A estas horas se desconoce el aumento del consumo de cerveza y de
whisky tras el referéndum del jueves sobre la salida del Reino Unido de
la Unión Europea en el que, por la mínima, salió triunfante el Brexit.
Unos para celebrar el divorcio con Bruselas, otros para lamentar las
consecuencias económicas y sociales que se ciernen sobre las Islas. Lo
que sí se sabe es que estas horas, más de un millón de británicos han
pedido un segundo referéndum. Quieren que se aplique una norma según la
cual si el voto está por debajo del 60%, con menos del 75% de
participación, debe repetirse. Mientras en Europa, sumida en un
auténtico tsunami, quieren que el divorcio se produzca ya, sin esperar
los preceptivos dos años. o sea, divorcio cuanto antes.
También a estas alturas los nacionalistas escoceses ya han dado
pruebas de que quieren un nuevo referéndum con el argumento de que la
mayoría de sus ciudadanos (un 62%) han apoyado la permanencia en la
Unión Europea, mientras en Irlanda del Norte, dónde también ha ganado el
Remain, han aprovechado la ocasión para pedir la convocatoria de una
consulta sobre la Unidad irlandesa. En resumen, que el polémico
referéndum del insensato de David Cameron ha dividido al país en dos, ha
puesto en duda la necesidad de la consulta y, sobre todo, ha puesto en
peligro la difícil unidad del Reino Unido. Un auténtico ‘tsunami’
incontrolable.
Puede que Escocia aspire ahora a la separación de Reino Unido. En la
UE, por primera vez, se ve en la práctica que incluso el proceso de
unificación profunda es reversible. Puede que la Unión le haga tan
doloroso el proceso de separación a Reino Unido que ningún otro país
quiera optar ese camino. Pero también es posible que se sumen otros
países a la aventura del Referéndum en un inevitable efecto contagio en
países como Dinamarca, Holanda o Eslovaquia. Todo eso, a menos que en
la UE se pongan en marcha reformas para hacerla menos burocratizada,
para que sus decisiones tengan mayor legitimidad democrática y para que
pueda adaptarse mejor a los nuevos desafíos.
Repasando la prensa británica de estos días, lo que se deduce es un
miedo y un pesimismo generalizado. “Gran Bretaña da un salto en el
vacío” editorializa el “Financial Times” , convencido de que el
Referéndum podría pasar a la historia como una encrucijada. El pueblo ha
hablado. La decisión de Gran Bretaña de abandonar la UE es, según el
periódico, la mayor sacudida que ha sufrido el continente desde la
caída del Muro de Berlín y las repercusiones se dejarán sentir en el
Reino Unido, Europa y Occidente.
“Más de cuatro décadas después de adherirse a la Comunidad
Económica Europea, el Reino Unido ha decidido soltar amarras. Desde
1973, su condición de miembro de la UE ha dirigido su política
exterior y económica. Gran Bretaña abandonará el club del que forma
parte junto a otras 27 naciones y su acceso garantizado a un mercado de
500 millones. Es difícil vislumbrar una marcha atrás.”
Para el Reino Unido, el referéndum ha puesto la sabiduría
tradicional patas arriba. Un país conocido por su conservadurismo y su
estabilidad política ha dado un salto al vacío. Muchos echarán la
culpa a la torpe campaña a favor de la permanencia, falta de pasión y
que no supo apreciar la profundidad del resentimiento hacia la élite
metropolitana. El miedo a la inmigración y su impacto en las
comunidades locales (más legítimo de que muchos han querido admitir)
pudo más que el interés económico del país. Muchos de los que ven
Europa como un continente donde reina el caos se identificaron con el
eslogan de “Recuperar el control”.
Por su parte “The Economist” cree que la caída de la libra a su
nivel más bajo de los últimos 30 años es una muestra de lo que va a
llegar y que, a medida que la confianza se hunda, el Reino Unido puede
muy bien sumergirse en la recesión. Una economía permanentemente menos
dinámica significa menos empleos, una menor recaudación fiscal y,
finalmente, austeridad extraordinaria. El resultado también sacudirá a
una frágil economía mundial. Los escoceses, la mayoría de los cuales
ha votado a favor de la permanencia, puede que ahora tengan más deseos
de liberarse del Reino Unido, como casi hicieron en 2014. Al otro lado
del Canal, los euroescépticos del Frente Nacional francés verán la
despedida británica como un estímulo. “La UE, una institución que ha
ayudado a mantener la paz en Europa durante medio siglo, ha sufrido un
duro golpe”.
Es evidente que el 23 de junio no será recordado como un gran día para el país.
(*) Periodista
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