viernes, 8 de abril de 2016

El color del cristal / Ramón Cotarelo *

Lo que va de un punto de vista a otro. Los de Podemos fueron a la reunión tan contentos, pensando que habían hecho 20 generosas concesiones y se encuentran que los de C's no quieren ni oír hablar de ellas, que les parecen un insulto y que con Podemos no van ni al rellano de la escalera. Les ayuda generoso El País que tilda las propuestas de los morados de inasumibles para Rivera. Añade el diario que la primera reunión de negociación de ayer será la última, que el intento ha fracasado.

Supongo que es lo que quiere C's: cortar con Podemos y llegar a un acuerdo con el PP. Y, según se ve, El País también. Recuerda la actitud del matón tabernario que se niega a considerar ninguna oferta de negociación que no sea la sumisión más absoluta. ¿Que el gasto público propuesto por Podemos les parece excesivo? Propongan ustedes otro más a su gusto. Hagan contraofertas. Toda negociación es un tira y afloja y solo los prepotentes dan un puñetazo sobre la mesa y se cargan las reuniones. En su celo anti-Podemos, El País miente bellacamente afirmando que los morados piden la autodeterminación de Cataluña. Lo que hacen es diferir el asunto a una reunión de Domenech (que es de los suyos) con Iceta, un socialista catalán y se comprometen a aceptar lo que salga que será más bien una birria. Estando Iceta, nada de autodeterminación, así que el periódico podía dejar de mentir.

En fin, los de C's muestran su pelambre de la derecha pepera y tras haber incumplido ya ese pacto con el PSOE que, sin embargo, frotan por los morros de Podemos, carecen de autoridad para imponerlo  a lo bruto, sin negociación de ningún tipo.

El PSOE, a su vez, está en posición de  hacer un gobierno de izquierdas: PSOE, Podemos, IU, CC, voto favorable del PNV y abstención de la minoría catalana. 168 escaños. Tendría 185 votos si aceptara el referéndum. Y eso sería lo que habría que hacer para recomponer el panorama español porque tarde o temprano, ese referéndum va a celebrarse.
 
 
El pito del sereno 


Estos del Parlament tienen dos cosas que faltan en el orgulloso cogollo mesetario: ideas claras y sentido del humor. No crean que son tan dispares. Las ideas están claras: el Parlament se reafirma en la declaración independentista del 9 de noviembre pasado. Quiere la independencia. Pero no aturulladamente, así que la cámara ha votado afirmativamente la propuesta de la CUP, pero quitándole dos astas peligrosas que podían dar pie a que las autoridades españolas empurasen a los votantes por incitacióna la desobediencia, o sedición. Una, el propósito de no obedecer las decisiones de las autoridades legales españolas y otra el de inducir a los funcionarios armados de la Generalitat a no realizar las funciones que esas autoridades les encarguen. Supongo que desde el exaltado punto de vista de la CUP, esta prudencia demuestra el carácter burgués y timorato de los otros independentistas de ERC y CDC. Es posible. Todos tienen sus puntos de vista y el miedo guarda la viña.

Además, la decisión parlamentaria muestra sentido del humor. El Tribunal Constitucional había anulado la primera declaración independentista del 9 de noviembre y ahora tendrá que anular está también y por los mismos motivos, porque el Parlamento ha decidido ignorar la presencia del dicho Tribunal. Puede parecer un poco estrafalario que un Parlamento ignore un Tribunal Constitucional. La verdad es que ese Tribunal Constitucional en concreto no goza de especial simpatía ni autoridad o prestigio en Cataluña. Su actividad se ha limitado a cumplir diligentemente los deseos del gobierno que, careciendo de iniciativa política frente al nacionalismo catalán ha preferido hacer como que judicializaba el conflicto, lo cual es falso porque el Tribunal Constitucional no es un órgano judicial, sino político.

El sentido del humor de los parlamentarios catalanes que, al parecer, se toman las decisiones del dicho tribunal por el pito del sereno, adquiere su auténtica dimensión cuando se observa que, a diferencia del catalán, el Parlamento español ve con gran respeto el Tribunal Constitucional y acude a él en un conflicto de competencias con el gobierno central que, a su vez, se toma el Parlamento por el pito del sereno y sabe que ese conflicto no va a parte ninguna porque el Tribunal Constitucional imparte la justicia que place al príncipe.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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