El bipartidismo resiste. Diezmado y zarandeado, pero resiste. Eso, en
España. La Región de Murcia es cosa aparte, porque hasta las últimas
autonómicas no existía tal cosa, sino algo aún más extremo: el
unipartidismo.
Llegábamos a estas elecciones con un tanteo desde
2011 cifrado en 8 a 2, el equivalente a la goleada de ayer del Madrid al
Rayo. El 20N ha contribuido a bajar al PP de la estratosfera y a
ponerlo en la dimensión en que todos comparten el aire que se respira.
Pero no ha sido el PSOE el que ha tirado del hilo para atraer la cometa,
sino que han debido ayudarle las dos nuevas fuerzas, Ciudadanos y
Podemos. Los socialistas murcianos han interpretado el papel de Don
Tancredo, sin sumar ni restar respecto a 2011, y el trabajo de limar al
PP se lo han hecho otros. Es más, ha sido Ciudadanos el que ha contenido
a Podemos, que hurgaba en los dominios del PSOE.
El partido
liderado por González Tovar es desde ayer la cuarta fuerza política en
el municipio de Murcia y la tercera en Cartagena, que se dice pronto. El
chorreo en la pérdida de votos, elección tras elección, es inenarrable.
En las autonómicas consiguió más diputados perdiendo miles de
sufragios, y en estas generales ha mantenido sus dos escuetos escaños
del 2011 gracias también al fraccionamiento porcentual del espectro
político. En realidad, podría decirse que el que más se beneficia de la
aparición de C's y Podemos es el PSOE, pues con menos votos consigue
mantener su representación anterior.
En consecuencia, la Región
presenta una variante específica respecto a la estamentación de los
cuatro partidos: Ciudadanos es la tercera fuerza cuando en el conjunto
nacional ha resultado la cuarta. Dado que esta es la única variante
respecto al hit parade general, y que en las elecciones autonómicas el
partido de Rivera fue superado por Podemos, sobre el que ahora se ha
impuesto, cabe deducir que el electorado ha premiado en Murcia la
política de oposición frente al PP que ejerce Ciudadanos mientras la del
PSOE les debe parecer que ni fu ni fa.
El PP ha perdido tres
diputados respecto a 2011, pero ha obtenido los cinco que se había
propuesto para este combate, por lo que cabe deducir que su misión
electoral ha concluido con éxito. En realidad, a efectos de escaños, el
resultado en Murcia de las generales es la réplica de la distribución de
diputados en las autonómicas, es decir, mitad y mitad: el color azul
cubre medio pastel mientras el otro medio es para el arcoiris, sin que
haya alguna franja predominante. La resistencia de los populares en
Murcia constituye un fenómeno de estudio, y como es imposible atribuirla
a sus méritos, pues el binomio ineficacia-corrupción es más que
notable, habrá que volver la vista hacia la oposición incapaz, incluso
en su reconstrucción en diversos escuadrones de impugnar esa latente
potencia.
El resultado electoral en la Región se corresponde con
exactitud milimétrica, en cuanto al reparto de escaños, a la
auscultación del CIS previa al inicio de la función, una encuesta que
también trazó la tendencia general, con ligeras variantes, del
escrutinio estatal. Esto puede llevarnos a considerar sobre el papel que
el influjo de la campaña electoral ha sido irrelevante, pues en nada ha
trastocado el marcador previsto.
Los feudos tradicionales,
indestructibles y en constante ascenso del PP desde el aznarato -Madrid,
Valencia y Murcia- han sido han sido duramente tocados, pero la
particularidad de la resistencia máxima corresponde a Murcia (Entonemos
la entrañable canción: «El patio de mi casa es particular...»). Hasta
esta Comunidad llega el fragor del cambio, pero a la hora de la verdad
queda apagado, bien por la fortaleza del PP, bien por la precariedad de
la oposición. Nada que objetar a Ciudadanos y a Podemos, que vienen de
la nada y han cumplido sus objetivos, pero el PSOE debiera hacérselo
mirar, pues si se sintiera complacido con el mantenimiento del patito
significaría que, además de conformidad en la derrota, mantienen
voluntad de consunción.
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