Estamos, como se dice en el circo, en el ‘más difícil todavía’ en
esto de la posible investidura de Mariano Rajoy en coincidencia con los
momentos más llamativos de los juicios en curso de la corrupción del PP
de Bankia y Gürtel. Precisamente cuando Francisco Correa acaba de
confesar que la sede del PP de la calle Génova de Madrid -en el tiempo
de Aznar- era como su casa.
Un espectáculo asombroso que dificulta la abstención del PSOE y el
apoyo de Ciudadanos a Rajoy, aunque de momento ambos partidos se
mantienen favorables a la investidura. Salvo que las nuevas revelaciones
desborden el vaso de la paciencia de las bases socialistas y la
proclama del ‘no es no’ llegue de ruidosa manera a las puertas de la
sede nacional del PSOE en la calle Ferraz de Madrid.
Francisco Correa ha decidido colaborar con la Justicia a propósito de
la trama de corrupción Gürtel -contratos públicos a cambio de dinero-
que actuó en los años comprendidos entre 1999 y 2005, lo que afecta
directamente a la presidencia del Gobierno y del PP de José María Aznar,
dado que Mariano Rajoy asumió el liderazgo del PP a finales de 2004 y
el gobierno en 2011.
El propio Correa reconoce que las relaciones de sus empresas con el
PP se enfriaron y rompieron ‘con la llegada de Rajoy” aunque que en ese
tiempo se mantuvo activa unos meses en los que Rajoy ascendió a Bárcenas
-contacto habitual de Correa para conseguir contratos públicos- de
gerente a tesorero del Partido.
A medida que Correa va tirando de su manta crece el nombre y la
sombra de Aznar y de sus estrechos colaboradores en el Gobierno y en el
PP, Cascos y Arenas, ex ministros y ex secretarios generales. Los que
como Aznar algo habrán tenido que ver con la trama de Gürtel y con la
doble contabilidad del PP, ‘los papeles de Bárcenas’ que son harina de
otro costal y todavía otro juicio pendiente de comenzar.
Y a no perder de vista la relación especial de Aznar con los
protagonistas principales del juicio de las tarjetas black, Miguel Blesa
y Rodrigo Rato, por lo que al ex presidente del gobierno, callado como
un muerto, le deben de estar zumbando los oídos y ya veremos si alguna
nueva revelación provoca que el tribunal de Gürtel lo llame a declarar.
Es en esta tesitura cuando, a solo diez días de su Comité Federal, el
PSOE se prepara para decidir aunque sea con la nariz tapada si se
abstiene o no en la investidura de Rajoy, o si abre la puerta de unas
terceras elecciones y con ella una batalla campal en el seno del partido
que comenzaría con el proceso de primarias para elegir su candidato a
la Moncloa.
Sin embargo fuentes próximas a la ‘gestora’ del PSOE que preside
Javier Fernández aseguran que habrá abstención y que la mayoría del
Comité Federal y del grupo parlamentario esta ya bajo el control de la
dirección, tal y como se apreciaba en el optimismo imperante en los
actos oficiales de la Fiesta Nacional.
Entre las calles de Génova y Ferraz de Madrid no hay mucha distancia y
de un tiempo a esta parte todavía menos políticamente hablando por la
cuenta que les trae a ambos partidos. Pero esa delicada línea de
intereses que hoy les une al PSOE y al PP es muy frágil y se podría
romper antes de final de mes que es cuando se acaba el plazo para
investidura. De ahí el silencio y la ausencia premeditada de Fernández y
Rajoy sabedores ambos de que una chispa descontrolada podría causar un
incendio descomunal.
(*) Periodista
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