Ya es desvergüenza y desfachatez de la
derecha pretender seguir en el gobierno después de estos cuatro atroces
años de saqueo del país e involución neofranquista. En estos cuatro
años, muchos peperos se han enriquecido a base todo tipo de latrocinios.
A unos los han pillado, a otros, no y todos tratan de librarse de la
acción de la justicia como pueden. Ya es desvergüenza que el mismo
pájaro que lleva cuatro años destrozando el país tras haber cobrado
suculentos sobresueldos de origen dudoso durante veinte años, aspire a
renovar su mandato sin aceptar ni media responsabilidad por sus
numerosas fechorías, sus encubrimientos y complicidades.
Ya
es desvergüenza que no solamente pretenda seguir el principal
responsable de esta ignominia, sino que quiera imponer la continuidad de
sus compinches, algunos de los cuales son verdaderos psicópatas que
tienen visiones celestiales y hablan con los muertos mientras que otros,
como la exministra Pastor, son responsables políticos de una catástrofe
ferroviaria por la que no han dado explicación alguna, pero a ella le
ha valido el ascenso a presidenta del Congreso.
Ya
es desvergüenza que el PP, una asociación de presuntos malhechores,
quiera seguir cometiendo desmanes en provecho de los mangantes que lo
integran o para evitar que se descubran y castiguen sus mangancias
anteriores.
La dignidad de la
gente no puede tolerar que siga en el poder la misma tropa de
sinvergüenzas que ha vaciado la hucha de las pensiones, demediado los
salarios, suprimido las ayudas a la dependencia (excepto la del padre
del Sobresueldos) y recortado todo tipo de prestaciones. Todo ello de
forma tal que un porcentaje altísimo de la población sobrevive gracias a
las pensiones de los abuelos, pensiones que estos granujas quieren
recortar.
Es imperativo,
prioritario, esencial, librar al país de esta banda de facinerosos. Es
una tarea ante la cual deben pasar a segundo plano cualesquiera otras
consideraciones so pena de que, en el fondo, se trate de excusas para
perpetuar la dominación de los expoliadores. Y así parecen haberlo
entendido todas las fuerzas democráticas de forma que todas votarán NO a
la propuesta de investidura del Sobresueldos
PNV: NO.- Indepes catalanes: NO.- Podemos: NO.- PSOE: NO.
Así
que, en el mejor de los casos y si C’s votase que SÍ (cosa que no acaba
nadie de creerse), el Sobresueldos no puede seguir siendo presidente
del gobierno.
La perspectiva de
librar al país de esta pesadilla neofranquista y nacionalcatólica,
saludada con alborozo por dos tercios de la población, causa, sin
embargo, honda preocupación en otros sectores. A saber: la patronal, la
banca, la Iglesia, los medios de comunicación a su servicio, o sea,
todos, las familias más reaccionarias, monárquicas y meapilas del PSOE y
el núcleo más incombustible del comunismo anguitiano, hoy en Podemos.
Todos
ellos empujan y alientan a esos socialistas reaccionarios siervos del
trono y el altar (los González, Rubalcaba, Bono, Leguina, etc) para que,
so pretexto de evitar una imagen del PSOE como partido intransigente,
instalado en un “no” estéril y contrario a su tradición pactista, allane
con su abstención el gobierno al sobresueldos y su banda. En su ayuda
acuden a racimos los enchufados y paniaguados de los medios, los
intelectuales con la marca de escudería en el lomo. Todos piden que el
PSOE posibilite el gobierno de la banda como “cuestión de Estado”.
La
dignidad pisoteada de la gente, la trasparencia burlada, el abuso y el
robo sistemáticos, el desprecio por la democracia, la agresividad contra
el nacionalismo catalán, la pérdida de las libertades públicas, el
despojo de los derechos civiles, políticos, sociales, laborales. Nada de
eso cuenta. Lo único que cuenta es la defensa de los privilegios de una
élite política, intelectual, funcionarial que tendría que competir en
condiciones más igualitarias con las gentes a las que no deja hablar o
pretende acallar desde su oligopolio mediático.
Y
no siempre lo consiguen. Algunos de estos, menos enchufados, también se
han constituido en “abajofirmantes” para contrarrestar el entreguismo
de los otros con una petición de que el PSOE pacte con Podemos.
En
todo caso, esta petición de alianza con Podemos coincide con lo que
Palinuro lleva muchos meses diciendo… pero que ya no defiende con la
misma intensidad. La opción de izquierda (PSOE+Podemos+Indepes
catalanes, quizá con apoyo exterior del PNV) era muy clara y
recomendable antes de las elecciones del 20 de diciembre. Luego de
estas, las cosas empezaron a cambiar, cuando pudo verse que Podemos no
estaba animado de un genuino interés en una unidad de la izquierda para
desplazar a la derecha ladrona, sino, antes que nada, en la destrucción
del PSOE, aunque fuera al precio de dejar gobernar al PP.
Es
decir, cuando pudo verse que Podemos hacía suyo el revanchismo
anguitiano. Y, en efecto, no hubo entonces gobierno porque Podemos votó
en contra de la candidatura de Sánchez. Pasadas las elecciones del 26 de
junio y confirmado ya que Podemos no alcanza al PSOE, que no sirve para
nada, que no está animado de interés en una unión de la izquierda sino
en bloquearla para que gobierne el PP, la propuesta de gobierno de la
izquierda es muy problemática.
Los
jefes de Podemos afirman que no hay nada que hacer con el PSOE porque,
al final, este se abstendrá y regalará el gobierno al PP. Una afirmación
que es un deseo, en contra de la voluntad expresamente formulada por el
PSOE de mantenerse en el NO al Sobresueldos en cualquier caso. No
importa, Iglesias sostiene que no hay ninguna posibilidad de acuerdo con
el PSOE porque este, en el futuro, lo hará imposible. Un razonamiento
que rezuma jesuitismo.
Así que,
si puede hacerse un gobierno de izquierda, bienvenido sea. Pero antes
habrá que obligar a los cínicos de Podemos a especificar sus posiciones
ante notario. Nadie en su sano juicio puede fiarse de unas gentes que
cambian de opinión al rebufo de las encuestas.
Y,
en todo caso, no se olvide: NO es NO. Y, si no conviene una alianza con
las gentes de Podemos, que no son de fiar, tampoco sucede nada:
terceras elecciones.
Y que cada cual responda de sus actos.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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