestión, que, por lo demás, tampoco pintará mucho sin los catalanes.
Ahora vienen los palos. Y vienen cubriendo la línea del cielo, como los
apaches a asediar el fuerte catalán.
Hay cientos de procedimiento
judiciales abiertos en distintas instancias locales en toda Cataluña,
por los más diversos motivos, una bandera u otra, un retrato, unas
declaraciones, una ordenanza municipal, etc. Todo es susceptible de
convertirse en un acto de desobediencia punible. En Cataluña el PP tiene
un solo ayuntamiento por lo que es de esperar el ejemplo de los otros
se extienda y multiplique. ¿Cree el gobierno que tiene la administración
de justicia en situación de hacer frente a eso?
Los
tiempos se aceleran. La maquinaria represiva del Estado, es segura,
intimidatoria, pero muy lenta. Antes de resolver los mencionados cientos
de causas pendientes, ya se le echan encima varios cientos más si, como
propone Ómnium Cultural, los ayuntamientos abren el próximo sacrosanto
día 6 de diciembre y atienden a la gente. Algo que podría justificarse
con la famosa “libertad de horarios” de los neoliberales. Los juzgados,
inundados de nuevo.
Y
mañana puede ser otra decisión de desobediencia en cualquier otro
ámbito o con otra resonancia, pero seguida por una sociedad muy
movilizada. Es la iniciativa política. El que la ejerce determina el
día, la hora, el sitio, la forma de la confrontación y lleva las de
ganar. El adversario que solo está a la defensiva, a base de represión,
lleva las de perder.
Esa
permanente confrontación del independentismo catalán con el
nacionalismo español, además de dar seguridad sobre el curso de la hoja
de ruta, contribuye a mantener la hegemonía del independentismo, la que
ya hay en el Parlamento, también en la calle. Eso mantendrá a raya las
aventuras del bloque En Comú Podem, obligándolo a tomar partido por una
de las dos partes del conflicto sin configurarse él como tercera.
Los
ataques del nacionalismo español van orientados contra JxS y la CUP. La
otra izquierda, oposición en Cataluña y también en Madrid, no cuenta en
ninguno de los dos sitios. En Cataluña, el protagonismo y la solidez
del independentismo no deja lugar lógico alguno a un soberanismo no
independentista y que, por no contagiarse, tampoco parece ser
republicano.
La
incapacidad para el diálogo del nacionalismo español se ve en la
decisión de encomendar los tratos con Cataluña a la vicepresidenta del
gobierno que nombrará de inmediato un gabinete de expertos y asesores y
agentes del CNI. Entienden así la política, en cónclaves y secreteos.
Sin embargo, está claro que tratándose de un problema de choque de
legitimidades los foros más adecuados son los respectivos parlamentos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario