Los focos de
tensión nacionalista o separatista que se extienden intermitentemente
por el norte, nordeste y este de España, desde Cabo Finisterre hasta
comarcas meridionales de la Comunidad Valenciana, además de las
Baleares, evidencian los condicionantes geopolíticos propios de una
geografía poco dotada para facilitar la unidad orgánica de los pueblos
que se asientan sobre sus fragmentados espacios. Mantenerlos unidos es
muy difícil, como atestiguan numerosos acontecimientos remotos y
actuales.
En
Europa, hay otros espacios geopolíticos poco favorables a la
unidad de las sociedades que sobre ellos se asientan. Por ejemplo,
Alemania. Y por muy distintas que sean las características físicas
de su constitución geográfica respecto de las de la Península, la
geografía ha determinado con igual fuerza su destino histórico.
En el caso de España, me referiré a su temprana unidad política
(finales del siglo XV) y en el caso de Alemania a la consecución de
esa unidad casi cuatro siglos después.
Antes de seguir con el
argumento, vayan unas notas sobre los espacios geográficos de una y
otra nación. La Península Ibérica es un inmenso (en términos
europeos) territorio cuyas regiones se hallan separadas por
cadenas de montañas, y largas fajas de territorios poco
favorables al asentamiento humano, que la recorren de este a
oeste, y otras menos extensas que son feraces y favorables, pero
periféricas.
Estas condiciones determinan la aparición
de entidades políticas separadas, si no enemigas, que son además
relativamente pobres en recursos. En el territorio
peninsular sólo hay un rio navegable, en un corto trecho, el
Guadalquivir, el cual sólo jugará un papel histórico importante a
partir del XVI. Una cadena de montañas separa a España del
continente europeo, los Pirineos, que sólo ofrecen dos pasos más o
menos amplios en sus extremos este y oeste, que los pueblos
asentados sobre ellos quieren guardar para sí, con mucho celo.
Una
extensa costa proporciona a los territorios algunos puertos
naturales que los abren a los tráficos hacia los cuatro puntos
cardinales. El acceso a las diferentes fachadas marinas es otro
factor adverso a la unidad, pues cada una de ellas mira
preferentemente a los reinos y señoríos que se sitúan en las
orillas opuestas, no entre ellas.
Alemania se ha construido sobre un espacio encuadrado por el Rin al
este, la vertiente norte de los Alpes y los Montes Metálicos al sur, y a
lo largo de variables límites a lo ancho de vastas llanuras que se
extienden desde el mar del Norte a los confines de Polonia, y que
hasta la primera mitad del s. XX tocaban los de Rusia en el enclave
de Prusia Oriental. Posee además ríos navegables y puertos sobre las
rutas comerciales más importantes de Europa.
Mientras España
sólo fue ocupada total o casi totalmente por romanos, visigodos y
árabes, y sólo ha sufrido una invasión transitoria moderna de
alguna importancia, la de Napoleón, Alemania ha sido invadida por
multitud de pueblos: romanos, francos hunos, polacos, lituanos,
suecos, rusos, austriacos, etc,, y ha sido ocupada
innumerables veces por ejércitos extranjeros. Sus planicies
del norte son un corredor ideal para cualquier ejército invasor.
Los vectores geopolíticos de Alemania le llevaban a guerras con
Francia por el Rin, con Rusia y Polonia por las llanuras orientales,
con Suecia y Dinamarca por el Báltico, y con Austria por la hegemonía
sobre toda Alemania.
Roma y Francia en las historias de España y Alemania
¿Qué
factores geopolíticos determinaron que la unidad política de
España se produjera a finales del siglo XV, y la de Alemania casi
cuatro siglos después? Estas son las diferencias que lo explican.
Respecto de España, Roma (que, no se olvide, tenía la potestad de
investir los reyes como soberanos legítimos) operó en sentido
generalmente favorable a la unidad de los reinos españoles, en
razón del propósito común de la lucha contra el Islam, lucha
extendida por todo el frente mediterráneo, del que dependía la
seguridad y prosperidad de los estados pontificios.
En
cuanto a Alemania, el interés de Roma fue, desde la división del
imperio carolingio, la debilitación de los emperadores
alemanes por su pretensión de extender sus dominios a Italia.
Clave de la política pontificia era el flanqueamiento de Alemania
por cuenta de un gran reino, el de los francos, que ambicionaba el
dominio de las dos orillas del Rin.
Francia y sus Reyes
cristianísimos son, además, clave en el desarrollo geopolítico
de los reinos españoles. De modo casi constante, la Corona de Aragón
chocaría con los reyes franceses por razón de las disputas por el
dominio sobre la Provenza y la Saboya occidental, más tarde
circunscritas al Rosellón, París tenía un fuerte interés político
en apoyar a Castilla frente a la Casa de Aragón y su brazo naval, el
condado de Barcelona. Cuando éste se dispuso a extender su dominio
sobre los reinos italianos (Sicilia, Cerdeña, Nápoles), la enemiga de
Francia fue inexorable, y tendría su punto de choque armado en el
Rosellón y Nápoles.
Pero retomemos el argumento que trata de
explicar la pronta unidad política de los reinos españoles y la
tardía unión alemana. La España cristiana está formada por reinos
relativamente pobres, y además son muchos. La unidad tiene que
buscarse deliberadamente, porque la competencia por el botín
árabe, por sí sola, lleva a guerras internas en la Cristiandad
peninsular. Hay voluntad constante en el reino de Castilla por
consumar la Reconquista.
Desde principios del s. XIII, sus
reyes fijan sus ambiciones en Andalucía, que está ahí, al sur de
Sierra Morena. A estas alturas del tiempo, Francia lleva dos siglos
influyendo sobre Castilla: la orden de Cluny introduce en el reino
el rito romano y el arte gótico, el régimen señorial francés
inspira al castellano, la política matrimonial de los dos reinos
afianza intereses comunes, etc.
Castilla mantiene su
designio de reconquista a través de la voluntad de tres reyes:
Alfonso VIII, Fernando III e Isabel I, cada uno inspirador de un
designio decisivo: conquistar la cuenca del Guadiana, la del
Guadalquivir y el Reino de Granada, respectivamente. El matrimonio
de Isabel con Fernando de Aragón es el fruto de un proyecto
castellano a largo plazo: colocar en el reino de Aragón un rey de la
casa castellana de Trastámara. El Compromiso de Caspe es un
acontecimiento que los nacionalistas catalanes deploran con
toda su alma. El trastámara Rey Católico no es precisamente el
héroe de la historiografía nacionalista catalana.
Designio y voluntad, en su correspondiente marco geopolítico
He
atribuido un ‘designio’ a los reyes de Castilla y Aragón. Esa palabra
indica un propósito de la voluntad y un cálculo de la razón sobre
lo que es posible o necesario hacer para conseguir un objetivo
geopolítico de máxima importancia. En los casos de las coronas
de Castilla y Aragón, ya están indicados más arriba: la
recuperación para la Cristiandad de los ricos territorios
árabes.
A finales del XV se produjo además algo muy
importante: un rediseño de la política internacional de los
reinos españoles, que supuso un verdadero ‘renversement’ de las
alianzas de Castilla, consecuencia de su unión con Aragón, pues ése
era el cálculo que guiaba al príncipe aragonés Fernando con su
matrimonio con Isabel. Castilla, o si se prefiere decir ahora España,
pondrá parte de su tesoro y de sus hombres a defender el imperio
italiano conquistado por Aragón, lo que abrirá dos siglos de enemiga
y guerras entre los reyes españoles y los franceses, y que sólo se
cerrará en 1700, cuando el duque de Anjou sea elevado por el Habsburgo
Carlos II al trono de España. Hecho que, si hemos de creer a los
nacionalistas, resultó catastrófico para Cataluña.
Estos
acontecimientos proyectan, de la forma que veremos en otro
momento, su sombra, o si se prefiere su influencia, sobre los
acontecimientos actuales, y explican en gran parte el origen del
conflicto planteado por el secesionismo catalán. Me referiré en
otro artículo a esta conexión. Es la parte más interesante de esta
historia.
Pero volvamos a Alemania: allí también está presente el designio de
la unidad, como consecuencia imprevista de las guerras
napoleónicas. Pero hacía falta realizarla. Y se realiza, como en
el caso de la unidad española, por la voluntad y el designio de un
personaje poderoso y excepcional, el canciller Otto von
Bismarck, y también como en España, resultado de una serie de
guerras ‘geopolíticas’ (contra Austria y contra Dinamarca), hasta que
Bismarck galvaniza la voluntad de los alemanes en favor de la unidad
mediante la victoria sobre el emperador francés, Napoleón III, en
1870, y la recuperación de territorios del Rin perdidos ante
Francia. Con la proclamación del II Reich Bismarck logra una cumbre
histórica de Alemania.
Así pues, la geografía y la voluntad,
tanto de individuos como de pueblos, “hacen” la historia que nos
toca vivir. Los orígenes de lo que nos pasa en relación con Cataluña
viene explicado admirablemente en un libro reciente: “Cataluña y
el absolutismo borbónico”, de Roberto Fernández, Premio Nacional
de Historia 2015. Lo comentaré cuando lo acabe de leer, y les
transmitiré algunas de sus claves para explicar el origen del
conflicto.
(*) Periodista
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