CROEM no lo ha invitado a su asamblea
general del próximo miércoles. Se supone que no por voluntad de la
organización empresarial, sino porque ésta atiende al protocolo que le
remiten los respectivos partidos. En ese protocolo no está Miguel Sánchez,
portavoz regional de Ciudadanos y de su Grupo Parlamentario, y líder
electoral en las autonómicas, es decir, candidato de ese partido a la
presidencia de la Comunidad. Un dato.
Pero hay muchos más. Al
parecer, alguien recomendó a Sánchez que no hiciera acto de presencia en
el acto que, al inicio de la última campaña electoral, protagonizó Albert Rivera
en Los Alcázares. «Es mejor que no te presentes allí, porque los
protagonistas deben ser los candidatos», debió recomendarle un ‘buen
compañero’. No obstante, Sánchez acudió al acto y saludó al líder
nacional. Tampoco fueron muy generosos en el partido para encomendarle
misiones de campaña ante el 26J. Sánchez participó en un buen número de
actos, pero por su voluntad, al margen de la programación establecida.
Y, sobre todo, porque mantiene buena relación con Miguel Garaulet y José Luis Martínez,
los diputados electos por Murcia.
Ambos han revalidado sus escaños a
pesar de la considerable bajada de votos, pero el primero estuvo a punto
de ser destronado de la cabeza de cartel por Antonio Puche,
figura emergente en el nuevo aparato del partido (es secretario de
Política Institucional) y, al parecer, un hombre con mucha prisa en la
vida política. Dicen en Ciudadanos que durante dos días fue el sustituto
de Garaulet, hasta que presentó su currículo. Cuando militó en las
Nuevas Generaciones del PP se mantenía en el círculo de confianza de Pedro Antonio Sánchez, y hay quien dice en Ciudadanos que todavía permanece en él.
Miguel
Sánchez se ha convertido en una figura incómoda para los actuales
dirigentes de Ciudadanos. Está siendo castigado con un aislamiento
agobiante, del que participan activamente sus compañeros del Grupo
Parlamentario, de parte de los cuales ya ha recibido algunas
amonestaciones (formalizadas oficialmente en escritos) y advertencias
por faltar a reuniones o llegar tarde a ellas, técnicas de colegio que,
por lo visto, se han encarnado en Ciudadanos.
Tras la crisis del ‘caso facturas’, la confianza del partido fue trasladada a Juanjo Molina,
nombrado secretario general del Grupo, un hombre que goza de los
estándares políticamente correctos que, al parecer, no se aprecian en
Sánchez. Pero Molina es un político incógnito, cuyo prestigio se debe a
su silencio, es decir a que no se equivoca por no arriesgarse a hacerlo,
aunque en Podemos lo tienen bien retratado.
En las negociaciones sobre
los presupuestos regionales, se dirigió a ellos para admitirles una
enmienda con el argumento de «está bien, eso para los pobres y esas
cosas de las que os preocupais vosotros», una manera de expresarse que
denotaría una mentalidad bien fácil de definir. Muchos diputados de la
Asamblea, especialmente en el ámbito de Podemos, se muestran
sorprendidos del jaleo interno que se llevan en Ciudadanos, con
producción constante de anécdotas insólitas en un partido de tan
reciente creación.
Algunos de los compañeros de Juanjo Molina en
Ciudadanos difunden estos días en foros de militantes su adscripción en
2011 a una organización denominada Partido de la Regeneración
Democrática, cuyo logo se asemeja a un yelmo quijotesco, con el que
obtuvo 1.100 votos en las autonómicas de aquella fecha y unos 600 en las
siguientes generales. Los datos sociales de ese partido se
corresponderían todavía, pues permanece registrado, con su domicilio y
su teléfono.
En Ciudadanos, muchos tienen un fondo de armario
político que resulta incómodo, sobre todo cuando las cosas no van del
todo bien. Pero en realidad, lo que más se aprecia es un efecto tipo
‘envidia de PP’, parafraseando a Freud, como se deduce
del giro a que se presta una buena parte del aparato, poco partidaria de
la confrontación con el ‘partido padre’, frente a la actitud que
presenta Miguel Sánchez, quien sí creyó desde el principio en una
política diferenciada y de tono regeneracionista que, al final, ha
fatigado a los dirigentes que aspiran a ‘colocarse’ en paz con el PP, al
que no consiguen doblar el pulso, tal vez precisamente porque ya han
cesado en sus exigencias a la vista de que no creen en ellas.
La caída en desgracia de Sánchez se produjo a partir del ‘caso facturas’, una operación autorizada por el comisario político externo Argueso,
un tipo oscuro, que ha gobernado a Ciudadanos Murcia desde la Comunidad
Valenciana —pocos dudan de que sigue haciéndolo—; las consecuencias de
dicho caso debían sacudírselas sus responsables reales y encontraron en
Sánchez la pieza más débil, pues firmó las cuentas del Grupo
Parlamentario en que se incluían las ‘facturas trampeadas’.
Le acusaron
de ser el responsable de filtrar el caso a la prensa, ya que como suele
ocurrir, los políticos afectados no se preocupan tanto por el fondo de
la cuestión como por el hecho de que ésta sea aventada a la opinión
pública. Poco importa que resulte paradójico que Sánchez hubiera
filtrado un caso que le acarreaba complicaciones a él mismo y en primer
lugar, pero en Ciudadanos necesitaban un responsable que hiciera de
cortafuegos con Argueso y el insuficiente secretario de Organización
nacional, Hervías. Ahí estaba Sánchez.
De poco le
ha servido al portavoz formalizar la propuesta para que Mario Gómez,
recién destituido como delegado de Ciudadanos, recuperara su poder al
convertirse en coordinador. El gesto parecía alentar la reparación de
unas relaciones que vendrían a dar estabilidad al partido y a su acción
institucional. Pero fue flor de un día. La convivencia en el Grupo
Parlamentario está destrozada, y otros agentes como el mencionado Puche
han tomado las riendas. Les sobra Sánchez.
Tal vez no lo han
destituido aún de sus cargos porque parecería poco presentable ante la
opinión pública que se deshicieran del hombre que presentaron hace tan
sólo un año como idóneo para dirigir esta Región y que obtuvo unos
resultados muy meritorios en aquel momento, tras lo cual lideró una
oposición muy contundente frente al PP y le arrancó una amplia baraja de
compromisos, a cuya exigencia de cumplimiento el actual Ciudadanos ha
puesto el freno. Pero lo cierto es que todo indica que intentan llevarlo
al aburrimiento o a la exasperación hasta que logren sus renuncia o su
salto al Grupo Mixto, que todo podría ocurrir. En otros contextos se
diría que le están haciendo bullying político.
¿Y qué actitud
mantiene Miguel Sánchez, de momento, frente a ese acoso persistente?
Hago un preguntado en Ciudadanos sobre su actitud en la ejecutiva del
partido. La respuesta es: «¿La ejecutiva del partido? Jamás se ha
reunido». Como es bastante difícil de creer que un partido se conduzca
sin que sus dirigentes se reunan alguna vez, quizá sea lógico suponer
que la dirección se reune sin convocar a Miguel Sánchez, a pesar de que
pertenece a ella por su calidad de portavoz. Pero también es posible
(estamos hablando de Ciudadanos) que no haya reuniones.
Prueba de
que Ciudadanos Murcia transita en la confusión es que ni siquiera ha
sido señalado con una chincheta preferente en el mapa nacional del
partido con vista a las recientes elecciones generales. Nadie importante
de la dirección nacional ha aparecido por aquí. Muy al principio,
Rivera bordeó la Región con un visita a una fábrica de Los Alcázares en
lo que parecía un acto electoral, pero procuró no adentrarse a Murcia o
Cartagena. Después, el silencio.
Y eso que la Región se desveló el 20D, y
antes en las municipales y autonómicas como un granero muy surtido para
Ciudadanos, una fuerza política que es la segunda todavía en algunos de
los principales enclaves municipales. Y que, a pesar de la espectacular
recuperación electoral del PP murciano, ha conseguido mantener sus dos
escaños en el Congreso. ¿Por qué la dirección nacional les ha dado la
espalda? ¿Por qué los ha abandonado a su suerte ante el 19J?
La única
respuesta posible consiste en suponer que el ‘caso facturas’ y el
posterior de las escuchas telefónicas, así como los absurdos problemas
surgidos en Molina de Segura, más la constatación en reuniones
celebradas en Madrid con los miembros más relevantes de Ciudadanos, han
llevado a que en la sede central acaben percibiendo a la organización
murciana como una caja de bombas. Mejor no acercarse mucho, por si
estallan.
¿Quién lidera C’s en Murcia? Esa sería una buena pregunta para empezar a entender algo. Sabemos que el líder del PP es Pedro Antonio Sánchez; el del PSOE, Rafael González Tovar, y el de Podemos, Óscar Urralburu. Pero ¿quién es su equivalente en C’s? Alguna vez creimos que Miguel Sánchez, pero es obvio que no es así. Entonces ¿quién?
Tenemos a una delegada, Valle,
que no habla. Primero decían que no lo hacía porque «todavía no está
preparada», lo cual es ya significativo. Y después, porque su cargo es
relativo a la política interna, lo que no impedía a su antecesor, Mario
Gómez, comparecer con frecuencia permanente ante los medios. Tenemos al
propio Gómez, recuperado como coordinador, pero tampoco está claro lo
que eso significa; desde luego, lo que se dice coordinar lo hace poco,
dado el desbarajuste que aquí relato.
Y finalmente, tenemos a Miguel
Sánchez, completamente apartado hasta de los actos de representación
pública, tanto internos como externos. ¿Se trata, pues, de que
Ciudadanos es un partido al estilo de la CUP catalana, en que nadie
manda y mandan todos, asambleario, posmoderno y raro? Más bien cabe
sospechar que, en realidad, no es un partido, sino una patulea. un club
mal avenido integrado por políticos que no han encajado en las grandes
formaciones y han probado oportunidades por las periferias hasta dar con
este invento, arropados por Albert Rivera, un líder muy compacto bajo
el que, sin embargo, anida el más puro oportunismo.
Van a por
Miguel Sánchez. Y lo batirán, sin duda, pues no es concebible que esa
convivencia aguante tres años más. Pero cuando acaben con él empezarán a
devorarse entre ellos. Será curioso comprobar quién queda si antes no
han conseguido cargarse por completo el juguete.
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