Cuando
el viernes me preguntaba si el embrollo en el PSOE iba a resolverse a
bofetadas, era naturalmente de broma. Pero empellones los hubo ante la
sede socialista, junto a insultos de todo tipo destinados a los críticos
que acudían a votar en el Comité Federal. Dentro, la cosa no estaba
mucho mejor, con recogida de firmas para una moción de censura contra el
secretario general y sus partidarios votando en una urna sin control
alguno.
Tras once horas de forcejeos, se votó a mano alzada si se
aceptaba el Congreso propuesto por Pedro Sánchez, y fue rechazado por
133 votos contra 107, no quedándole otro remedio que dimitir. Esto es lo
que ha conseguido con su «no, no, no» a Rajoy y su tozudez en montar un
«gobierno alternativo» que sonaba a ficción más que a realidad. ¿Cómo
iba a gobernar España si no era capaz de gobernar su propio partido?
Aunque le queda la opción de recobrar su cargo presentándose a las
primarias para elegir nuevo secretario general cuando lo decida el
comité federal que designe la nueva gestora. O sea, que queda el rabo
por desollar.
El problema de momento en España no es si
tiene o no gobierno, que lo tiene, aunque sea en funciones, sino el
PSOE, donde reina el caos. Y no es culpa sólo de Sánchez. También a sus
críticos les toca buena parte de ello, al haberle dejado tomar una
deriva que incluso un ciego veía les llevaba al precipicio: ¿quién no se
daba cuenta de que Podemos y Ciudadanos no pegaban ni con cola? ¿O que
aliarse con unos nacionalistas tornados ya separatistas no llevaba a
ninguna parte, mejor dicho, llevaba a romper España? Pero no quisieron
verlo. Prefirieron dejar que Pedrito se estrellase sin mancharse ellos
las manos de sangre. Pero Pedrito les ha obligado a retratarse: a elegir
entre él y Rajoy, algo que les aterrorizaba. Aunque al final han tenido
que hacerlo para evitar unas nuevas elecciones, catastróficas para
ellos.
La
culpa principal, desde luego, es de Pedro Sánchez. Su odio a Rajoy es
tal que estaba dispuesto a vender su partido a un Podemos, que se
relamía con la idea de engullirlo, su primer objetivo antes de medirse
con el PP, como Iglesias ha anunciado más de una vez. Aunque también
Iglesias tiene sus problemas, pero éste no es el momento de enumerarlos.
El problema era Pedro Sánchez. ¿A qué se debe su odio a Rajoy? Pienso
que a los revolcones que le ha dado cuantas veces se han medido
electoralmente, a los que se ha unido el que acaba de sufrir a mano de
sus propios correligionarios. Únanle una ambición desmesurada, una
inteligencia mediocre y un partido que le dejó hacer lo que le dio la
gana, y tendrán el formidable lío en que están metidos. Estamos, mejor
dicho, porque aún no hemos salido de él. Pero hemos dejado atrás su
mayor escollo.
(*) Periodista
http://www.abc.es/opinion/abci-partido-partido-201610031705_noticia.html
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