Las encuestas no acertaron, especialmente las de la noche electoral
que solo sirven para tirar el dinero y extraviar a los analistas y
espectadores. ¡Vaya ridículo!, tres horas basura en televisión. Los
partidos políticos forzaron una repetición de las elecciones para
disgusto de los ciudadanos que han hecho correcciones marginales en
términos cuantitativos pero determinante en lo cualitativo. Los
economistas saben de la importancia del hecho marginal que va bien para
el análisis de los resultados. Como conclusiones provisionales caben las
siguientes:
Primero: El PP ha reforzado su posición con ganancia
de cuatro puntos que han salido uno de Ciudadanos y el resto de la
abstención y de otros caladeros que habrá que evaluar con microdatos.
Esos cuatro puntos les dan trece escaños adicionales que alargan la
distancia con el segundo (el PSOE) y les acerca al Gobierno. Sea por el
voto del miedo o por lo que sea, lo cierto es que Rajoy está más firme
que hace seis meses y que será muy difícil que pierda el empleo. Otra
cuestión es qué condiciones tendrá que asumir para una legislatura que
puede ser corta, dos años.
Segundo: una vez más se demuestra que las fusiones
no siempre suman, nunca sabremos cuantos votos y escaños hubiera
obtenido Podemos sin Izquierda Unida, pero lo cierto es que la formación
magenta ha perdido más de tres puntos respecto al agregado
Podemos/afluencias/Izquierda Unida. Agregar no siempre suma, se pierde
energía por el camino. La gente de Podemos sumó demasiado rápido y se
han atragantado. Para Podemos el resultado es decepcionante, ni
adelantan al PSOE, ni se acercan al PP, ni consiguen asomarse al poder.
Además tienen que gestionar aliados con muchas pretensiones que no
comparten la idea de partido y de dirección de Iglesias y su grupo de
amigos.
Tercero: el PSOE gana un punto, del 22% a casi el
23%, pero pierde cinco escaños; el peor resultado de su historia, aunque
Pedro Sánchez puede intentar mantener su posición ya que los votos
socialistas son indispensables para gobernar, no podrán obtener el
Gobierno, pero deciden quién y cómo puede gobernar. El talento de
Sánchez y la resistencia del PSOE se van a poner a prueba ahora por su
capacidad de influir y de construir una estrategia de la que han
carecido hasta ahora. No han ganado, pero tampoco han perdido de forma
tan estrepitosa como anunciaban las encuestas.
Ciudadanos ha perdido un punto, pero les sabe a derrota porque
pierden ocho escaños y sus votos son menos determinantes que antes; van a
contar, pueden aspirar a ganar credibilidad por su actividad
parlamentaria, pero sigue siendo un partido con demasiadas incógnitas y
carencias, al margen de que el líder merezca la pena.
La resistencia del PP, su suelo electoral, es asombrosa; con tantos elementos en contra han resistido y defendido su condición de primer partido y de partido de gobierno. Si antes de las elecciones la situación de España era preocupante, después de las elecciones lo es aún más.
(*) Periodista
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