Los atentados de París nos han dejado
ciegos. Dormíamos, y cuando nos despertamos, solo somos capaces de ver
sombras. Sentimos miedo, rabia e impotencia. Queremos castigar a los
culpables, pero en su odio terrible hacia nosotros, se han castigado a
sí mismos, para demostrarnos que nada de lo que podamos hacerles es más
fuerte que su odio. La naturaleza de su violencia es un misterio para
nosotros. Los llamamos fanáticos, terroristas, locos. Pero estas
palabras no expresan más que nuestra frustración. Un fanático es alguien
que defiende sus creencias con una pasión desmedida. Un terrorista
tiene un programa político. Un loco, ha perdido la razón. Pero para
ponerse una cinta de explosivos alrededor del pecho hace falta algo más
que estar loco, tener un programa político, o estar dispuesto a dar la
vida por las creencias. En el fondo, lo sabemos. Pero no queremos verlo.
Porque necesitamos desesperadamente una camisa de fuerza para encerrar
nuestro miedo. Si son fanáticos, terroristas o locos podemos
combatirlos. Solo es cuestión de aviones, bombas, y soldados. Tenemos
los recursos. Tenemos las razones. Debemos prevalecer.
Sin
embargo, nos comportamos como un ciego dando bastonazos en el aire.
Queremos defendernos de lo que no vemos. Pero no somos capaces ni
siquiera de reconocer lo que vemos. Está ahí. Delante de nuestros ojos.
Pero somos demasiado ignorantes como para reconocer que no entendemos
nada. No entendemos por qué nos matan. No entendemos por qué se matan
ellos. Y sabe Dios que vamos a matarlos, aunque no sepamos por qué. No.
Más vale que dejemos de engañarnos. No lo sabemos. Porque decimos que lo
sabemos, por ejemplo, cuando nos defendemos de alguien que quiere
robarnos. Entonces, decimos: «Fue en defensa propia, quería robarnos».
El dinero es una razón que podemos comprender. Pero si alguien, a quien
no conocemos de nada, al que nada hemos hecho, y que no está loco, nos
ataca en mitad de la calle, con el propósito de matarnos, y de matarse a
sí mismo mientras nos mata, entonces haremos todo lo que podamos para
defendernos, pero cuando lo hagamos, si sobrevivimos, lo único que
sentiremos será perplejidad. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué ellos? ¿Por
qué?
Para empezar a salir de nuestra ignorancia deberíamos ser
capaces de reconocer lo que no queremos ver. Aquella infausta noche del
13 de noviembre no vimos ni yihadistas ni creencias religiosas ni
programas políticos. Hollande tuvo la virtud, y la ceguera, de
verbalizarlo por todos nosotros: «Estamos en guerra». La boria es la
guerra. La enfermedad que no hemos querido ver, pero que se expande,
como una niebla de muerte, desde que decidimos combatir a la enfermedad
con más dosis de la propia enfermedad. Pero debemos ser honestos.
También ellos están cegados por la boria. Antes que en París, Madrid o
Nueva York, las bombas empezaron a caer sobre sus casas. Y sus hijos,
cuando murieron, murieron de verdad, igual que los nuestros. Ellos
tampoco vieron la boria. Solo a un canalla vestido de imán que les dijo:
«Han sido ellos». Y entonces, cuando miraron a las terrazas de los
bares de París, dejaron de ver seres humanos, padres con sus hijos,
parejas abrazadas, grupos de amigos llenos de esperanza y juventud. Para
ellos, los fanáticos, los terroristas, los locos, somos nosotros.
Vale.
Vayamos a la guerra. Pero dejemos de contarnos cuentos. No será ojo por
ojo. Nuestra venganza tendrá proporciones bíblicas. Por cada persona
que murió en París, vamos a matar a cien en Siria. Nuestras bombas no
caerán sobre el tejado de los asesinos. Ellos ya están muertos o lo
estarán muy pronto. Ahora vamos a matar a sus amigos, a sus familias, y a
todo el que viva cerca de ellos. Nos libraremos de algunos canallas.
Pero van a morir muchos más inocentes de los que perdieron su vida en
París. Y entonces, cuando hayamos calmado nuestra sed de venganza,
quizás podamos ver que lo que nos mata, lo que a pesar de todo nos
seguirá matando, es la boria.
Si hubo un momento en que Julio
Anguita mostró la grandeza de su alma, fue el día en que le mataron al
hijo, y en lugar de pedir venganza, declaró: «Malditas sean las guerras y
los canallas que las apoyan».
(*) De Izquierda Unida-Verdes Región de Murcia
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2015/12/05/guerra/697189.html
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