Estuvieron
calladitas y agazapadas durante la escandalosa y soez campaña electoral
de Trump y ahora que ha ganado las elecciones americanas las ratas
españolas que adoran el populismo ultramontano y conservador han salido
eufóricas de sus madrigueras y bailan y corretean alegremente por la
cubierta del yate de Trump insultando a sus adversarios. Y convencidas
de que su ídolo será un gran presidente -’mejor que Reagan’, dicen-
hasta que se topen con la realidad, o la verdad, de su magnate lo que no
tardará en llegar porque la cabra tira al monte.
Y no harán falta caballeros andantes como don Quijote, Lancelot,
Amadís ni santos guerreros como San Jorge o Juana de Arco para combatir a
la bestia disfrazada de presidente USA o de mítico dragón porque -basta
ver el equipo que está nombrando, con el facha Bannon a la cabeza- él
solito se cavará la tumba política de una presidencia que no acabará
bien si logra aguantar los cuatro años de su mandato.
El mejor escudo contra este personaje, que ahora intenta disimular la
que es su verdadera identidad, es la bandera de Europa y lo que
significa para los que creen en la democracia, la libertad y la
solidaridad. Él lo sabe y por eso no ha dudado en saludar a Farage y
Putin como sus primeros aliados, y solo le falta cenar en París con
Marine Le Pen para confirmar su deriva en lo que a la política exterior
se refiere.
Y si todo sigue como va y al margen de la revuelta social que no cesa
en las primeras ciudades americanas, Trump se va a encontrar con más de
una advertencia pública o respuesta implacable de los primeros
dirigentes de la UE porque a este lado del Atlántico no se admiten
bravucones y además los ciudadanos y sus representantes y portavoces
sociales saben distinguir muy bien entre lo que significa Trump y lo que
son los Estados Unidos y el pueblo americano.
Y decimos esto porque las ratas empiezan a decir que quienes critican
a Trump son anti americanos (del Norte), que es un discurso socorrido
de los adversarios de la democracia y nostálgicos de regímenes ya
pasados que ven en Trump el abanderado y protector de sus anhelos
vergonzantes que hasta hace pocos días no se atrevían a mencionar.
Pero se van a equivocar, porque Trump no va a defraudar a su estilo
ni a su pensamiento y aunque ahora disimula un poco para ver si logra
ganar en su país legitimidad y respetabilidad popular e institucional,
un día de estos se descontrola y o bien rompe la vajilla de la Casa
Blanca o provoca una crisis política nacional o un conflicto
internacional.
O sea, no hay dos Trump: el electoral y el presidente. Sino uno solo y
bien compacto que, a nada que se descuiden las ratas que ya se
enseñorean en la cubierta de su barco, a buen seguro sorprenderá y le
pondrá los pelos de punta a media humanidad. De manera que atentos al
espectáculo porque no va a defraudar.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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