La foto de Público pretende
trasmitir la idea de división, de fraccionamiento, de guirigay de la
izquierda. Pero no es enteramente justa. Los seis rostros
alineados vienen a probar el narcisismo de que suele acusarse a los
dirigentes. Y eso que falta algún otro, como el de Llamazares quien,
probablemente, interpretará su ausencia como un complot para dejar fuera
de todo a Izquierda Abierta. Narcisismo, desde luego, hay en
abundancia. Hasta egolatría. En tiempos de dominio absoluto de los
medios y la imagen, ningún líder renuncia a estar cuanto pueda en
pantalla, haciendo lo que sea. Los medios, al distribuir las
apariciones, se regodean en su función de Kings' makers. El
mensaje de la foto se recibe de inmediato: con tanto general y tan
escasa tropa, las formaciones de la izquierda todas mal avenidas entre
sí, resultan algo ridículas.
No
obstante, la foto induce a error. Los seis rostros representan muy
diferente fuerza y apoyo social. Algunos están de adorno. Otros, tienen
algún respaldo popular, pero no son de ámbito estatal. Esa mezcla denota
la función predicadora y moralizante de la imagen antes que un valor
informativo. En realidad, de los seis personajes, solo dos tienen
posibilidades reales de conseguir sentarse en el Parlamento, Podemos e
IU, bajo su nombre actual de Unidad Popular-Ahora en común, un intento
de apropiarse fórmulas felices con cierto espíritu ecléctico. Solo dos,
Iglesias y Garzón pueden aspirar a contar algo por sí solos. Los demás
no cuentan o solo si se funden con alguno de los dos en cabeza.
Suele
decirse que la izquierda debiera aprender de la derecha, siempre unida
como una piña. Pero eso tampoco es cierto y menos, ahora. En la derecha,
como en la izquierda, hay dos fuerzas con opciones de representación y
poder, el PP y C's. Pero también hay otras formaciones en competencia:
Vox, el Foro Asturias, la Unión del Pueblo Navarro. Se trata de
organizaciones que comparecen en alianza con el PP o no tienen
esperanzas de obtener representación. Exactamente lo mismo que le sucede
a la izquierda. El panorama es muy similar en ambos casos en los que
varias fuerzas solo tienen presencia nominal. La izquierda no está
sensiblemente más dividida que la derecha.
¿O
sí? A lo largo de la reflexión anterior se revela una ausencia: la del
PSOE. También falta en la foto. No está el rostro de Sánchez, detrás de
quien puede haber un 20 por ciento del voto. ¿Por qué falta el PSOE?
Porque desde el punto de vista de los otros retratados, no es de
izquierda. Y lo mismo, probablemente piensa el autor de la imagen: el
PSOE no es un "verdadero" partido de izquierda, por tanto, fuera del
cuadro. Qué signifique "ser de izquierdas" para seis personas que no
consiguen ponerse de acuerdo en nada es un enigma. Solo parecen
coincidir en lo que no es ser de izquierda, en lo negativo. Y se lo
cuelgan a los socialistas. Sin embargo, si se pregunta a los militantes y
votantes del PSOE, el partido es de izquierda. No tan radical como los
líderes de la foto, pero de izquierda. Eso mismo piensa la gente en
general que le otorga habitualmente un 4 o 4,5 en las escalas de
medición de ideologías. Centro-izquierda, izquierda.
Esa
diferencia de juicio tan notable por la que los partidos de izquierda
niegan la condición de tal al que los votantes y la gente en general sí
considera de izquierda es lo que explica la calamitosa condición de esta
ideología, incapaz de entenderse a sí misma. Negar toda posibilidad de
alianza o acuerdo con un partido izquierda con el argumento de que no es
la "verdadera" izquierda que, a su vez, se subdivide en fracciones
enfrentadas entre sí, es absurdo. Y más aun cuando se recuerda que el
PSOE cuenta con una base de votos considerable, sin cuya aportación, lo
más probable es que no haya gobierno de izquierda alguno.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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