Había un 50% de posibilidades del sí y
del no. La mitad de la CUP quería investir a Mas. La otra mitad, no. Ha
ganado el "no" en el Consejo Político por una diferencia de seis votos.
No habrá investidura de Mas y, pues no parece que Junts pel Sí vayan a cambiar de candidato, habrá elecciones en marzo. La noticia desató los nervios ayer y hoy. "El País"
no puede disimular su alegría. Y Ciudadanos y el PP y la asociación
Sociedad Civil Catalana y, en general, todo el unionismo esspañol, que
da por muerto el proceso independentista.
Hay
quien dice que quienes apoyamos a la CUP, pero éramos partidarios de
investir a Mas, aparte de la desazón normal de haber perdido una
votación, tenemos un problema de seguir con nuestro apoyo. No hay tal.
No es la CUP, sino la mitad de la CUP la que ha rechazado a Mas. Podría
haber triunfado el "sí" y ello no lo convertiría en unánime tampoco.
Quienes simpatizamos con este movimiento seguiremos haciéndolo, aunque
tomaremos nuestras precauciones para no volver a perder. En verdad, el
problema lo tiene la propia CUP.
Y
tampoco ella sola. El escenario de nuevas elecciones plantea una
exigencia de reconsideración a todo el espectro político catalán. Ya
veremos si la CUP se mantiene unida o no. Ya veremos si Junts pel Sí conservan
o no su unidad. Ya veremos si Mas se postula al frente de CDC. Ya
veremos muchas cosas porque ahora está todo en el aire.
Es
pronto para reflexionar sobre esta campaña electoral si, por fin, se
convocan las elecciones. Hay factores nuevos como el auge catalán de
Ciudadanos y la fortaleza de la En Comú Podem. No están claras las posibles alianzas y los planteamientos. En un post de ayer, Sobre el "no" de la CUP,
Palinuro hacía algunas consideraciones y sostenía la conveniencia de ir
a las elecciones de marzo considerándolas el referéndum que En Comú Podem
dice defender y que, según parece, el Estado jamás autorizará. La
justificación se expone en ese post y no es preciso repetirla aquí.
Aquí basta con recordar el lema de las Reales Guardias Catalanas durante la guerra de Sucesión, donec perficiam (hasta
que triunfemos) para reflejar el espíritu que Palinuro cree observar en
el independentismo catalán. Es lógico. Tod@s aquell@s independentistas
que se dejan llevar por el desánimo, la frustración o la decepción y
todos los unionistas que celebran el "no" de la CUP como el final del
independentismo no pueden olvidar que se trata de una derrota
transitoria y no debida a la falta de apoyo al independentismo sino a
una cuestión política especifica, un traspiés que muchos ni entienden.
El fondo de la cuestión es el mismo: la opción por la República
catalana,algo que ha tomado cuerpo a lo largo de muchos años y no va a
disiparse por un resultado adverso en una votación que no era sobre esa
República, sino sobre un asunto colateral.
Esta
claro, con menos de tres meses para preparar la nueva confrontación, el
Estado seguirá siendo incapaz de reaccionar mientras que los
independentistas actuarán en el espíritu del lema de las Reales Guardias
Catalanas.
Repensar ¿qué izquierda?
Ignoro cuántos de esos izquierdistas
convocados aparecerán finalmente en la reunión garzoniana del día 9 para
"repensar la izquierda", aunque barrunto que pocos. Como están las
cosas Garzón podrá darse con un canto en los dientes si acuden
militantes y simpatizantes de IU y del PCE y no todos porque algunos
están muy enfadados con él, pues lo acusan de liquidacionista.
Aparte
del galicismo bastante insoportable del "repensar" (en español decimos
"volver a pensar") la convocatoria respira esa vieja manía comunista de
constituir "la izquierda" en un monopolio, siendo el dueño el
convocante. Eso y una evidente falta de respeto a las otras formaciones
de izquierda, singularmente el PSOE y Podemos. La desconexión con la
realidad es tan notoria que quien ha obtenido menos de un millón de
votos, considerándose representativo de una fantasmagórica mayoría social o cívica,
niega el carácter izquierdista de otras formaciones a quiene han votado
más de diez millones de personas pensando que votaban a la izquierda.
En verdad, Garzón no debe esforzarse por "repensar la izquierda". Basta
con que se esfuerce en pensar él. Simplemente.
Dedicado a esta tarea, nuestro hombre ha publicado un artículo, la izquierda en la que yo creo,
especie de manifiesto personal que no está mal, aunque, a fuerza de que
no se le note bandería o afición alguna, resulta tan etéreo y general
que probablemente podría suscribirlo todo el que lo lea, incluidos, por
supuesto, los que votan al PSOE y a Podemos y sus confluencias de
taifas. Como buen marxista, Garzón reitera la misión de la 11ª tesis
sobre Feuerbach, del autor de El Capital, pero se queda en la
primera mitad: "hasta ahora, los filósofos han interpretado de formas
distintas el mundo." Garzón parece creer que todavía queda mundo por
interpretar y de ahí su artículo. "De lo que se trata", añadía Marx, "es
de cambiarlo." Eso falta en el escrito del joven diputado pero no le
importa porque él es de IU y, aunque pretende "repensarla", solo es para
aumentar su peso como izquierda "transformadora".
Y aquí es donde está el problema. IU lleva decenios llamándose transformadora,
pero no ha transformado nada. Y ahora, con menos de un millón de votos y
dos diputados, todavía podrá transformar menos. Para ser más exactos,
nada.
En
otras ocasiones hemos señalado que el problema de IU (y el de Garzón
ahora) no es IU, sino el PCE. Por mucho que Garzón quiera "repensar" la
izquierda, mientras el intento tenga detrás al PCE del que él es
militante, no irá a ningún sitio. Parece mentira que gente que parece
lúcida, como este Garzón, no sea capaz de ver lo que ven todos: que el
comunismo ha sido un fracaso estrepitoso en el mundo entero y que los
partidos comunistas no ganan jamás elecciones en parte alguna si se
presentan como tales, razón por la cual lo hacen disfrazados y, aun así,
obtienen unos resultados patéticos.
¿Por
qué sigue habiendo comunistas? Y no comunistas como los de las utopías
al estilo de Moro o de Campanella, sino de esos positivistas que
declaran estar en posesión de una doctrina, el marxismo, a la que
consideran pura ciencia. Pertrechados con ella o un vademécum para andar
por casa, se consideran capaces de explicar mundo a pedir de boca y
orientar la acción hacia la revolución, como puede verse por su
clamoroso triunfo universal. ¿Por qué sigue habiendo comunistas? Pues
por la misma razón por la que sigue habiendo mitraístas, templarios o
rosacruces; porque el espíritu humano es insondable.
El
momento del comunismo pasó hace ya muchos años y cuanto antes se
percate Garzón de ello, mejor para él. Dejó, por cierto, un rastro
abigarrado y confuso, hecho de crímenes y heroísmo, de barbarie y
generosidad, de torturadores y torturados porque, como toda
manifestación humana, fue un híbrido de gloria e infierno. No hay
posibilidad alguna de revivir esa momia por mucho y muy concentradamente
que lo "repiense" Garzón.
Una
última consideración: los núcleos irredentos del comunismo suelen
calificarnos de "anticomunistas" a quienes sostenemos que su doctrina es
una antigualla que no se tiene de pie y lo mejor que pueden hacer es
olvidarse de ella. No es ilógico. También hay anticapitalistas,
antifascistas, anticlericales y varios "antis" más. Todos entendemos que
cualquier doctrina tendrá adversarios, con el mismo derecho a vivir y
expresarse que los partidarios, a veces, más: hay machistas y
antimachistas, esclavistas y antiesclavistas. ¿Por qué no comunistas y
anticomunistas? Porque los comunistas utilizan el término
"anticomunista" como una descalificación en sí misma. Basta con llamar a
alguien "anticomunista" para que se entienda que no es de fiar, que
tendrá intereses inconfesables o será un vendido o un criminal en
potencia. Suele completarse el término con el adjetivo "visceral". Un anticomunista visceral es
un ser problemático, escasamente humano y probablemente irracional. El
otro día, uno de estos administradores de la verdad eterna me llamaba anticomunista de taberna
lo cual, obviamente, roza el delirio. Esta terminología y semántica
absurdas son reliquias de los tiempos ya lejanos en los que el comunismo
todavía pintaba algo y gozaba del escaso prestigio que le daba su
gigantesco aparato de propaganda. Porque eso es lo único que el
comunismo ha hecho a mansalva: propaganda. Y en sus ecos alucinados
viven hoy sus prosélitos.
Sobre el "no" de la CUP
Incógnita despejada, no al gusto de todos. Ni siquiera de la mayoría. Pero está despejada y la situación ha cambiado.
Doy
por supuesto que Junts pel Sí no atenderá a la sugerencia de sectores
de la CUP de retirar a Mas y proponer a otro candidato a la presidencia.
Si lo hicieran, obviamente las cosas seguirían como estaban previstas.
Gobierno independentista y hoja de ruta. Y el resto de esta exposición
sobraría.
Es
lógico que los nervios y los sentimientos se desaten, dadas las
circunstancias. Insultando no va a conseguirse nada. Nadie ha engañado a
nadie y todos se han atenido a sus compromisos y convicciones. Episodio
cerrado.
Y
no hay mal que por bien no venga. Este nos ha servido para replantear
actitudes. Si uno cree que su objetivo es justo, razonable y factible,
uno perseverará, vencerá las adversidades y hará de necesidad virtud. Y
no dará por perdida una guerra por no haber ganado una batalla. Las
experiencias salen de las derrotas
A lo mejor no era tan buena idea ir a una independencia que seis votos de una asamblea de 3.000 personas puede truncar.
A
lo mejor no era tan buena idea correr, apresurarse, tratar de
aprovechar a toda costa la ocasión, ignorar debilidades e imaginarse
fortalezas que no eran tales.
A lo mejor es más conveniente consolidar proyecto, estructura, posibilidades y apoyo.
Dar un paso atrás para dar dos adelante.
En
una historia de cientos de años y ante la eventualidad de cambiar
radicalmente una realidad secular, tres meses no son un obstáculo
insalvable.
Tres meses para debatir de nuevo, para que cada cual explique su posición, sus decisiones y su proyecto.
Teniendo
en cuenta que las condiciones han cambiado notablemente. El bloque
independentista tendrá ocasión de demostrar su arraigo social de forma
más indiscutible, a las claras. Se enfrenta a unos adversarios más
bregados que los anteriores, como se ha visto con el nuevo vigor de C’s
por un lado y En Comú Podem, que introducen un factor de incertidumbre,
al que se sumará el imponderable de la posterior evolución de la CUP.
Los
estrategas del bloque independentista tienen tres cuestiones inmediatas
por resolver. 1) decidir si mantienen la oferta unitaria o no. 2ª)
decidir quién se presenta como candidato a presidente. 3ª) decidir qué
carácter tendrán esas próximas elecciones. Si las del 27 de septiembre
fueron plebiscitarias, estas, que son su repetición, también habrían de
serlo. Y lo serán. Pero ya no hay inconveniente en plantearlas como un
referéndum de hecho. Por supuesto, las tres opciones se influyen
recíprocamente: si no se mantiene lista única, la ideal del referéndum
no se pierde pero se debilita mucho en favor de la de unas elecciones
ordinarias. Y, desde luego, la cuestión del candidato incide sobre los
planes inmediatos de Mas y las posibilidades de CDC, lo cual, a su vez,
abre el pozo insondable de la relación entre el proyecto independentista
y los intereses de clase o, más concretamente, qué posición adoptará la
burguesía catalana habiendo ya llegado hasta aquí.
Mucha
gente objeta a esta idea del referéndum por diversas razones, algunas
plausibles como también lo son otras a favor. Pero no merece la pena
debatir sobre ellas por ahora. Habrá tiempo. Pero sí debe advertirse
que, en la campaña electoral esta determinación tendrá una importancia
adicional. La probable candidatura de En Comú Podem, momentáneamente al
alza, se presentará como la versión postmoderna de la tercera vía,
invocando la propuesta del referéndum de autodeterminación. Si el bloque
independentista no aclara esta situación, la opción que se ofrecerá al
electorado, entre otras propuestas, será: independencia ya sin
referéndum y con una DUI o algo parecido y referéndum por otro lado,
pero impreciso y probablemente supeditado a la negociación con el
Estado.
La
consideración de las nuevas elecciones de marzo como un referéndum de
hecho, desactiva el dilema convirtiéndolo en un voto por la
independencia sí o no aquí y ahora o en diferido. Es decir, igual que en
el 27 de septiembre, el resultado de las elecciones de marzo servirá
para legitimar la acción del gobierno. Lo único que este precisa, ahora
sí, es una mayoría indiscutible.
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