El tajo a la programada visita de Obama pone broche de plomo al éxito de las relaciones exteriores de la gran nación.
Una diplomacia de excelencia. La única vez que el presidente visita
España en su doble mandato, la reduce a lo que las sufridas gentes
llamaban antaño "la visita del médico", un visto y no visto de
circunstancias para no quedar del todo mal y get me outtahere fast, que para luego es tarde.
Vaya
por delante que Palinuro no banaliza en absoluto la gravedad de los
hechos de Dallas. Precisamente esa gravedad y esa trascendencia que
muchos invocan para justificar la irritación que les produce haberse
quedado con un palmo de narices al estilo berlanguiano es lo que prueba
las diferencias abismales. No será la primera vez que algún gobernante
español no haya alterado su protocolo cuando acaece una desgracia de
este alcance. Aquí la gente se muere o la matan y los gobernantes se van
de vacaciones. Allí se lo toman en serio y, si hay que cortar un
proyecto por necesidad, se hace y, entre estar en Dallas y estar en
Madrid, el gringo lo tiene claro.
Dicho
lo cual, acompañemos en el sentimiento a los más de cien invitados que
iban a compartir mesa y mantel con el Emperador y van a quedarse sin la
foto de sus vidas. Ya es mala pata, desde luego. Y, al margen de la
gravedad de los hechos, el presidente de los sobresueldos ha vuelto a
quedar como un pichichi. Ya no hablemos de los líderes de la oposición,
que estaban planchándose las camisas.
Y
hagamos algo más que acompañarlos en el sentimiento. Indaguemos por
ellos. Vamos a ver: Obama cercena el plan de la visita por fuerza mayor.
Pero solo cercena la parte con las autoridades (algún nombre hay que
darles) españolas, madrileñas y sevillanas. El desplazamiento a Rota se
mantiene. Y las deliberaciones con la máquina estadounidense al mando
del cónsul Costos, también. El Emperador viene a visitar a los suyos y
se larga.
Todo
lo que los políticos españoles querían decir en presencia de Obama para
entrar así en la historia podrán contárselo por whatsapp. Del trance se
han liberado los catalanes y vascos porque no fueron invitados al
ágape. Siempre es de agradecer que el peculiar sentido de la convivencia
de la monarquía española te ahorre hacer el ridículo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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