Palmira se ha salvado, de momento.
Bueno, las ruinas de Palmira se han salvado, de momento; para ser más
exactos. Tampoco todas: entre un 10 y un 20% han sido dinamitados en
nombre de Alá, un dios que se alimenta de piedras. Piedra le dieron a
comer a Cronos para salvar a Zeus. A este le dan las piedras en lugar de
Zeus. Pero, sí, la Palmira del Conde de Volney se ha salvado. Las
ruinas enseñan mucho. Aprovechando el viaje a Sevilla, visitamos Itálica
(Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora...) y luego varios
lugares emeritenses: el teatro, el anfiteatro, el museo, la casa del
Mitreo y el columbario. Mañana o pasado escribiré algo sobre estos
confines occidentales del Imperio que, andando el tiempo, habían de
constituir un imperio nuevo, más occidental aun.
En realidad, me proponía glosar la encuesta de Metroscopia de El País.
Las encuestas cumplen una doble función. La manifiesta: ilustrar sobre
el futuro; la latente: animar debates sobre los efectos y la naturaleza
de las encuestas. Además de la malicia generalizada de que si "allá van
leyes do quieren reyes", allá irán los sondeos do moran los deseos. En
este caso ahorramos y damos por buena la conclusión según la cual, una repetición electoral apenas cambiará el mapa parlamentario. Merece cierta consideración. A primera vista, pareciera una mesa de juego en la que el electorado, a modo de croupier
repartiera la cartas para que los políticos las jueguen. Pero estos no
saben y las devuelven. Los electores van y reparten las mismas.
Pero
eso es un absurdo, ¿no? Porque si reparten las mismas seguirá sin haber
juego y Rajoy empezará a pensar en la posibilidad de agotar un segundo
mandato en funciones. Claro, con el gobierno en funciones, el país
entero está en funciones. Por eso no viene Obama. Aunque uno sospecha
que Obama, este sí, de retirada, seguramente no vendría en ningún caso.
De tpdas formas, según Metroscopia, misma foto.
Pero
¿no quedábamos en que el electorado es siempre sabio? En el fondo, no;
el electorado puede ser tan racional o irracional como cada individuo.
Para los más doctrinarios, en realidad, los políticos tienen la
obligación de hacer juego incluso con decisiones irracionales, pues
también hay sabiduría en la sinrazón..
No
obstante, el cuadro de proporción de las distintas fuerzas que la
empresa demoscópica plantea varía algo respecto al actual aunque, en su
opinión, no lo suficiente para cambiar el contenido de las decisiones
que serán las de ahora: ninguna.
Las
palabras no son inocentes. El uso del verbo "hundir" para calificar el
descenso de tres puntos porcentuales de Podemos es casi melodramático.
Aunque, por supuesto, si lo de "asaltar los cielos" queda por debajo del
mundo broker de C's, puede haber una crisis. Pero, en realidad, puede haber crisis de cualquier tipo. Podemos sigue empeñado en el sorpasso al
PSOE y, como siempre se ha dicho aquí, está en su derecho. Ahora parece
que su principal aliado en esta tarea es el propio PSOE, que da la
impresión de no ser suficientemente compacto. Pero peor lo tiene
Podemos, cuya imagen es próxima al fraccionamiento.
Supongo
que en ese 94% de gente que considera mala la situación política (el 6%
restante son NS/NC o políticos) habrá dispuestos a votar lo que sea.
Literalmente lo que sea. Y eso es muy difícil de pronosticar.
Llevan la catalanofobia en la sangre
El viernes estuve en la Universidad de Sevilla en un acto sobre “Cataluña y España en el 30 aniversario de la adhesión a la Unión Europea”. Dos días antes, en otro acto en la misma Universidad organizado por Diplocat, en el que estaban Iñaki Anasagasti, Joan Tardá y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el expresidente de Extremadura se puso bronco con los catalanes y le recordó a Tardá el destino de Companys.
En nuestro acto no hubo tanto extremo, porque no éramos políticos sino académicos, pero la crispación y la catalanofobia fueron patentes. Cómo sería la cosa que la universidad (el Centro de Documentación Europea) subió el vídeo de la conferencia, ¡sin audio! Cuatro horas de imágenes mudas, como si fuera un “biopic” de Charlot.
Por fortuna, hay otra grabación que subiremos a la red con sonido el lunes. Ahí se podrán escuchar los argumentos y contraargumentos y las gentes podrán saber quién dijo qué y hacerse un juicio propio como mayores de edad que son, sin que venga nadie a censurar.
Fue una estupenda exposición de la batería de los argumentos españolistas más tradicionales, a saber: que le derecho de autodeterminación está estrictamente reservado a las colonias; que Cataluña no ha sido nunca independiente; que su desarrollo se ha debido a los privilegios de que ha gozado en el conjunto del Estado; que la historia común la obliga; que el Tribunal Constitucional no niega el derecho a decidir, pero exige ejercerlo dentro de la legalidad; que la parte no puede hacer referéndum frente al todo, sino que debe ser el todo el que haga referéndum sobre la parte; que si quien quiere hacer un referéndum permitirá que otras partes lo hagan en su interior; que Cataluña se quedará al margen de la UE, de la ONU y del mundo en general; que a dónde va Cataluña separada de España.
La verdad es que, después del famoso dictamen de la Corte Suprema del Canadá sobre los referéndums en Quebec y después del referéndum de Escocia el año pasado, todos estos argumentos, cargados de pedantería, doctrinas rebuscadas y dogmas muertos no valen ni el papel en el que se escriben ni la cinta en que se graban y quizá por eso ya no le ponen banda sonora.
Si los quebequeses y los escoceses pueden autodeterminarse pacíficamente en el seno de sendos Estados de derecho que, por supuesto, no reconocen el derecho de autodeterminación, sin que se hunda el mundo, la pregunta inmediata es ¿por qué los catalanes no, si España dice ser también un Estado de derecho?
Un solo argumento que respondiera a esta pregunta nos ahorraría a todos horas de debates más bien tediosos. Uno solo.
Pero no lo hay. No hay un solo argumento que justifique por qué los catalanes no pueden hacer lo que sí pueden hacer los quebequeses y los escoceses.
Lo único que hay es la catalanofobia y la cerrada negativa de los nacionalistas españoles a reconocer a los catalanes un derecho que, al menos cuando esos nacionalistas son de izquierdas, reconocen a los tibetanos, los saharauis e tutti quanti, pero no a los catalanes. ¿Por qué no? Por catalanofobia.
Al día siguiente, en una tertulia en RAC1 en Cataluña se nos preguntó a Suso de Toro, Ramón Lobo y a mí si España/Castilla podía reformarse, si era reformable. Mi respuesta, que tengo muy pensada, desde hace muchos años, es que no, de ningún modo precisamente porque España surge como Estado en la Edad Moderna en lucha contra la Reforma. La identidad de España, coincidente por la fuerza de las armas con la de Castilla, es la de la Contrarreforma. Castilla/España, abanderada del catolicismo, “luz” de Trento, es enemiga radical de toda reforma: lo fue de la protestante, lo fue de la del siglo de las luces, de la Revolución francesa, del positivismo burgués del siglo XIX, del europeísmo del XX y de la libre determinación de los pueblos en el XXI, sobre todo de los que ella domina.
Po odio, por catalanofobia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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