Rajoy se propone anunciar a lo largo del último tramo de campaña algunas
medidas sociales novedosas e ingeniosas, pero no se decidirá a proponer
la que nos gustaría a todos. Esto es, que cada español reciba cada mes
una caja de puros con un sobre que contenga un buen número de billetes
de quinientos euros en negro. Es la medida que él mismo se aplicó
mientras fue ministro, según registran profusamente los apuntes de su
amigo Bárcenas «Luis, sé fuerte», y expresa un gran egoísmo al no
facilitar que el resto de ciudadanos podamos compartir unos extras que
tan bien nos vendrían.
Rajoy está ´tocado´ por la corrupción, no
sólo por consentirla sino por protagonizarla en primera persona. Pero a
pesar de la descarga de conciencia crítica que ha traído la crisis
económica, derivada en parte de un sistema de corrupción estructural, el
PP se sigue resistiendo a pedir perdón y hacer tabla rasa, para lo que
serían exigibles responsabilidades y, desde luego, el apartamiento de
quienes han creado ese lodazal. Por el contrario, las ´medidas
anticorrupción´ elaboradas por el Gobierno y presentadas como tales,
apenas disimulan que, en realidad, son actuaciones para la protección de
los corruptos. Véase, sin ir más lejos, la modificación de la Ley de
Enjuiciamiento, que además de introducir eufemismos para desestigmatizar
a los sospechosos de incurrir en delitos, establece fuertes
limitaciones de tiempo a los jueces y fiscales para la investigación de
tramas que, por su naturaleza, suelen ser complejas, y esto sin dotar a
los tribunales de más medios.
Si a lo anterior se añade la ´ley mordaza´
que castiga a quienes osen manifestar su indignación por estos desmanes
del poder y costriñe una de las libertades básicas de la democracia,
tenemos el marco completo. El Gobierno del PP se ha blindado contra las
consecuencias de un modo de proceder en el partido que lo sustenta que
tiene la corrupción implantada en su ADN, y ha creado un estado de
naturaleza que no impide que la mayoría de sus dirigentes y, desde
luego, de sus militantes y votantes estén por completo ajenos a estas
prácticas, si bien nadie puede alegar que las desconoce. La publicidad
de los casos de corrupción, corruptelas y actuaciones impropias no sólo
no parece crear afectación en quienes las protagonizan sino que éstos
han acabado dotándose de una coraza de cinismo que incluso les permite
denunciar con adjetivaciones feroces a quienes les afean el
comportamiento o les reclaman responsabilidades. Algunos están a punto
de presumir de corruptos, y lo harán porque observan que las
consecuencias electorales, que es a lo único que temen, no son
instantáneas, y cuando las ven venir, lanzan oportunas operaciones de
recambio y activan las puertas giratorias dentro o fuera de la política.
La corrupción, que ya es un mal por sí mismo, va íntimamente
ligada a la ineficacia y, desde luego, a la crisis económica. Son vasos
comunicantes. Pero el primero, que están en la raíz de todo, no es
inevitable, como se quiere hacer creer. Y menos cuando políticos como
Rajoy la relativizan, la desdeñan como asunto prioritario o intenten
relegarla con señuelos de crecimiento económico y otros conformidades,
lo cual no deja de ser un modo de intentar contaminar a la sociedad de
su propio espíritu de relativización. El caso más reciente, que delata a
un diputado y a un embajador del PP que cobraban comisiones millonarias
por negocios en el extranjero ´cafelitos', ya saben ha sido
pretextado como una función en beneficio de las empresas españolas en el
exterior, lo que ya nos deja sin palabras.
Y ahí siguen ambos
personajes, en sus cargos, uno de ellos candidato electoral del 20M.
Rajoy va y viene por España desayunándose cada día con algún escándalo
nacional o regional, y parece inmunizado. En Murcia, en el mitin
previsto estaba anunciada la intervención de Valcárcel como telonero
(aeropuerto, desaladora, principio del fin del trasvasismo, paro
infinito, recortes, déficit, superdeuda, casos de corrupción a
cascoporro, bodas, bautizos y comuniones) pues tienen la seguridad de
que quien ha acabado protagonizando una gestión tan desastrosa es el más
adecuado para seguir pidiendo el voto a los murcianos. Y es que todavía
quedaron en pie algunas cosas.
No es serio. De modo que el lema
también es cínico, consecuencia de esa actitud de apropiarse de los
conceptos para desactivarlos. España en serio, sí, pero en decente.
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