El estallido de la crisis atribuido al banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en 2008 no fue su punto de partida, realmente tuvo lugar en el segundo semestre del año anterior, ocasionada por el desequilibrio de los sistemas financieros de las economías más avanzadas ante la alarmante posición económico-financiera de los balances de las entidades financieras. Han transcurrido ya nueve años, y aunque se ha avanzado en su superación, queda aún un importante recorrido hasta alcanzar el equilibrio deseado de las economías nacionales y de la global.
Aunque se están analizando en profundidad las causas que provocaron la crisis, sólo señalaremos la principal, "la especulación incontrolada de sectores propicios y de rápido emprendimiento, apoyados por los distintos sistemas financieros de gestión nefasta". Las consecuencias han sido: -la destrucción de una buena parte del tejido empresarial, aún sin rehabilitar.-La desaparición de numerosas instituciones bancarias y, - La importante eliminación de puestos de trabajo. Con ello, las rentas personales y nacionales se han visto seriamente afectadas, y como consecuencia el desequilibrio de la política fiscal.
Las reacciones de las distintas autoridades económicas para contener la recesión y volver al crecimiento han sido generalmente similares, aunque en algunos casos de eficiencia dudosa. Ejemplo de ello han sido: -las facilidades crediticias y expansión monetaria de los bancos centrales insostenibles y - la adopción de políticas económicas gubernamentales, promoviendo la obra pública estatal, como únicas soluciones para salir de la crisis sin que previamente se hayan acometido análisis profundos de las causas, y las reflexiones necesarias para establecer objetivos y programas de trabajo e inversión futuros. No olvidemos que la Gran Depresión de 1929, duró en su fase aguda, cinco años, y la actual Gran Recesión iniciada en el último semestre de 2007, sin que se hayan superado totalmente los efectos negativos, dura ya nueve.
Es muy limitada nuestra capacidad de predicción en la gestión económica y no lo hemos reconocido ante "la incertidumbre" y la inestabilidad global. De acuerdo con el profesor Torrero Mañas, que señaló en una importante conferencia reciente citando a Keynes: "hemos de admitir que las bases de nuestro conocimiento para estimar la rentabilidad futura de una gran inversión en los siguientes años, es muy limitada e incluso nula", y de nuevo con Keynes, "las decisiones económicas se adoptan en un mundo de incertidumbre y de conocimiento incierto para formular cualquier probabilidad calculable, pero actuamos como si la incertidumbre radical fuera posible transformarla en riesgo susceptible de medición".
En España se han instalado los agravios como medida de las Comunidades Autónomas contra el Gobierno Central, pretendiendo justificar los fracasos políticos propios en la no ejecución o retrasos de las grandes obras de infraestructuras dependientes del Poder Central. Este debiera explicar si la inversión será rentable, su amortización posible en plazos razonables, si se ajustan a los Presupuestos Generales del Estado o se justifican mediante un presupuesto extraordinario aprobado por el órgano legislativo, así como la efectividad real para el tejido empresarial o el bien social.
Ejemplos de lo expuesto han sido la ejecución de grandes obras: aeropuertos innecesarios y algunos incompatibles entre sí; la construcción de una red de desaladoras para compensar el fracaso que ha tenido el proyecto y ejecución del Plan Hídrico Nacional durante décadas, por intereses contrapuestos entre Comunidades, cuando, como en otros países, las aguas de nuestros principales ríos vierten al mar miles de hectómetros cúbicos, que tratamos de rescatar mediante las mencionadas desaladoras, de vida limitada y costo de consumo inasumible para el agricultor o consumidor, y sin que se haya conseguido su potabilidad. Prueba de ello es que están siendo suprimidas casi en su totalidad en el mundo civilizado.
Otro ejemplo lo tenemos en el corredor ferroviario de mercancías del Mediterráneo de cuya paralización se culpa al Gobierno Central por determinadas Comunidades.
En primer lugar el endeudamiento público sobre el PIB supera el 100%, lo cual aconseja retrasarlo y estudiarlo en profundidad a la vista de otra posible recesión global, y ante la necesidad de invertir en sectores vitales aún no recuperados, así como en innovación, investigación y promoción de empresas que recuperen progresivamente el desempleo.
En segundo lugar, aún no se ha demostrado su utilidad real dentro de la logística, ya que para el transporte industrial su costo posiblemente duplique el de camiones por autopistas, los cuales recogen la mercancía en los muelles de producción y la entregan en los muelles o locales de los clientes, mientras que el ferroviario necesita una logística de recogida hasta estación de aquel, otra de distribución desde Marsella (donde finaliza el corredor) hasta el domicilio del cliente, cuyo coste ha de sumarse a los de mantenimiento y amortización del ferrocarril de alta velocidad. De ahí el resultado no competitivo del mismo. Es cierto que tal vez se ganaran algunas horas, no compensadas por el alto costo por unidad de peso o volumen por kilómetro.
Desde la gestión política, al principio nunca se reconoce la crisis y luego se asegura el cese de la recesión y el comienzo de la bonanza, sin reconocer más tarde que se equivocaron. La gestión del poder ejecutivo ha de ser disciplinado para que el poder legislativo controle la distribución del gasto mediante la aplicación de los principios de la contabilidad pública, una de las mayores responsabilidades frente a los ciudadanos de cualquier país.
El presupuesto es la pieza imprescindible para el desarrollo y control del desequilibrio financiero; así lo entendió EEUU en 1977 al establecer una nueva técnica que elimina la postura autodidacta de los gobernantes, permitiendo la selección comparativa de las necesidades alternativas. Está considerado el más drástico y efectivo de los empleados hasta entonces, cuyo proceso reduce los costos e impuestos eliminando el derroche. Su aplicación sigue hoy en vigor.
Analicemos las inversiones y recuperemos la confianza para hacer frente a un futuro incierto. Proyectemos nuestras inversiones hacia una economía de consumo innovadora y diferenciada que haga posible la competitividad. Alejémonos de los personalísimos y de las políticas partidistas. Solo con la unión, el esfuerzo, la solidaridad y el equilibrio presupuestario haremos posible un crecimiento sólido frente a los cambios estructurales que se avecinan. Proyectemos y apliquemos soluciones nuevas para problemas viejos.
(*) Economista y empresario
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