Desgobierno y corrupción es una mezcla explosiva en vísperas de las
nuevas elecciones generales que son imparables y acaba de confirmar el
portavoz parlamentario del PSOE Antonio Hernando al decir que el tiempo
de las propuestas de Podemos se acabó y que el PP se ahorre sus ofertas
al PSOE.
Y como el PSOE, con sus 90 diputados, tiene la llave para la
formación del Gobierno, podemos afirmar que no hay resquicio para la
formación de un Gabinete ‘in extremis’ como inútilmente propone Albert
Rivera para parecer ‘el bueno de la película’. Mientras, Pedro Sánchez
sigue desaparecido tras su fracaso en la investidura y sus negociaciones
con Podemos, lo que tenía contento a Mariano Rajoy hasta que apareció
el ministro de Industria Soria en los ‘papeles de Panamá’ y el
presidente se esfumó. Al fondo, Pablo Iglesias mantiene su monólogo del
gobierno de izquierdas con el que lleva meses tomándole el pelo al PSOE.
Sánchez ha perdido su temeraria batalla de la investidura y Rajoy ha
perdido la batalla de la comunicación. Ahora enrarecida por el nuevo
caso de presunta corrupción de su ministro Soria, quien desmiente la
imputación panameña y le pide a la fiscalía que indague en Panamá lo que
no será fácil porque la empresa investigada está en las Bahamas donde
la opacidad es total. A lo que cabe añadir o recordar la frase de
Plutarco sobre la mujer del César (y en el caso español como en los de
Macri y Cameron), para decir que el político gobernante no solo debe de
ser honesto sino también parecerlo.
Políticos irresponsables que han sido incapaces de formar Gobierno en
plena crisis económica y desafío secesionista catalán y que se pelearon
por el reparto del poder -los famosos ‘sillones’- en lugar de ocuparse
del interés general del España. Y todos ellos enrocados en sus medias
verdades porque si es cierto que el PP ganó las elecciones con sus 123
escaños, también es verdad que PSOE mas C’s suman 130, y ninguna de las
dos partes suman mayoría para gobernar porque hacen falta tres.
¿Quién es el culpable? Da igual, no hay sitio para pactos ni ganas de
que eso ocurra, ni química o simpatía personal entre quienes deben ser
los firmantes del pacto, Sánchez y Rajoy. Entonces fuera máscaras y
punto final a la legislatura del desencuentro nacional. Y allá el PSOE y
el PP si pretenden acudir a nuevas elecciones con sus actuales
dirigentes en un tiempo donde los sondeos electorales anuncian para el
26-J resultados y una aritmética parlamentaria tan diabólica como la del
20-D.
Diríase que en esta alocada carrera el primero que cambie de caballo
-o de candidato- podrá ganar. Porque el tiempo de Sánchez y Rajoy está
agotado y sus respectivos partidos y los ciudadanos se merecen una
renovación que ofrezca credibilidad contra de la corrupción, garantías
de la unidad de España y programas económicos y sociales razonables que
permitan el crecimiento y la recuperación del empleo en el país.
(*) Periodista
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