Los Gobiernos, por regla general, exhiben sus fortalezas y ocultan
sus debilidades. Pero el Ejecutivo de Pedro Antonio Sánchez se ha
habituado a amplificar con idéntica intensidad tanto sus logros de
gestión como sus derrotas parlamentarias. La aprobación de las enmiendas
a los Presupuestos es paradigmática. En el plano político es natural
que el PP no desaproveche ocasión de aventar el eslogan del ‘tripartito’
cuando PSOE, Podemos y C’s votan en bloque.
O que ponga en evidencia la
posible pérdida de fondos europeos al tocarse partidas finalistas o de
ayudas comprometidas a determinados sectores a causa de enmiendas de la
oposición. Lo que no se acierta a entender es el afán en mostrar la
supuesta falta de rigor de la oposición y su voluntad de erosionar al
Ejecutivo del PP a costa de evidenciar al mismo tiempo que está a merced
de otros en cuestiones clave para la gobernabilidad de la Región.
Sánchez va salvando escollos porque en última instancia encuentra un
salvavidas de Ciudadanos, que paralelamente le sacude con su discurso de
la regeneración y le hace rotos de campeonato, como ha ocurrido con
algunas de sus enmiendas. Ya no solo por el montante económico de la
retribución del mes de agosto de los interinos, el pago en 2016 del
resto de la extra de 2012 o la reactivación de la carrera profesional en
la sanidad pública, sino también por la carga política que encierran.
Todas ellas eran promesas del PP que el Gobierno tenía encauzadas, en un
caso a través de un acuerdo con los sindicatos en la mesa de la función
pública, pero que habían quedado postergadas para 2017. En otro caso
haciendo incluso frente a la primera huelga de la sanidad pública. Ese
paro fracasó por su escaso seguimiento, pero el Sindicato Médico, uno de
los convocantes, no lo olvida.
En un artículo que publicamos en páginas
de Opinión, su presidente, Francisco Miralles, señala que «lo más
coherente sería que gobernase otro o que dimita ante una presentación de
enmiendas que ha tenido un alcance nunca antes vivido en la Región».
Así bajan las aguas en la gran bolsa de votantes compartida por PP y
Ciudadanos.
De ahí también el toma y daca a cuenta de la concertada.
Petrificados con el asunto de los imputados, los populares han hecho
presa en el recorte de tres millones a la concertada respecto a lo
asignado, que pasa de 8 a 5 millones. Puede que esta cantidad sea
suficiente, como alega C’s en base a previsiones de la Consejería de
Educación, pero lo cierto es que igual que 22 diputados son menos que
23, matemáticamente 5 millones son menos que 8.
Y eso no es baladí en
estos momentos porque empieza a instalarse en el clima político regional
la percepción de que estamos en la antesala de una nueva convocatoria
electoral. Gobierno y oposición no hablan ni de cuestiones técnicas
presupuestarias y a la Asamblea deben llegar desde San Esteban leyes
relevantes que pueden sufrir otros vuelcos, como la del estatuto del
cargo público o las leyes de servicios sociales y de igualdad contra la
violencia de genero. Todos miran de reojo a los pactos que puedan
fraguarse en Madrid o a una eventual nueva llamada a las urnas. Y nadie
quiere verse pillado a contrapié en la Región, donde también pueden
suceder hechos políticos relevantes en el corto plazo.
El trasfondo de esta polémica es por tanto más político que
presupuestario. En los últimos años, las cuentas que salían de la
Asamblea nunca se cumplieron. La prueba es el déficit público acumulado
año tras año y que no solo es producto de la infrafinanciación, sino
también de previsiones de ingresos erróneas, del peso rampante de
proyectos fallidos en la deuda pública y de sucesos imprevistos, como el
terremoto de Lorca.
Esta vez, el consejero de Hacienda lo tendrá mucho
más complicado porque en algunas consejerías uno de cada cinco euros ha
cambiado de destino. Y además se establecen retribuciones de obligado
cumplimiento que no están reflejados en el Presupuesto con crédito
asignado y hay descuadres de fondos europeos que deberán reasignarse. En
definitiva, se ha parido un sudoku presupuestario que no convence a
nadie y que nadie sabe aún cómo quedará, ni siquiera de inicio.
(*) Periodista y director de La Verdad
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