Juguemos un poco a las cábalas con los números de diputados salidos
del 26-J sobre la mesa y veremos que lo lógico sería, si es que queremos
un gobierno estable y en poco tiempo, que Rajoy asuma la presidencia
del Ejecutivo con la abstención del PSOE y que los socialistas ocupen la
presidencia del Congreso de los Diputados. Y en ese caso, ¿podría ser
Pedro Sánchez el nuevo presidente de la Cámara baja? Esa posibilidad
sería una buena solución a la crisis institucional e incluso para el
PSOE y el propio Sánchez.
Veamos por qué: está claro que Sánchez ha perdido por dos veces las
elecciones de 2015 y 2016 y también fracasó en la investidura del pasado
4 de marzo. Y el Partido Socialista ha sufrido una merma de 2 millones
de votos y 25 escaños desde que Sánchez es su secretario general. A
estos datos objetivos hay que añadir que mientras Podemos se mantenga
como el tercer partido nacional con 70 escaños (como los logrados en
2015 y 2016) el PSOE nunca podrá ganar las elecciones.
Y si esto es así, que lo es, está claro que el PSOE necesita un nuevo
impulso y un nuevo liderazgo y equipo directivo para convertirse en
alternativa de poder, y todo apunta a que todo eso no será posible con
Sánchez en la secretaría general y que por ello los nuevos cambios en el
PSOE se van a dilucidar en su próximo Congreso del otoño donde
difícilmente Sánchez podrá renovar su liderazgo.
Además, sabida es la animadversión de Sánchez a Rajoy y su continuo
discurso de oponerse a la investidura del presidente del PP. Lo que
conduciría a unas nuevas elecciones, algo que en un principio nadie
desea. Incluso en ese caso parece claro que Sánchez no volvería a ser el
candidato de los socialistas.
En estas circunstancias lo mejor para el PSOE, para Sánchez e incluso
para España sería facilitar al líder del PSOE su salida de la
secretaría general de los socialistas, dado que por ahora se negó a
dimitir asumiendo la responsabilidad de su fracaso electoral. Y sin
lugar a dudas ofrecerle el cargo de Presidente del Congreso de los
Diputados sería todo un regalo –ocuparía el tercer lugar en el escalafón
del Estado-, que por otra parte le ahorraría el mal trago de tener que
dejar gobernar a Rajoy desde los bancos de la oposición que aún le toca
liderar.
Puede que Sánchez no se merezca semejante galardón pero si de lo que
se trata es de buscar términos medios y soluciones para la estabilidad
política del país, ésta puede ser una buena salida para todos. Máxime
ahora que el PP debe gobernar en minoría y que la separación de estos
dos poderes del Estado Ejecutivo y Legislativo será en esta legislatura
una novedad y una importante realidad.
Además Sánchez sabe que no tiene escapatoria en el PSOE y que sus
barones del Sur Fernández Vara y Susana Díaz ya le han dicho que el PSOE
debe pasar a la oposición y dejar que gobierne el PP. De manera que la
Presidencia del Congreso se puede convertir en elemento clave de la
negociación siempre que Sánchez entienda que ese cargo institucional
tiene que estar basado en el mayor respeto al Parlamento por encima de
cualquier interés partidario o personal y desde la absoluta
imparcialidad.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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