España, Europa, el mundo, están sumidos en una profunda crisis, que no
es solamente económica, sino sobre todo una crisis de humanidad, una
crisis de valores éticos. Una expresión de esta situación es la
creciente desigualdad entre el mundo rico y el mundo pobre. Otro
indicador es el egoísmo colectivo y la indiferencia frente al fenómeno
de los migrantes y refugiados que huyen del hambre y de la guerra.
La situación en España es un reflejo de la crisis global. Persiste la exclusión social. Más del 50% de los jóvenes se encuentran sin trabajo y cerca de medio millón han 'huido' al extranjero. Crece la macroecomía, es decir, la economía de los bancos y de las grandes empresas, sin embargo, aumenta la pobreza, desigualdad y exclusión social. La corrupción y el desvío de grandes sumas de dinero a paraísos fiscales por altos dirigentes políticos es otro indicador de la degradación ética del sistema y de nuestros gobernantes, que es, asimismo, una ofensa a los españoles que viven bajo el umbral de la pobreza.
España, Europa, el Mundo «necesitan un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras, porque este sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los trabajadores, las comunidades, los pueblos, y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre Tierra. Un cambio que lleva consigo la globalización de la esperanza, que nace de los pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y de la indiferencia», señala el papa Francisco.
Cuando aparece un movimiento social o líder rompiendo moldes y proponiendo cambios profundos con programas sociales que benefician a los más desfavorecidos y apuntan hacia una nueva humanidad de justicia y equidad, se le descalifica tildándolo de 'populista', 'extremista', 'radical' y 'antisistema'. De tanto escuchar esta cantaleta en los medios de comunicación, la gente sencilla del pueblo llega a pensar lo mismo.
¿Quiénes lanzan estas descalificaciones? ¿No son acaso los que están instalados en el status quo, los que detentan el poder económico-financiero o están ideológicamente influenciados por el sistema? El miedo a perder sus privilegios les lleva a denigrar a aquellos que presentan un cambio a favor de los pobres. No quisieran que nada cambie, porque están bien acomodados en el sistema.
Si nos asomamos a Jesús de Nazaret, ¿qué vemos? Un profeta de Dios que recorre los caminos de Galilea proclamando la construcción de un mundo de justicia y fraternidad universal. Por eso Jesús sale al encuentro de los pobres, enfermos y excluidos de la sociedad. Los consuela y los sana de sus dolencias. Con estos signos de liberación hace presente el proyecto de Dios.
Jesús no se acomodó al sistema de su tiempo. Más bien se rebeló contra él. Descalificó el orden existente cuando dice: «Como sabéis, los jefes de las naciones se creen dueños de ellas y tiranizan a sus súbditos con gran poder, pero entre vosotros no ha de ser así. Al contrario, el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos». A un joven rico le dice que si quiere ser su discípulo debe entregar su dinero a los pobres. A otro rico, llamado Zaqueo, le exige compartir su riqueza con los pobres y devolver lo que ha robado. Condena al rico Epulón porque no compartió con el pobre Lázaro. Descalifica a los sacerdotes porque daban más importancia al culto que a la solidaridad. Expulsa violentamente del Templo a los que utilizan la religión para hacer negocios privados. Y alaba al samaritano que se compadeció, solidarizó y comprometió eficazmente con el herido del camino.
El mensaje y práctica de Jesús es profundamente radical. Señala que el criterio para salvarse no es la adhesión a dogmas, normas y ritos, ni siquiera la pertenencia a una religión, sino la práctica de la justicia, la misericordia y la fe sincera. En el 'juicio de las naciones' proclama que se salvarán los que se hayan solidarizado con los pobres: forasteros, inmigrantes, los sin techo, encarcelados, hambrientos, enfermos? aunque no conozcan a Dios.
Proclama que la vida de la persona está por encima de toda Ley. Por eso el sistema dominante lo acusó de ser un falso profeta, un impostor, un populista radical. Desde el primer momento, Jesús entró en conflicto con el sistema. Su práctica y su mensaje chocó frontalmente con el poder establecido, opuesto al plan de Dios.
Las autoridades religiosas hacen alianza con el poder económico, político y militar, para detener a Jesús. Es un subversivo, un extremista, un hombre peligroso. Lo descalifican ante el pueblo diciendo que «está endemoniado», que es «un mentiroso que engaña a la gente». Una noche la policía lo detiene, le hacen un juicio sumarísimo, lo torturan y lo condenan a muerte.
La historia se repite. El sistema económico–político-militar-religioso se prolonga hasta el día de hoy. Utiliza el miedo y la difamación cuando aparecen movimientos o líderes que buscan cambios profundos en la sociedad. Así hicieron con tantos hombres y mujeres que se comprometieron por un mundo más justo y humano. Recordemos a Gandhi, Luther King, Oscar Romero?
Jesús nos llama a ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes para no dejarnos engañar, al mismo tiempo que nos convoca a una revolución de la conciencia y del corazón, para ser hombres y mujeres que sueñan y luchan por el bien de la humanidad, desde los más pobres y excluidos.
La situación en España es un reflejo de la crisis global. Persiste la exclusión social. Más del 50% de los jóvenes se encuentran sin trabajo y cerca de medio millón han 'huido' al extranjero. Crece la macroecomía, es decir, la economía de los bancos y de las grandes empresas, sin embargo, aumenta la pobreza, desigualdad y exclusión social. La corrupción y el desvío de grandes sumas de dinero a paraísos fiscales por altos dirigentes políticos es otro indicador de la degradación ética del sistema y de nuestros gobernantes, que es, asimismo, una ofensa a los españoles que viven bajo el umbral de la pobreza.
España, Europa, el Mundo «necesitan un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras, porque este sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los trabajadores, las comunidades, los pueblos, y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre Tierra. Un cambio que lleva consigo la globalización de la esperanza, que nace de los pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y de la indiferencia», señala el papa Francisco.
Cuando aparece un movimiento social o líder rompiendo moldes y proponiendo cambios profundos con programas sociales que benefician a los más desfavorecidos y apuntan hacia una nueva humanidad de justicia y equidad, se le descalifica tildándolo de 'populista', 'extremista', 'radical' y 'antisistema'. De tanto escuchar esta cantaleta en los medios de comunicación, la gente sencilla del pueblo llega a pensar lo mismo.
¿Quiénes lanzan estas descalificaciones? ¿No son acaso los que están instalados en el status quo, los que detentan el poder económico-financiero o están ideológicamente influenciados por el sistema? El miedo a perder sus privilegios les lleva a denigrar a aquellos que presentan un cambio a favor de los pobres. No quisieran que nada cambie, porque están bien acomodados en el sistema.
Si nos asomamos a Jesús de Nazaret, ¿qué vemos? Un profeta de Dios que recorre los caminos de Galilea proclamando la construcción de un mundo de justicia y fraternidad universal. Por eso Jesús sale al encuentro de los pobres, enfermos y excluidos de la sociedad. Los consuela y los sana de sus dolencias. Con estos signos de liberación hace presente el proyecto de Dios.
Jesús no se acomodó al sistema de su tiempo. Más bien se rebeló contra él. Descalificó el orden existente cuando dice: «Como sabéis, los jefes de las naciones se creen dueños de ellas y tiranizan a sus súbditos con gran poder, pero entre vosotros no ha de ser así. Al contrario, el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos». A un joven rico le dice que si quiere ser su discípulo debe entregar su dinero a los pobres. A otro rico, llamado Zaqueo, le exige compartir su riqueza con los pobres y devolver lo que ha robado. Condena al rico Epulón porque no compartió con el pobre Lázaro. Descalifica a los sacerdotes porque daban más importancia al culto que a la solidaridad. Expulsa violentamente del Templo a los que utilizan la religión para hacer negocios privados. Y alaba al samaritano que se compadeció, solidarizó y comprometió eficazmente con el herido del camino.
El mensaje y práctica de Jesús es profundamente radical. Señala que el criterio para salvarse no es la adhesión a dogmas, normas y ritos, ni siquiera la pertenencia a una religión, sino la práctica de la justicia, la misericordia y la fe sincera. En el 'juicio de las naciones' proclama que se salvarán los que se hayan solidarizado con los pobres: forasteros, inmigrantes, los sin techo, encarcelados, hambrientos, enfermos? aunque no conozcan a Dios.
Proclama que la vida de la persona está por encima de toda Ley. Por eso el sistema dominante lo acusó de ser un falso profeta, un impostor, un populista radical. Desde el primer momento, Jesús entró en conflicto con el sistema. Su práctica y su mensaje chocó frontalmente con el poder establecido, opuesto al plan de Dios.
Las autoridades religiosas hacen alianza con el poder económico, político y militar, para detener a Jesús. Es un subversivo, un extremista, un hombre peligroso. Lo descalifican ante el pueblo diciendo que «está endemoniado», que es «un mentiroso que engaña a la gente». Una noche la policía lo detiene, le hacen un juicio sumarísimo, lo torturan y lo condenan a muerte.
La historia se repite. El sistema económico–político-militar-religioso se prolonga hasta el día de hoy. Utiliza el miedo y la difamación cuando aparecen movimientos o líderes que buscan cambios profundos en la sociedad. Así hicieron con tantos hombres y mujeres que se comprometieron por un mundo más justo y humano. Recordemos a Gandhi, Luther King, Oscar Romero?
Jesús nos llama a ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes para no dejarnos engañar, al mismo tiempo que nos convoca a una revolución de la conciencia y del corazón, para ser hombres y mujeres que sueñan y luchan por el bien de la humanidad, desde los más pobres y excluidos.
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