No hay fecha para el pleno de
investidura. No se sabe si Rajoy se someterá a la sesión o no. En mes y
medio desde el 26J no ha sumado un solo voto más a sus 137 escaños. El
país está como estaba después de las elecciones del 20D: sin gobierno.
Con uno en funciones, declarado en rebeldía ante el Parlamento. Y así
pretende seguir los próximos meses. Con la presidencia del Parlamento en
manos del gobierno, ninguna posibilidad de que el primero tenga algo
que hacer. La obstinación de Rajoy en su candidatura ha traspasado todos
los límites de lo tolerable.
Y, sin embargo, lejos de afearle su falta
de escrúpulos políticos, morales y hasta personales, hay un consenso de
todos los partidos (excepto los nacionalistas vascos y catalanes) y de
todos los medios y las fuerzas "vivas" en presionar a Pedro Sánchez para
que, absteniéndose, posibilite un segundo gobierno de Rajoy. Nadie
encuentra oprobioso exonerar al principal responsable de este desastre y
cargar contra quien no tiene la culpa de nada ni plena libertad de
acción mientras Rajoy no cumpla con su deber.
Nadie
tampoco parece escandalizarse del hecho de que el gobierno pretenda
prolongar una situación de alegalidad si no de ilegalidad. Una situación
con un gobierno incontrolable, un parlamento paralizado y un Tribunal
Constitucional de vacaciones. Una especie de golpe de Estado de la
inacción, la marrullería y la podredumbre. El caldo de cultivo de Rajoy.
Su pretensión se puede reducir a un chantaje: o me hacéis presidente o
aquí no hay gobierno por una larga temporada. Como todos los
chantajistas, confía en que las buenas formas o el miedo de sus víctimas
las haga equivocarse y decidan que lo más conveniente es ceder al
chantaje, ceder al capricho de Rajoy.
La
alternativa que el gobierno ofrece es otra convocatoria electoral, la
tercera en un año. Una perspectiva que todos rechazan, horrorizados
entre previsiones espantosas: mayoría absoluta del PP; inmensa, oceánica
abstención de electorado ahíto; descenso en picado de Podemos; castigo a
los socialistas; desaparición de C's; repetición milimétrica del
marasmo actual. Todas son posibles, desde luego, pero la primera, la
mayoría aboluta del PP suena a bulo alimentado por los medios afines a
la derecha, que son todos.
Por
lo demás, entre pegar la segunda espantada -harto probable, tratándose
de Rajoy- y la convocatoria de nuevas elecciones mediará un tiempo en el
que quizá los demás partidos consigan llegar a algún tipo de acuerdo.
Al fin y el cabo, dicen estar muy interesados sin duda porque no se les
escapa el profundo ridículo de ir a unas terceras elecciones en un año
con los mismos líderes que fracasaron en las otras dos. Si no por otro
motivo, por este ya debiera ser suficiente para llegar a un acuerdo, el
que sea, que posibilite la formación de un gobierno. Solo para probar la
falsedad de la disyuntiva del PP: Rajoy o elecciones. Someterse a ese
chantaje sería indigno.
La coincidencia de este vacío de poder en España con los preparativos para una rentrée
catalana independentista en fuerza agrava notablemente la situación en
la parte española de este enfrentamiento al que tanto ha contribuido la
incapacidad política de Rajoy y su gente. Cuando llegue septiembre, lo
más probable es que siga sin haber gobierno en España ni perspectiva de
que lo haya.
Por el lado catalán estarán haciéndose los preparativos
para una Diada apoteósica. La voluntad de las entidades organizadoras
sigue siendo dar una campanada. No está claro, sin embargo, que lo
consigan, pues puede darse un punto de inflexión en la movilización
social por causa del cansancio. No se crea un Estado de la nada y en una
mañana. Eso se sabe, pero cuesta aceptarlo. Cuesta mantener altos la
intención, el ideal, el propósito.
Después
de la Diada llegará la cuestión de confianza de Puigdemont. Ahí hay
otro punto conflictivo. Si la CUP vota que no, habrá elecciones
anticipadas también en Cataluña y no están claras las consecuencias para
el ritmo de la hoja de ruta, sobre todo teniendo en cuenta que el
resultado de las elecciones puede ser la pérdida de la mayoría absoluta
independentista.
Pero
también puede votar que sí. Las decisiones de la CUP, a fuer de
asamblearias, son imprevisibles. Si Puigdemont obtiene la confianza
solicitada, ya será cuestión de tiempo que se plantee una DUI. En ese
momento será patente la situación de desobediencia de la Generalitat.
Patente, pero no nueva. De hecho, el Parlament ya ha desobedecido dos
veces al Tribunal Constitucional.
Con
la DUI el gobierno ya no podrá escudarse en el TC y deberá adoptar otro
tipo de decisiones. Para ese momento, en España seguirá sin haber
gobierno y hasta es posible que esté en marcha una campaña electoral.
¿Qué nombre podríamos ponerle a esto?
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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