En el centro del cuadrilátero, donde PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos se
juegan la gobernabilidad del país, se ubica la función moderadora de la
Corona donde se detecta una extrema frialdad ante el tacticismo de
Mariano Rajoy que ha descubierto en las nuevas elecciones su gran
oportunidad de ganar tiempo y mantener la Presidencia hasta el mes de
octubre. No en vano si hay elecciones el 26 de junio se tardará todo
julio en constituir las Cortes y el proceso de investidura se iniciará
en agosto con dos posibles meses de demora.
En la esquina del PSOE, Pedro Sánchez libra una desesperada lucha por
su investidura el próximo día 5, para la que solo cuenta con el apoyo de
Coalición Canaria (un solo escaño) y a la que le gustaría sumar los 40
votos de Ciudadanos para decir al PP que si ellos tienen 123 escaños él
suma 131 –o 136 si consiguen embaucar al PNV-, para ver si de esa manera
los poderes del ‘establishment’ consiguen que Mariano Rajoy se abstenga
y deje avanzar un gobierno PSOE-C’s.
Pero Rajoy ya ha dicho que no aceptará presiones de nadie, ni de los
empresarios ni del Palacio Real. Y tiene buenas razones para ello: la
primera es que los votantes y militantes (y muchos diputados) del PP no
entenderían que el partido que ganó las elecciones entregue todo el
poder al partido que las perdió, el PSOE.
Pero existe otra razón de peso personal: Pedro Sánchez le dijo a
Rajoy ante todos los españoles: “usted no es una persona honesta”. Y
además se ha negado a dialogar con él. Y en esas mas que tensas
circunstancias resultaría sorprendente que Rajoy regale al que le
insultó y lo margina la Presidencia del Gobierno, porque en ese caso si
quedaría probada su deshonestidad por traidor al PP y a sus votantes.
En el juego de las cuatro esquinas se adivina que Podemos, a igual
que el PP, prefiere el adelanto electoral aunque Rajoy se quede en
Moncloa hasta octubre. A Pablo Iglesias solo le interesa: la
vicepresidencia que pregona a los cuatro vientos; o elecciones. A
sabiendas que si lograra la famosa vicepresidencia tendría a Sánchez
como rehén y podría acabar con el gobierno de coalición cuando quisiera y
mas le conviniera a él electoralmente. Pero a Iglesias le interesan mas
las elecciones y le pide a Sánchez la luna de un referéndum
inconstitucional para Cataluña, impuestos a granel y un desmesurado
déficit público que acabaría con la convergencia fiscal de España con la
UE. Es decir lo imposible.
Todo eso mismo que ha rechazado el PSOE devolviéndole a Podemos sus
falsas cartas de amor llenas de tachones y rectificaciones, como lo ha
subrayado su portavoz parlamentario Antonio Hernando, lo que va a
provocar el estallido de la reunión de los ‘cuatro de la izquierda’ que
ha propuesto inocentemente Alberto Garzón, a quien Iglesias corteja y
deja hacer para meter en el zurrón electoral de Podemos el millón de
votos de IU.
Y es esa perspectiva de unión electoral entre Podemos e IU, que suma mas de seis millones de votos y dejaría al PSOE como el tercer partido nacional en unas nuevas elecciones, lo que aterra a Sánchez porque en ese momento su liderazgo en el PSOE estaría acabado y su sucesora en ciernes Susana Díaz sí pactaría la gran coalición PP, PSOE, C’s, con o sin Rajoy.
Todo ello conduce a la desesperación de Sánchez porque con C’s –si es
que finalmente le prestan sus votos en la investidura- no logrará salir
elegido presidente, y si avanza por el pantano de Podemos corre doble
riesgo: o se le subleva el Comité Federal del PSOE; o cae en las redes
de Iglesias, su pretendido vicepresidente del Gobierno.
Albert Rivera medita en la cuarta esquina con su discurso
constructivo pero a la vez peligroso para C’s porque corre el riesgo de
votar a favor de Sánchez el día 5 y teme que ello solo sirva para
estigmatizar a C’s como partido apéndice del PSOE de cara al posible
adelanto electoral.
De modo y manera que estamos ante un juego de las cuatro esquinas que
a la vez resulta ser un problema sin solución. Máxime cuando en tres de
las cuatro, las del PP, PSOE y Podemos, se mantiene un total
inmovilismo y animadversión de unos contra otros en menoscabo del
interés general.
(*) Periodista
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