La Brunete. Si la prensa
"moderada" se pone así, no quiero pensar cómo estarán los herederos del
Alcázar, la División Azul y ¿Dónde vas Alfonso XII? Echando las muelas,
supongo. Un titular torticero, un editorial lleno de falsedades,
mentiras como noticias y llamadas histéricas al gobierno de
concentración. Eso es El País de hoy, un buen ejemplar de la
caverna. Cualquier coincidencia entre estas "noticias" y lo que pasó
ayer en Barcelona es pura casualidad.
Si por este diario fuera, Mas
estaría ya en la cárcel y Cataluña, intervenida. Y tienen la desfachatez
de llamar periodismo a esto. Su desesperación es comprensible: los
políticos españoles son un manojo de ineptos. Los del gobierno, además,
unos mangantes; y los de la oposición, unas pobres gentes tan inútiles
como aquellos a los que se oponen y a los que, en realidad, no se
oponen. A unos y otros Cataluña les suena al País de la Cucaña, gracias
a la "ñ" y, para cuando hayan aprendido a pronunciar el nombre del nou
president, Carles Puigdemont i Casamajó, las catalanas llevarán
quinquenios de independencia.
Mas. El País no
puede contar lo que pasó ayer en Barcelona porque el miedo le ciega.
Sigue empecinado en que la movilización social catalana es una manía de
Mas, al que considera el motor de la independencia. Ahora resulta que la
retirada del motor acelera esa independencia. Esto es mejor, si cabe,
que lo del núcleo irradiador, pues implica una patada a la lógica
aristotélica según la cual una cosa no puede ser ella misma y su
contraria al mismo tiempo. El País no vio lo que pasó ayer y, por tanto, no lo entendió, así que, si quiere enterarse, lea un Palinuro también de ayer, Gobierno en Cataluña y perdóneseme la inmodestia de citarme. Lo hago por no aburrir a l@s lector@s habituales con una repetición para que los de El País
entiendan una realidad sobre la que informan y de la que saben tanto
como de los indios mescaleros.
Ayer, Mas triunfó en toda la línea,
convirtió una derrota en una victoria, eliminó la posibilidad de unas
elecciones nuevas (en las que Colau y Podemos tenían puestas sus
ambiguas esperanzas), y no solo "avivó" la secesión, sino que devolvió
la esperanza y la ilusión a cientos de miles de catalanes y demostró ser
un político de una talla insólita en España, políglota, de nuestro
tiempo, capaz de articular ideas, con personalidad, a años luz de estos
mediocres del páramo hispánico, encabezados por ese semianalfabeto
hincha de fútbol que lleva cuatro años destruyendo el país que
desgobierna. Como Mas los lleva mejorando el suyo y poniéndolo a punto
para la independencia. Además, convirtió el lamentable veto de la CUP en
su consagración como próximo presidente de la República catalana. Y de
la CUP ya veremos lo que queda.
CUP.¡Qué
desastre! ¡Qué decepción! ¡Qué modo tan vergonzante de pasar de la
fraseología revolucionaria, la consistencia, la coherencia asamblearia,
etc., a un pacto vergonzoso de subalternidad que convierte su grupo
parlamentario en una mezcla de rehenes y comparsas de Junts pel Sí.
¡Cómo se nota que esta gente inflexible y doctrinaria puede vetar y
hacer daño, pero carece de malicia y experiencia parlamentaria para
resistirse a lo que le ha pasado! A cambio de investir a una "candidato
alternativo a Mas" (que es un hombre de confianza de Mas, nombrado por
Mas, quien se queda dando instrucciones y controlando el proceso en
estos decisivos 18 meses y en función de competencias que él mismo
determina), ha quedado atado de pies y manos como una especie de sidecar
de la moto de Junts pel Sí.
Para tratar de edulcorar este amargo trago,
la CUP publicó una nota en la que, mediante retórica
y disimulo, daba a entender que su derrota era una victoria. Para
desengañarse, basta comparar la nota de la CUP con el acuerdo real
(también a la derecha) con Junts pel Sí. Los simpatizantes de la CUP que
pedimos la investidura de Mas sufrimos una frustración con su veto. La
incapacidad de la organización de rectificar sin entregarse al vencedor
para que este la lleve humillada como las legiones romanas a
Vercingétorix es ya la decepción final. Parafraseando a Francisco de
Borja ("¡nunca más servir a señor que se pueda morir!") diremos "¡nunca
más simpatizar con quien no sepa estar a la altura que los tiempos
requieren!"
Porque hace falta ser verdaderamente inútil para vetar a Mas
como presidente con plenos poderes y responsabilidades para investirlo
como presidente en la sombra con los poderes pero sin las
responsabilidades. Y es que, si Mas da sopas con honda a todos los
políticos españoles juntos o separados, a estos infelices de la CUP los
deja sin saber lo que hacen y, desde luego, sin poder justificarlo
después. Por cierto, este acuerdo, que es una entrega completa de la CUP
a JxS ¿no ha de someterse a asamblea alguna?
España. En
España cunde el desconcierto, situación habitual de una oligarquía que
jamás se ha tomado el trabajo de entender el país que lleva siglos
esquilmando. Ni la oligarquía ni su aparente oposición que comparte con
aquella la ignorancia del país, los prejuicios sobre los nacionalismos periféricos y
su injustificada valoración de la nación española, aunque con unos
toques de leve progresismo. Desde el principio del año 2015 Palinuro
vino avisando de que las elecciones y, en general, toda la política
española estarían condicionadas por la evolución en Cataluña porque el
independentismo llevaba la iniciativa y los españoles no tenían nada a
que echar mano.
Bien se ve ahora. Nadie ha preparado nada, nadie tiene
una alternativa, nadie se tomó en serio la impresionante movilización
social catalana en pro de un Estado nuevo. Al contrario, Rubalcaba sacó
del baúl de la abuela un traje con olor a naftalina llamado federalismo
y en el cual no creía; Rajoy, sin duda el presidente más tonto que ha
aguantado este país desde los tiempos del general Narváez, calificó la
manifestación multitudinaria de la Diada de 2012 de algarabía y
este buen hombre, Sánchez, hechura de Rubalcaba agita el espantajo
federal mediante una reforma constitucional que tampoco podrá llevar a
cabo.
No
estoy seguro de si el PSOE podrá resistir la presión para que, dadas
las circunstancias, se forme una gran coalición de PP, PSOE y C's. Si lo
hace solo le quedará la vía de un gobierno de izquierda para el que
necesitará el apoyo de Podemos y ERC más Democracia i Llibertad, lo cual
es imposible porque todos ellos pedirán el referéndum de
autodeterminación al que Pedro Sánchez, español y mucho español, se
niega. Así las cosas parece imposible evitar nuevas elecciones que se
harán, cómo no, con la vista puesta en Cataluña. Si el PSOE no resiste
la presión y forma gobierno con el PP, no solamente se hundirá él, como
le vaticinan todos los analistas sino también el PP y, mira por dónde,
si Podemos y Ciudadanos no terminaron con el bipartidismo dinástico (al
que pretenden sustituir) esa tarea puede estar reservada a la República
catalana.
Menuda lección
Menuda lección de política de altos
vuelos ha dado Mas a todo el mundo. Ya quisiéramos tener en España
alguien de esta categoría, alguien capaz de diseñar una salida de este
calibre al lío catalán, encauzarlo y poner de nuevo la máquina en
movimiento con la elegancia de quitarse de enmedio. Alguien capaz de
explicar el asunto en catalán, español, inglés y francés, a diferencia
del pobre hombre de La Moncloa, que no sabe ni expresarse en su lengua. Y
alguien capaz de recuperar el movimiento, a toda velocidad y con
garantías de estabilidad para llevar a cabo su programa porque, además,
ha aniquilado a la CUP.
Un
paso al lado es un paso al frente. Un presidente en funciones es un
presidente permanente. Un expresidente es un presidente que se hace a sí
mismo.
De
él se dirá que puso el proceso en marcha, lo sostuvo contra los
ataques, fue procesado por él y lo salvó cuando lo necesitaba sabiendo
que hacer renuncia a lo formal salvaguardaba lo material y esencial. Se
dirá que, llegado el momento de hacer realidad lo que se dice, hay quien
lo hace y quién no. Que la prioridad retórica se convierta en realidad.
Se
dirá que fue él quien supo poner el país por delante de su partido y de
su persona, entendiendo por el país, la gente que lo habita. Toda la
gente.
Y
sobre todo se dirá que saber convertir una retirada y una derrota
fáctica a corto plazo en una victoria política y moral a largo plazo no
está al alcance de cualquiera, sino solo de los grandes.
Con
su decisión de ayer, Artur Mas ha dejado de ser el presidente en
funciones de la Autonomía catalana para pasar a ser el presidente in
péctore de la próxima República catalana, su fundador.
Eso
en cuanto a los aspectos morales de la decisión de ayer. Pero esta
dimensión moral vino encajada en un marco pragmático que asegura que
tanta inteligencia y tanto sacrificio, tanto tesón y tanta paciencia no
vayan a perderse después en las contingencias caprichosas de la política
práctica. Ese marco pragmático consta de los siguientes elementos:
El presidente, Carles Puigdemont, propuesto por el propio Mas, goza de su confianza antes de solicitar la del Parlamento.
Dos
diputad@s de la CUP pasan a integrarse en el grupo parlamentario de
Junts pel Sí y, actuando al modo de los antiguos rehenes en las guerras
del pasado, garantizan la estabilidad del gobierno de la Generalitat
para los próximos 18 meses.
En
asunción de sus errores, dos diputad@s de la CUP causarán baja y serán
substituid@s por otr@s dos como garantía suplementaria de la dicha
estabilidad de gobierno.
El
grupo parlamentario de la CUP se compromete a apoyar siempre al
gobierno de JxS y a no votar nunca en ningún caso con los grupos
contrarios al derecho a decidir. Los tres meses de negociaciones hasta
la fecha han mostrado qué disfuncionales pueden ser las sorpresas y
altibajos en la realización de un proyecto colectivo de todo el país,
que no puede estar a merced de lo que decidan grupos movidos por
lealtades parciales.
El
gobierno llevará adelante la hoja de ruta en los 18 meses hasta
preparar el nuevo escenario que, elecciones mediante, pueda alumbrar el
camino a la República catalana.
Obviamente,
esta decisión –de una complejidad, sutileza e inteligencia notables-
aleja el peligro de elecciones nuevas que, como dijo Mas, solo podrían
traer caos a Cataluña. Igualmente tranquiliza a la població,
especialmente los votantes independentistas, que ven compensadas sus
tribulaciones últimas con un acuerdo que, sobre su altura moral, añade
una seguridad pragmática que garantiza el cumplimiento del programa
previsto.
En
ningún momento se ha mencionado que este acuerdo se hace en un contexto
de especial debilidad del Estado que carece de gobierno; el que tiene
en funciones está absolutamente desprestigiado en el interior y el
exterior y no parece que vaya a resolver este desconcierto en el corto
plazo por la evidente incompentencia de los políticos españoles que,
sumados todos ellos, no dan un Mas. Porque en todo conflicto –y el de
Cataluña/España lo es- no basta con que las propias fuerzas estén
preparadas y tengan un mando esclarecido. Si, además, el adversario
carece de preparación y de mando, la tarea se facilita.
Todo
lo anterior se refiere al pasado y sobre todo al presente. Pero la
comparecencia de Mas, añadió a su dimensión de político la de estadista
que indudablemente tiene y perfiló también el futuro. Habló de los
costes y los beneficios de la decisión, tanto personales como
institucionales que, por supuesto, están mezclados. Y ese parlamento fue
más importante aun que el propio acuerdo que glosaba porque acabó
siendo la verdadera garantía del proceso, la que todo el mundo entendió
aunque no se formulara: él se va, pero se queda.
Mas
no abandona la política, queda como expresidente y, por si alguien duda
del alcance de sus palabras, aclaró que las competencias del
expresidente las decidiría él mismo. El modelo del dualismo
Putin/Medveded quedaba esbozado. El expresidente tutelará el rumbo a la
República con todas las consecuencias, incluidas, claro es, las amenazas
judiciales españolas.
Además
dedicará los 18 meses en cuestión a refundar CDC, muy probablemente a
lo largo de la línea de un movimiento con cierto eco gaullista y, al
final, deja abierta la puerta a la posibilidad de presentarse a las
próximas elecciones como legítimo aspirante a ser el primer presidente
de la República catalana de la que ya lo es in péctore desde ayer.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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