Ciudadanos es uno de los partidos de nuevo cuño, aunque no es tan
nuevo ya que se ha cumplido una década desde su I Congreso en Barcelona,
el que catapultó a la presidencia del Partido a Rivera, aunque no
figuraba entre los promotores fundadores del partido. Era un joven (27
años) con buena oratoria, con sana ambición y ganas de pelea. Llamarse
Albert le ayudó ya que la lista se hizo por abecedario de nombre.
El partido ya ha pasado por tormentas internas de las que hacen callo
y forman el carácter, aunque acaba de llegar a la competición en la
primera división de la política. La misma llegada de Rivera al liderazgo
del partido hace ahora diez años tuvo mucho de azar, que luego ratificó
con sucesivas primarias para elegir cabeza de lista a la elecciones
catalanas y a las españolas. Rivera llegó a la política antes de cumplir
los 27, cuando disfrutaba de un empleo estable como letrado por
oposición de la Caixa, puesto del que goza de excedencia por cargo
público desde junio de 2006.
Su llegada como público asistente al primer mitin de Ciudadanos en
Barcelona estuvo animada por la presencia de su admirado profesor de
derecho constitucional, Frances de Carreras que ha sido uno de sus
mentores a lo largo de estos años. De asistente al mitin a militante y a
presidente pasaron pocos meses. Y de entonces acá media docena de
procesos electorales en Cataluña y en España le han dotado de
experiencia, habilidades y costurones suficientes como para aparecer en
la lista de los líderes con posibilidades y pretensiones. Ya es el
cuarto partido nacional, con fuerza de bisagra, con capacidad para
influir, aunque sin posibilidades de ejercer el poder a corto plazo.
En febrero Ciudadanos tiene que pasar la reválida de un Congreso
donde hay que destapar propuestas y procedimiento, en el que hay que
acreditar la naturaleza y la personalidad del partido. El Congreso debe
determinar el grado de caudillismo que tolera, es decir el margen de
maniobra que otorga a su líder, hoy por hoy indiscutible.
El Congreso proporcionará el mapa de penetración de Ciudadanos por el
territorio nacional, donde está aún lejos de una implantación completa,
también la nómina de dirigentes regionales y locales con sus
credenciales, lo cual puede permitir evaluar capacidades, oportunismos,
ambiciones y consistencia. Los resultados en las elecciones locales
últimas llevaron a varios miles de representantes de Ciudadanos a los
Ayuntamientos; casi todos a la oposición y en demasiado casos con
fracturas internas por celos o ambiciones insatisfechas.
Ciudadanos es un partido de centro con ideología difusa, con sesgos
liberales y socialdemócratas, con capacidad para alianzas múltiples,
pero también sin experiencia práctica como gobernante. Se conoce el
discurso, los énfasis, las ideas, pero todo eso es toreo de salón., no
se les ha visto tomar decisiones, elegir entre alternativas discutibles;
no se les ha examinado en la rendición de cuentas, en las explicaciones
y en el reconocimiento de errores.
Ya ha surgido oposición interna, militantes que reclaman más
trasparencia y procedimientos más abiertos, más democracia interna. De
manera que el Congreso der febrero no será a la búlgara, de mayoría
abrumadoras y de homogeneidad y liderazgo indiscutido. Que haya voces
críticas, aunque sean débiles y poco relevantes pueden ser una buena
señal de partido vivo y con tensión interna. Las discrepancias son
indicador de riqueza interna, incluso aunque sea discrepancias
oportunistas. Rivera tendrá que mostrar que sabe escuchar, respetar y
soportar la disidencia.
(*) Periodista y politólogo
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