jueves, 14 de abril de 2016

Un día en la vida de España / Ramón Cotarelo *

Hoy, 85º aniversario de la IIª República, último régimen legítimo que ha habido en España, merece la pena honrar su memoria y ver cómo lo llevamos los republicanos que queremos volver a traerla para dejar de ser súbditos de una monarquía borbónica impuesta por decisión de un dictador genocida. 

Porque, a ver, ¿en qué se diferencia la situación en el Estado español de la que había en la dictadura, cuando el padre del actual Rey, Felipe V + I, juró fidelidad a los principios del Movimiento Nacional? En nada salvo en que, por la existencia de la libertad de expresión y los medios de comunicación (los privados, porque los públicos son máquinas de propaganda de la derecha) ahora las barrabasadas, los latrocinios, las corrupciones de los gobernantes se saben. 

Se saben. Pero nada más, no pasa nada. Nadie dimite. Ninguno de estos ladrones devuelve lo robado y se marcha a su casa. Incluso cuando entran en la cárcel quieren seguir dando lecciones. Como ese Mario Conde, el Beau Brummel de la derecha española, que estaba blanqueando dineros robados, según parece, mientras daba lecciones de moral y savoir faire desde uno de esos canales de TV en que unos tipos encorbatados y engominados enhebran unas estupideces que abochornarían a los chimpancés.

¿Se acuerdan del Texas ranger, Ansar, diciendo que el PP "era incompatible con la corrupción"? Le han pillado haciendo trampas para ahorrarse unos euros en impuestos. ¿A ver si le van a decir a él los impuestos que tiene que pagar? Eso es cosa de comunistas totalitarios. Lo que hacen los neoliberales es no pagar. Para eso están los pobres, los que no tienen la suerte de relacionarse con regidores y políticos de talla, como Botella, la esposa del incorruptible, capaz de vender la Cibeles a un fondo buitre por veinte euros sosteniendo que es un buen negocio para las arcas municipales. Ya, es obvio que se trata de un caso de estupidez profunda pero, caramba, está claro que no lo es de corrupción. Ningún político se ha quedado un dinero que jamás se ingresó en el Ayuntamiento, gracias a la fabulosa gestión de la esposa del hombre-milagro.

Los ayuntamientos son lugares ideales para que los peperos practiquen su más profunda vocación de robar hasta el ultimo ochavo que encuentren. De otro modo, no merecería la pena sacrificarse por la patria o la tierruca. La administración municipal hace más humanos a los políticos, los acerca a los ciudadanos y pueden deplumarlos con más eficacia. Escuchar a Rita Barberá es escuchar al eslabón perdido con un bolso de Louis Vuitton. En los círculos del hampa, frecuentados por gente de sangre azul, ya se había corrido la voz de que un mozo bien plantado podía sacarle 400.000 euros al eslabón perdido siempre que fuera convincente.

El alcalde de Granada, trece años en el cargo y ahora, víctima de una persecución política, probablemente de la Mano Negra, entra en prisión con el fatalismo del último Abencerraje. Es de esperar que se haga justicia y resplandezca la verdad, mostrando la acrisolada honradez de este regidor municipal que tiene pinta de no haberse llevado jamás una cucharilla. Podía aprovechar ahora que Marhuenda acaba de ascender de la condición de chivato a la de comisario honorífico para encargarle la investigación. Seguro que en esa acción de la Mano Negra está la de Podemos, que quiere desviar la atención de los bolívares de la vergüenza arrastrando por el lodo el buen nombre de un caballero nazarí.

En la época de internet y la sociedad mediática, los gobernantes deben estar siempre en pantalla, siempre dispuestos a facilitar el trabajo de los periodistas. El ministro Soria, por ejemplo, en cuanto se le acerca alguien con una grabadora le cuenta una historia que no tiene nunca que ver con la anterior. Es consciente de la importancia que tiene la novedad y la originalidad para que prosperen los reporteros. Si los políticos siempre contaran la misma historia, ¿de qué iban a vivir los periódicos? 

Lo esencial son las historias, los relatos. Es lo que dicen los postmodernos. Por eso tenemos a Esperanza Aguirre con un libro bajo el brazo, largando a los cuatro vientos, como si viviera en una corrala. Ella no se calla. No, desde luego, lleva veinte años sin hacerlo. Hace falta, dice ideología porque sin ideología, un partido está en crisis. Otro cualquiera, menos inteligente que Aguirre pensaría que el PP está en crisis porque anda sobrado de ladrones. Pero ese no es el problema. El problema es la falta de ideología. Nadie sabe si Rajoy es liberal o conservador. Nadie se explica cómo hemos podido sobrevivir cuatro años sin averiguar tan fundamental extremo.

Definitivamente, esto no es el franquismo, en donde los gobernantes robaban a manos llenas pero nadie se enteraba de nada. Con lo que nos gusta a la gente saber cómo nos roban, con qué mañas o artes, si conservadoras o liberales. Menos mal que la transición nos trajo la democracia y la comunicación. 

Quizá cuando se acabe este ciclo de la tercera Restauración de Mackie "el Navaja", el país tendrá la República que se merece. Bastará con que copie la que hayan puesto en marcha los catalanes. A los españoles siempre se les ha dado bien copiar.

Por cierto, menuda foto la de Sánchez en El País. Lo que hay que hacer en precampaña electoral.



(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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