La cábala es un método de razonamiento
místico de origen judío, basado en fuentes ocultas y que, habitualmente,
tiene respuestas para todo. Por eso, su uso se ha popularizado en forma
plural, cuando decimos que hacemos cábalas, esto es, damos
vueltas y revueltas a los datos, buscamos las relaciones más
inverosímiles y tratamos de conseguir interpretaciones que nos sean
favorables en el pasado, en el presente o en el futuro. Generalmente en
el futuro, porque sobre lo otro es difícil hacer cábalas. Lo que fue,
fue; lo que es, es; lo interesante es lo que será. Es el futuro
cabalístico.
El informe de Público es tan llamativo que invita a las cábalas sin más. El meteórico ascenso de Ciudadanos cada vez parece más la resistible ascensión de Arturo Ui
que resultó ser irresistible. Supongo que las similitudes se agotan en
el título porque Arturo Ui era Adolfo Hitler quien, por cierto, verá
desde donde se encuentre que en Alemania se reedita su libro, Mi lucha,
prohibido hace setenta años. Desde luego, prohibir libros es absurdo.
Lo malo no son los libros, sino sus autores y lectores. Ahí está el
peligro, pero es un peligro contra el que no hay remedio porque depende
de la capacidad de la gente para no dejarse engañar o sea, algo casi
infinitesimal. C's se extiende como una mancha de aceite, casi como un
movimiento al que las gentes se adhieren con una especie de revelación
repentina, como la fascinación que ejercía el Mahdi en la guerra de los
derviches.
Se
trata de un fenómeno interesante. Un partido recién constituido en
España (no así en Cataluña), sobre el que nadie sabe gran cosa de cierto
en cuanto a organización, funcionamiento y financiación y dirigido por
un personaje tanto más desconocido cuanto más se prodiga por los platós
de televisión sube como la espuma en las preferencias de los ciudadanos.
Por todo lo que en verdad sabemos de Rivera, pudiera ser un ciborg. A veces, en verdad, lo parece. Y, como tal ciborg está obedeciendo órdenes de alguien a quien no puede delatar porque no sabe quién es.
El
ascenso de C's tiene a los demás partidos desconcertados. En el PP se
hacen cruces, a lo que son muy aficionados, de ver cómo les pisa los
talones un advenedizo que les ha robado su más vistoso gallardete para
la campaña electoral: la unidad de España. Oír hablar de la unidad de
España a uno de Pontevedra no tiene chiste; oír a uno de Barcelona es
una pasada que la gente premia con votos a mansalva. En lo demás, la
competencia entre C's y PP es cómica. Al lado del ciborg Rajoy parece todos los personajes de Bienvenido Mr. Marshall
uno detrás de otro. A estas alturas es ya evidencia misma que el PP, en
el mejor de los casos, necesitará de C's para seguir en el gobierno y
C's decidirá quién lo preside con bastante más eficacia que la CUP en el
caso de CDC.
Pero
a quien más daño ha hecho C's ha sido a Podemos. Toda la promesa de
innovación, ruptura, apertura de Podemos se ha deshecho como el azúcar
en el agua con la llegada de C's. Si frente al ciborg, Rajoy
resultaba repentinamente más viejuno que el abuelo Cebolleta, Iglesias
queda relegado al rincón de los revoltosos, indolentes, poco de fiar. El
ciborg vence a Rajoy en lo cibernético y a Iglesias en lo
orgánico, tiene un lado humano mejor visto en una sociedad conservadora y
teleadicta. En el fondo, el paralelismo entre Rivera e Iglesias es una
variedad de la historia moralizante que narraba Hoggarth en el siglo
XVIII, la doble biografía del buen y el mal aprendiz. Por supuesto, la
gente siempre vota al buen aprendiz que, por su trabajo y tesón llega a
gobernar la ciudad mientras que el malo acaba en el cadalso por su vida
disoluta.
Verdad
es que el autor del reportaje atribuye muy contento un verdadero
triunfo a Podemos que consolida cuatro millones de votos y llega a 50 o
51 diputados. Pero esas cuentas salen sumando las diversas
organizaciones que han confluido con los morados en diferentes naciones y
nacionalidades. Y está por ver que esa suma pueda mantenerse en los
trabajos parlamentarios como una unidad de acción entre fuerzas que
querrán constituir grupos parlamentarios propios. Lo que cabe vaticinar
más bien es cierto desbarajuste cuando Podemos pretenda que haya una
unidad de voluntad en la acción de todos si ni siquiera la consigue
fuera del Parlamento. Porque han confluido, no se han unido.
Y,
por supuesto, las campanas doblan a difuntos por el PSOE, a quien
muerde Ciudadanos por un flanco tecnocrático y Podemos por otro
izquierdizante. Tengo para mí que el PSOE ha entrado en un círculo
vicioso, una espiral de destrucción de la que no acierta a salir. Es
fácil de visualizar, pero nada fácil de remediar. Tras el desastroso
resultado socialista en 2011, el más bajo de la historia democrática, se
vaticina otro peor. En este momento caben dos actitudes (que son las
que habitualmente se dan en todas las organizaciones complejas en
procesos de extinción): la de quienes propugnan corregir el rumbo y
evitar el desastre aquí y ahora. Para ello están dispuestos a cambiar lo
que sea necesario... y posible. Y esto es un fallo porque si, por
ejemplo, para enderezar el rumbo fuera necesario cambiar el secretario
general, ello no sería posible por falta de tiempo y la derrota estaría
así asegurada.
Pero
también se da la actitud de quienes no creen que pueda evitarse el
desastre aquí y ahora, dan la batalla por perdida (incluso algunos se
alegran de ello porque así se cargan de razones para su revancha) y
esperan a la derrota para ajustar cuentas y confiar la recuperación a
las siguientes elecciones. El problema es que no está nada claro que el
destino vaya a darles otra oportunidad de recuperarse y su abstención
ahora es justo lo que termina con las expectativas de su organización.
La siguiente vez será peor.
Realmente todo son cábalas, pero unas son más negras que otras. Como la magia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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