domingo, 7 de febrero de 2016

El golpe de Estado del Sobresueldos en Cuaresma / Ramón Cotarelo *

La vicepresidenta, a la que algunos llaman "Menina" y otros, más pérfidos, Maribárbola, anunció este viernes, en rueda de prensa posterior al Consejo de ministros, que el gobierno no pensaba comparecer en el Congreso a petición de este porque no está obligado a hacerlo pues fue investido por una Congreso anterior que ya no existe. De ahora en adelante, los conflictos que se den entre gobierno y Congreso habrán de dirimirse en la juisdicción contencioso-administrativa.

Es decir, la portavoz del gobierno se declaraba abiertamente en rebeldía y se ponía por encima del Congreso. Daba un golpe de Estado, al negarse a reconocer la competencia del Parlamento, constituido con arreglo a derecho, para controlar el gobierno.

El Sobresueldos, al amenazar a los catalanes (lo único que hace últimamente) los avisó de que, aunque el gobierno estuviera en funciones, la Constitución estaba plenamente vigente. Y la Constitución dice con toda claridad que el gobierno responde solidariamente ante el Congreso de los diputados. No este gobierno o aquel, no un gobierno en funciones o de pleno derecho. El gobierno. Punto. O sea, el órgano que preside el Sobresueldos y vicepreside Maribárbola.

Este gobierno no ha comparecido mucho ante el Parlamento al que, por su talante franquista, desprecia, ya que de 105 peticiones de comparecencia de la pasada legislatura solo respondió a cinco. Pero ahora, en efecto, se trata de otro Parlamento, uno que, es de esperar, muestre mayor dignidad y valor a la hora de defender sus prerrogativas frente a un gobierno que, según doctrina universalmente admitida, no puede ser otra cosa que un comité gestor de asuntos de la cámara. En su título V, la Constitución vigente obliga al gobierno en su conjunto y a cada uno de los ministros por separado a comparecer cuando la cámara lo reclame reglamentariamente. 

Es fácil de entender que para esta asociación de presuntos malhechores y franquistas palmarios, que se hicieron con el poder ilegítimamente, mintiendo en las elecciones de 2011, respetar los usos parlamentarios de una democracia es sumamente incómodo. Para ellos es más sencillo un sistema en el que el gobierno hace lo que le da la gana, ignora el órgano legislativo, actúa mediante decretos-leyes y no da cuentas nunca a nadie porque no. Es su estilo. El de Franco. El que han mantenido estos cuatro años, aprovechándose de una mayoría absoluta de diputados serviles en el Congreso, dispuestos a aplaudir y no cuestionar.

Pero las cosas han cambiado tras el 20D. El Parlamento se ha constituido y está en funcionamiento en pleno derecho. El gobierno esta en funciones, precisamente porque el Parlamento anda en la tarea de sustituirlo por otro que refleje mejor su composición. Pero, por estar en funciones, no queda libre del control parlamentario y sigue siendo un órgano con derecho a actuar siempre que goce de la confianza de la cámara.

Al declararse en rebeldía y negarse a comparecer, el Sobresueldos y Maribárbola se sitúan fuera de la legalidad constitucional y dan un verdadero golpe de Estado.

Ahora veremos si toda la cháchara de los partidos sobre el cambio, el progreso y la regeneración sirve para algo o es pura pantomima. Ante el reto franquista lanzado por esta banda de presuntos malhechores, todas las demás cuestiones pasan a segundo plano. El Parlamento no puede tolerar este desacato y tiene que actuar en contundencia. A ver si, por fin, recupera algo de la dignidad que perdió durante cuatro años, convertida en una cámara de tiralevitas.

Como el ataque es contra la Cámara en su conjunto, lo primero sería un pleno extraordinario con una moción de reprobación del gobierno en pleno y un aviso de que, de no comparecer a rendir cuentas en el plazo que se le indique y sobre lo que se le indique, el Parlamento comenzará los trámites para destituir al gobierno en un procedimiento extraordinario justificado por la rebeldía del ejecutivo.

Señorías: el Parlamento es el órgano máximo de poder del Estado. Es depositario de la soberanía popular. Puede hacerlo. Y debe. 
 
Cataluña manda
 
Para quienes sigan la política española, lo que está sucediendo en las relaciones con Cataluña tiene que provocarles verdadero regocijo. Cuando preguntaron a Rajoy qué pensaba de que hubiera un millón y medio de catalanes en la Diada, pidiendo la independencia, contestó, con su pasmosa inteligencia, que eso era una algarabía. Se trataba del habitual desprecio teñido de ignorancia de la oligarquía española en relación a Cataluña. Si los catalanes dan la lata, el nacionalismo español cierra filas y Santiago de España hará el resto, como en Clavijo. No tenemos tiempo que perder porque nos aguarda la unidad de destino en lo universal.

Hoy el de la algarabía no sabe qué hacer, a punto de desahucio en La Moncloa, de donde no quiere irse, enfrentado a todo el mundo, con el pacto anticatalán del PP, el PSOE y C’s a punto de romperse según solloza atribulado “El País”, no tiene ni idea de cómo desactivar la bomba de relojería de los 18 meses para la ruptura y que es lo que condiciona de forma absoluta la política de España hasta el punto de que el desastre de la crisis y el expolio perpetrado por una banda de delincuentes pasan a segundo plano. Eso sí que es un “tic-tac” y no el que fabulaba Podemos.

La situación de España es deplorable. No solo carece de estadistas, sino de meros políticos capaces de entender el mundo en el que viven y no desbarrar. El gobierno, compuesto por abogados del Estado, leguleyos y rábulas varios, cree que la política de un Estado moderno se resuelve con triquiñuelas de lo contencioso administrativo. Así, frente a la crisis constitucional que plantea Cataluña, que afecta a la estructura misma del Estado y su principio de legitimidad, responde con recursos y contrarrecursos y conflictos de competencias en su correspondiente papel timbrado, visado, legalizado, compulsado y registrado. Moviendo alguaciles, procuradores para frenar en las covachuelas judiciales, a la desesperada, la acción parlamentaria en representación de un pueblo en marcha.

Y lo hace ante un Tribunal Constitucional desprestigiado y deslegitimado por estar presidido por un militante del mismo partido del gobierno que recurre ante él para que le busque una salida a lo que no la tiene. Un Tribunal Constitucional que, con su inepta sentencia del 28 de junio de 2010 en la que negaba la condición de nación a los catalanes, perdía toda su autoridad en Cataluña. Un órgano reducido a la condición de una oficina de blanqueo judicial, para dar un disfraz jurídico (sin conseguirlo) a las arbitrariedades políticas del gobierno español. Este se vale para ello de una ley de reforma del Tribunal, impuesta con el rodillo de su mayoría parlamentaria absoluta y que hoy está impugnada ante ese mismo Tribunal.

El de la algarabía la tiene en casa y no sabe cómo salir de ella. Porque, entre otras cosas y aunque no dé crédito a la situación, Cataluña y los partidos independentistas catalanes tienen la llave de la formación del gobierno de España.

En las cómicas conversaciones entre fuerzas políticas españolas para formar gobierno, Podemos esgrime como baza decisiva para postularse de interlocutor del PSOE en detrimento de C’s que es el único que puede negociar con los independentistas catalanes porque, si estos no quieren, en España no puede haber “gobierno de progreso”. Otra petulancia, bravuconería y falsedad de los morados. No son ellos quienes pueden negociar con ERC y CiL sino En Comú Podem y, en concreto, Domènech, que no es lo mismo. Tan no es lo mismo que no es seguro que En Comú Podem vote con el grupo de Podemos en el Parlamento español según que cosas.

Y negociar ¿qué? Pues exactamente una abstención de los independentistas catalanes en la investidura de un hipotético gobierno de izquierdas españolas. A cambio ¿de qué? Ahí está el problema: a cambio de nada. Porque lo único que cabría ofrecerles sería un gobierno “de progreso” que aceptara un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Para muchos independentistas tal oferta ya no tiene interés pues creen haber pasado esa etapa y solo piensan en un referéndum organizado por ellos sobre la Constitución de la República catalana. Pero, aunque lo aceptaran como una especie de ensayo de lo otro, ¿cómo va a convencer Podemos al PSOE para hacer el referéndum? Sánchez es tan unionista como Rajoy, Rivera, Rubalcaba o Díaz. La oferta no solo pretende abusar de la buena fe de ERC y DiL sino también de la del PSOE en caso de que la haya. Por mucho que Podemos se llame Podemos, la palabra no hace la cosa y la verdad es que no pueden.

Resultado final: los independentistas tienen el gobierno de Cataluña y aplican la hoja de ruta a la independencia. Ese trayecto será más tranquilo y apacible si en España no hay gobierno que pueda obstaculizarlo. Y la llave para decidir si en España hay o no gobierno, o es preciso convocar nuevas elecciones la tienen esos mismos independentistas que gobiernan en Cataluña.

Puigdemont lanza el órdago de que a Madrid solo irán a negociar la fecha de la independencia. Con el añadido de que serán ellos también quienes decidan qué fecha será esa. 
 
Los galanes en la gala
 
Rousseau decía que si uno se encuentra en minoría frente a una decisión mayoritaria democrática de una colectividad, eso era señal de que uno se había equivocado a la hora de identificar el interés general.O sea, la mayoría no se equivoca nunca y, por lo tanto, los once millones de votos que llevaron al Sobresueldos a La Moncloa en un carro tirado por el engaño y la mendacidad, eran el interés general de España. 

Mis respetos al genio ginebrino pero sigo pensando que el interés general de España estará mejor servido por una coalición de PSOE + Podemos + IU, cosa muy posible si los de Podemos dejan de fanfarronear, de copiar a otros, adornarse con plumas ajenas y pensar que los demás son tontos. Por cuanto voy viendo es arduo. Pero no hay que perder la esperanza. Veremos qué pasa el lunes, cuando Sánchez haga públicos los puntos programáticos que ofrece como eje de un gobierno de coalición para el cambio. Probablemente no sea difícil conseguir la abstención de C's, cuando menos. Lo problemático será obtener el acuerdo de Podemos, cuyo sentido de la negociación parece dictado por Atila. 

La portada del país equilibra a la perfección la información escrita con el contenido icónico. Si en lugar del título que trae hubiera puesto "El País prefiere un gobierno de PSOE-Ciudadanos" quizá se ajustara más a la realidad. De hecho, el mensaje real, la carga subliminal, está en la imagen. Un dedo índice acusador apunta a un Iglesias encogido, mientras un poderoso Rivera extiende la mano abierta en símbolo de apertura y sinceridad. No le tiene en cuenta haberlo excluido apenas 24 horas antes de todo posible acuerdo con el PSOE. Se parece a Voltaire, cuando aconsejaba a Vauvenargues: "Un hombre como tú tiene preferencias, pero no exclusiones". 

Entre los dos, con las manos en los bolsillos, sin corbata y confiado. Sánchez parece el tercer juez del tribunal de los muertos en la mitología, Minos, el que tenía el voto decisivo. ¡Cuánto ha crecido este hombre desde que se colara casi de rondón en la Secretaría General del PSOE! Quizá no sean sus ocultas virtudes sino los evidentes vicios y defectos de sus contrincates las que le han colocado en donde está, pero no hay duda de que su golpe de audacia le ha dado una relevancia que es la envidia de los otros. A estas alturas, el único que no tiene por qué asustarse ante unas nuevas elecciones es, precisamente, él. 

Por lo demás, solo un  comentario sobre el acto de los Goya de ayer: así como hay actores y gente de la farándula que prueba suerte en la política, bien pudiera ser que Iglesias fuera un caso a la inversa, el de un político que, en el fondo, trata de situarse en el mundo del espectáculo, antes de que las responsabilidades del poder marchiten sus sienes.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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