Pedro Sánchez ha quemado sus naves en el palacio de la Moncloa al
bloquear todo acuerdo con el PP. Y le ha echado más leña a ese fuego
‘purificador’, donde él se va a inmolar, rechazando un pacto tripartito
PP-PSOE-Ciudadanos como el propuesto por Albert Rivera en defensa de la
unidad y estabilidad de España, lo que Sánchez ha calificado de
‘frentismo’ (sic).
Acto seguido y tras imponer sus ‘líneas rojas’ a PP y a Ciudadanos,
Sánchez declaró que hay que suprimir todas las ‘líneas rojas’ (otro
sic). Y en un alarde de entusiasmo se ofreció como candidato para
presidir un ‘Gobierno progresista del cambio’. Para lo que pide a Pablo
Iglesias que retire las ‘líneas rojas’ del referéndum catalán. Las que
con tanto esmero pintó Ada Colau a la puerta de Podemos, tras obligar a
Iglesias a rectificar su programa electoral.
Además está claro que Pablo Iglesias nunca apoyará a Pedro Sánchez
para Presidente del Gobierno, porque no lo considera. Antes incluso
propone a ‘un independiente’ para ese cargo, porque en realidad lo que
Pablo Iglesias pretende es ser el Alexis Tsipras español y convertir el
PSOE en el PASOK con la ayuda de Sánchez.
Como guindas de su pastel de ocurrencias Sánchez desafió a Susana
Díaz, a la que recordó que él manda en el PSOE, por eso de ‘la cultura
del partido’ que mencionó Felipe González. Y a sus adversarios en la
política (PP y C's), a los que acaba de despreciar, les conminó a
regalar al PSOE la presidencia del Congreso de los Diputados. Lo que
prueba que el tal Sánchez tiene pocas luces o ha perdido la cabeza
después de su pésimo resultado electoral. Porque esa presidencia puede
recaer en el PP, Ciudadanos o Podemos.
Hacía mucho tiempo -desde que se fue Zapatero- que no habíamos visto
en España una colección de tan exotéricas propuestas como las que Pedro
Sánchez ha presentado a los españoles en las últimas horas. Y allá el
PSOE y sus dirigentes si lo secundan en semejante hoja de ruta en la que
se anuncia un pretendido pacto del PSOE con Podemos, que ya rechazan
muchos barones socialistas, Susana Díaz incluida.
Puede que, en coherencia con los que han sido sus pésimos resultados
electorales, Sánchez fracase en todo y además tenga, tarde o temprano,
que presentar su dimisión ante el Comité Federal del PSOE. Porque, en
pleno hundimiento electoral del PP, Sánchez perdió las elecciones y ¡20
escaños! respecto al resultado de Pérez Rubalcaba en 2011 (‘Alfredo
vuelve ¡nos rendimos!’, dicen algunos dirigentes socialistas).
Sánchez, después de haber declarado que no apoyaría al PP ni a Rajoy
nada más terminar las elecciones, sin esperar a su Comité Federal ni a
la reunión con Rajoy, cayó en la trampa de Susana Díaz y Pablo Iglesias
que sí quieren elecciones anticipadas: ella para ser candidata del PSOE,
tras las primarias en las que arrasará; y él para convertirse en líder
de la izquierda, una vez que sume los más de 922.000 votos de IU.
El discurso de Sánchez de que a Rajoy le toca intentar formar
gobierno es una broma, una vez que él ya ha dicho que no le apoyará ni
tampoco se abstendrá en las votaciones de investidura. Semejante
imprudencia se ha visto empeorada al calificar de ‘frentismo’ la
propuesta de Albert Rivera de abrir una negociación tripartita para así
explorar un acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos a favor de la unidad y
de la recuperación económica y social del país, de reformas democráticas
-la Constitución incluida- y la búsqueda de la estabilidad.
Y ¿qué tiene que ver todo esto con el frentismo cuando ello
implicaría una gran mayoría constitucional de 253 diputados con partidos
de la derecha, el centro y la izquierda, frente a los 97 escaños de
Podemos y del nacionalismo secesionista? En realidad al líder del PSOE
solo le queda una puerta de escape: la propuesta tripartita de
Ciudadanos con la excusa del ataque a la Constitución del secesionismo
catalán, si CUP acepta la investidura de Artur Mas.
De lo contrario Sánchez consumará su suicidio político y Susana Díaz
llegará a Madrid con la bendición del Ibex, la vieja guardia felipista,
el Grupo Prisa y la mayoría de los barones del PSOE. Lo que le
permitirá: pactar con el PP y Ciudadanos –con el argumento del ‘lobo
catalán’-; o desafiar en las urnas a Pablo Iglesias a quien la andaluza
presume de haber derrotado en el Sur. Lo que no será nada fácil de
repetir en toda España como pronto lo comprobará si, gracias a ella y a
Sánchez, hay unas elecciones anticipadas. Porque en semejante ocasión la
batalla final será entre PP y Podemos, porque entonces nadie verá al
PSOE ni como líder de la izquierda ni con posibilidad de ganar.
(*) Periodista
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