La política española está condicionada por la cuestión catalana.
¿Cuál
es el obstáculo, el escollo, el nudo gordiano en el camino hacia un
gobierno de coalición de las izquierdas en España? El referéndum
catalán. De todo lo demás, según parece, se puede hablar; pero del
referéndum catalán, no. Es la divisoria, el hiato, el cleavage
que enfrenta al PSOE (referéndum no, bajo ningún concepto) y Podemos
(referéndum sí, como algo imprescindible) y les impide entenderse.
Están
muy quejosos los socialistas de la rueda de prensa de ayer de Pablo
Iglesias: que ha perdido el oremus, que no sabe en dónde está, que pide
un imposible y así demuestra que, en el fondo, no quiere gobierno de
coalición, que no sabe lo que dice, que tiene un problema de
identificación de roles, que se cree el ungido por el real dedo, cuando
lo es Sánchez. A pesar de todo, los socialistas se sentarán con Podemos,
pero solo para decir que referéndum, no, no y no.
Palinuro,
preocupado por las perspectivas del gobierno unitario sugiere estudiar
la comparecencia de Iglesias distinguiendo entre el fondo y la forma o
las formas. En cuanto al fondo de las propuestas de Podemos Palinuro las
considera correctas, viables, radicales y democráticas. Y sobre todo se
lo parece la propuesta de referéndum en Cataluña. Es una opción
democrática, de izquierda, que responde a una demanda ampliamente
mayoritaria en la sociedad catalana (entre el 70 y el 80% quiere
decidir) y no hay razones para oponerse a él o impedirlo. Esto es, no
hay razones de izquierda. Sí de la derecha, consistente en lo esencial
en hablar de la unidad de España como un principio metafísico apoyado en
una concepción orgánica de la nación típica del pensamiento conservador
y reaccionario al estilo de Burke.
Por
experiencia sabemos que la derecha habla siempre de la unidad de España
pero es quien más hace por destruirla. Basta considerar que ha sido el
gobierno/rodillo de Rajoy el que ha multiplicado por 2,5 los
independentistas catalanes. Pero, aunque el patrioterismo
nacionalespañol fuera sincero, la izquierda no puede compartir su
posición porque su defensa de la unidad de España no puede basarse en la
sinrazón, la fuerza, el organicismo, la imposición y la violencia sino
que deberá fundamentarse en la aceptación voluntaria de unos ciudadanos
libres. Al menos eso es lo que, en principio, quiere decir el patriotismo constitucional
si es que quiere decir algo. Lealtad voluntaria a un pacto
constitucional libremente establecido. Si alguno de estos datos faltan
(y faltan en la Constitución de 1978) la unidad solo puede garantizarse
mediante la fuerza, la violencia. Y ese no es ni podrá ser nunca un
criterio aceptable de la izquierda.
El
PSOE no tiene razones para oponerse a un referéndum en Cataluña. Si las
tuviera, las expondría; pero no las tiene. Y tampoco tiene nada que
ofrecer en su lugar. La propuesta de un federalismo que unos no saben en
qué consiste y los otros prefieren no saberlo, es una pura excusa. La
de una reforma de la Constitución -que tendrá que contar con el voto
favorable de su principal enemigo, el PP- lo mismo. Al final, el
argumento del PSOE es que los catalanes no pueden hacer un referéndum de
autodeterminación porque no. Y eso sigue sin ser un argumento de
izquierda. Como tampoco lo es la referencia farisea a la legalidad
vigente que hace el PP. Si hay un conflicto entre legalidad positiva
(que, por lo demás, los dos partidos dinásticos cambian cuando les da la
gana en un alarde de tiranía de la mayoría y desprecio por los derechos
de las minorías) y la legitimidad, la izquierda solo puede dar
preferencia a esta frente al derecho positivo que frecuentemente no es
otra cosa que la consagración de la injusticia.
Que
la derecha no quiera referéndum porque, en el fondo, no confía en la
nación a cuyo servicio dice estar, es normal, porque su política es
siempre de interés de clase y no nacional. Que no lo quiera la izquierda
solo puede entenderse como la enésima prueba de su cobardía. El PSOE no
quiere un referéndum como el que sin embargo han hecho los quebequeses
en dos ocasiones y los escoceses en una con el beneplácito de sus
respectivos partidos socialdemócratas porque, en el fondo, tampoco
confía en la nación que también dice defender. Como la derecha. En eso
son iguales.
Así
que la exigencia del referéndum por parte de Podemos, es muy acertada.
Ya va siendo hora de que España tenga el coraje de sí misma y de
resolver la cuestión catalana de modo democrático. Y el PSOE haría bien
en revisar su obstinada negativa y abordar la cuestión con valentía y
seguridad en sus propias posiciones. Además -argumento de atrición, que
dirían los teólogos- al final no va a quedarle más remedio porque,
cuando las cosas se compliquen más, será la Unión Europea quien imponga
ese referéndum.
Eso
en cuanto al fondo. En cuanto a la forma o las formas, la verdad es que
la comparecencia de ayer fue el habitual despliegue de arrogancia,
petulancia, con un punto de chulería y una retórica sencillamente
inadmisible. De vergüenza, vamos. Esas escenificaciones con el líder
proclamando las verdades rodeado de dummies que cada vez tienen
un aspecto más acartonado y soviético; esos ardides de presentar las
propuestas a la prensa antes que a la mesa de negociación, si es que
llega a constituirse una; esa jactancia de predeterminar el resultado de
unas conversaciones que no han empezado, ese permanente empujar y
atropellar, consiguen lo contrario de lo que, en principio pretenden.
Quitan la razón a los planteamientos de fondo y permiten que el PSOE se
agarre a las formas para ignorarlos con el argumento de que Podemos no
presenta propuestas sino imposiciones y ultimatums porque, en realidad,
no quiere que haya gobierno y prefiere ir a elecciones nuevas.
Bien,
si tenemos en cuenta los factores concomitantes, como que el PP está
literalmente hundido en el pantano de su corrupción y que, muy
probablemente, de haber elecciones nuevas, C's subiría a su costa,
Palinuro empieza a pensar que, en efecto, quizá no sea mala idea ir a
nuevas elecciones si el PSOE no flexibiliza su posición en torno al
referéndum.
¿Por
qué? Porque esas nuevas elecciones darían la respuesta a dos
contenciosos interrelacionados que ahora están en el aire y
contribuirían a clarificar y estabilizar la situación política. El
primer contencioso es el de la rivalidad entre el PSOE y Podemos por la
hegemonía de la izquierda. Con IU reducida a una condición pigmea, la
cuestión es que no será práctico ni conveniente para nadie que haya dos
partidos socialdemócratas, uno más de centro, como el PSOE y otro más de
izquierda, como Podemos. El segundo es que, como cada uno de los dos
partidos llevaría en su programa un sí o un no al referéndum catalán,
las elecciones, actuarán de hecho como una especie de referéndum
informativo acerca de qué piensa el electorado de centro y centro
izquierda en el país.
Ni
Pedro ni Pablo, ni Pablo ni Pedro son Alejandro Magno. El nudo gordiano
del referéndum solo puede deshacerlo el pueblo con unas elecciones que
sean un referéndum.
Reitero: la política española está condicionada por la cuestión catalana.
Reitero: la política española está condicionada por la cuestión catalana.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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