El océano
Pacifico, así bautizado por los navegantes españoles del siglo XVI
durante casi tres siglos, era incluso considerado como el “lago español”
al controlar, prácticamente, las dos riberas del mismo con los famosos
Galeones de Manila, que pronto tendrán réplicas en un museo exclusivo en
la capital Filipina. Aquella colonización hispánica fue sustituida por
la estadounidense, al final del siglo XIX. Desde entonces, incluso tras
la independencia de Filipinas, en 1946, las relaciones entre Manila y
Washington siempre habían sido muy estrechas.
Pero
las cosas están cambiando con el presidente Duterte, con un claro
acercamiento a China y Rusia, sin perder de vista las
consecuencias, por ejemplo, que pueden tener para Filipinas la
llegada a Donald Trump a la presidencia de EE.UU.
El anuncio de
Donald Trump, de derogar el Tratado Comercial Transpacífico (TPP), que
Obama no llegó a presentar al Congreso, pone en alerta a Filipinas,
junto a los otros 11 países firmantes en ambas riberas del Pacifico, a
excepción de China. Trump quiere sustituirlo por acuerdos
comerciales bilaterales con cada país en una zona geográfica que
mueve el 40 % del comercio mundial.
El presidente Duterte ya
ha reaccionado anunciando su interés en ingresar en Acuerdo
Regional Económico de Cooperación (RCEP), impulsado por China. En la
línea de alejarse de sus vínculos históricos con EE.UU, como
demostró en la reciente Cumbre de la Asociación de Cooperación
Económica Asia-Pacifico (APEC), celebrada en Perú (Lima). Un foro en
el que Duterte, mantuvo extensas reuniones con el presidente ruso,
Vladimir Putin – a quien definió como su ídolo – y con el presidente
Chino Xi Jinping. Con el presidente estadounidense, Barack Obama,
ni se habló, tras haberle insultado hace unos meses previó a otro
encuentro internacional.
¿Qué pasará cuando coincidan Duterte y Trump, dos personajes
llegados al poder con sus programas populistas y duros lenguajes?
Es probable que se caigan bien, al margen del distanciamiento de las
relaciones entre Manila y Washington.
Al margen de una
política interna polémica con más de 4.000 muertos por la policía
de traficantes, o presuntos, de drogas, o del entierro del ex
presidente y dictador, Ferdinand Marcos, en el cementerio de los
Héroes Nacionales, el presidente Rodrigo Duterte supera el 80 % de
popularidad a los cien días de su presidencia. Y, en política
exterior, muestra una gran dosis de pragmatismo, el esquivar un
choque directo con China, el nuevo amo de la zona, por el litigio de
los arrecifes de las Spratley.
Unos islotes con ricos fondos en
gas y petróleo, en una zona del Pacifico ya bautizada como el mar de
China, a cambio de inversiones millonarias chinas en Filipinas,
sobre todo en infraestructuras. El Pacifico, además de su cíclica
generación de tifones, puede ser escenario de tormentas
políticas y comerciales con las decisiones de Donald Trump. La
retirada del TTP es el primer ejemplo.
(*) Periodista
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