A dos meses de las elecciones hay dos
formaciones emergentes de ámbito estatal tomando las medidas de todo,
presidiendo las comisiones de investigación, exigiendo auditorías de
cualesquiera gestiones allí donde tienen voz y presencia en las
instituciones. Someten a los dos partidos dinásticos, singularmente al
PP, el más extensa y directamente involucrado en la gobernación del
Reino, a un marcaje estrecho y hacen exhibición de una notable habilidad
mediática para darse a conocer e imponer su presencia en la esfera
pública. La juventud y buena facha de sus dirigentes ayudan a ambas
formaciones a conseguir un impacto social muy superior al que tienen los
dos partidos dinásticos tradicionales que son como carretas
desvencijadas, tiradas por bueyes cansinos, incapaces de competir con la
agilidad y la destreza de las cuadrigas de los recién llegados. El
sistema de partidos puede estar cambiando y es demasiado pronto para
saber cómo quedará después de las elecciones del 20 de diciembre.
Y
más lo será si se añade la complejidad de un conflicto abierto en
Cataluña de unas dimensiones inéditas hasta la fecha y consecuencias
imposibles de prever en España. No deja de ser interesante que los dos
partidos predominantes en el sistema español PP, PSOE, sean casi
irrelevantes en el ámbito político catalán, entre otras cosas porque
tienen una evidente función sucursalista,.
Los vaticinios y las extrapolaciones no sirven para nada. La teoría de la foto fija,
tampoco. No solamente porque las proyecciones que se hacen se valen de
un material difícil de asimilar e interpretar sino también porque en
muchos casos no son otra cosa que predicciones muy en línea con los
intereses de quienes las encargan. Es inevitable, no porque quienes
elaboran los sondeos sean unos malandrines sin escrúpulos, dispuestos a
falsear la realidad por un puñado de euros, sino porque en toda relación
de subordinación salarial hay una búsqueda de elementos de seguridad
que nunca puede darse por conseguida por entero. El que paga manda.
Pareciera que ello resta crédito al trabajo demoscópico al estar todo él
sesgado, pero no es así. El lector crítico puede hacerse una buena idea
de lo que esté pasando leyendo todos los sondeos generalmente bastante
contradictorios y corrigiendo luego las datos con una hábil ponderación
que tenga en cuenta los datos ofrecidos y la orientación ideológica del
medio que los publica.
El sondeo de Metroscopia para El País relativo a Cataluña, más que ilustrativo, es desiderativo. No refleja lo que los catalanes piensan, sino lo que El País quiere
que piensen y, como la telepatía no goza de buena salud, simplemente se
les presenta diciendo lo que conviene. La idea de que un setenta por
ciento de los catalanes está en contra de lo que ese mismo setenta por
ciento votó hace un mes no para grandes barras en los principios de
coherencia y perseverancia y mueve un poco a risa. El mismo porcentaje
o, incluso, mayor, quiere que Mas abandone la presidencia. En ello
coinciden de nuevo con los más fervorosos deseos del diario, que culpa a
Mas casi en solitario de la vía catalana a la independencia, También
hace coincidir una abrumadora mayoría de electores con los deseos de la
CUP aunque seguramente no porque se postule una radicalización del
discurso popular en Cataluña sino porque se ignora quiénes o qué son la
CUP.
En
cuanto al sondeo de hoy, referido a la situación española, la regla se
cumple. El partido de Rivera, cuyo rostro barbilampiño de lindo don
Diego expuesto por doquier empieza ya a atacar los nervios de los
españoles, alcanza una intención de voto en todo coincidente con los
poco ocultos deseos de El País de verlo suceder en el gobierno a
la anticuada asociación de presuntos malhechores del PP. Este, a su vez,
se mantiene sólidamente en cabeza, a pesar de que quien lo dirige
carece de ella y si por algo se ha hecho notar en el ánimo del
electorado es por su mendacidad, su arbitrariedad, su incompetencia y su
corrupción. Teniendo Rajoy la valoración popular más baja y las
expectativas puestas en él tan deplorables, la alta intención de voto
que los acompaña sin duda es un intento bien intencionado aunque pelín
manipulado de ponerlo a la par con el PSOE.
Las relaciones de El País
con su antiguo partido de la máxima predilección, el PSOE, han ido
deteriorándose a medida que la gestión de Cebrián hundía económicamente
el diario, obligándolo a pagar sueldos millonarios a los cargos electos,
incluido desde luego, el suyo. La necesidad no permite diversiones. El
infiel PSOE que, en tiempos de Rodríguez Zapatero, trató de montarse un
grupo propio de comunicación fue condenado a un tratamiento distante y
poco empático y actualmente está abocado a las tinieblas exteriores,
víctima del avance arrollador del partido del remilgado catalán con un
discurso de centro político tan auténtico y sincero como una declaración
de Rajoy bajo juramento.
Habiendo pasado mal que bien la prueba catalana, Podemos obtiene un respiro de El País,
quien lo cultiva dándole una segunda oportunidad de recuperación. Los
datos de este sondeo, sin embargo, se recogieron antes de que el
presidente de los sobresueldos convocara a los partidos a la formación
de un frente patriótico español que tiene toda la pinta de una de esas berlangadas
que monta este político/cacique de casino de pueblo. Ahora sabemos que
Podemos, en un alarde de inteligencia, se ha desmarcado del frente
nacional español. Lo hace argumentando que solo él tiene la llave de la
unidad de España, pero esto es inofensivo porque no es verdad. Nadie
tiene esa llave, que no existe pero, al menos, permite que el partido
morado no derive al azul como el PSOE y pueda mantener la intención de
voto de quienes queremos votar a una izquierda en España que no esté
identificada con la tradicional oligarquía nacionalcatólica que lleva
siglos esquilmando el país.
Es
verdad que, tras animar al hombre que dice gobernar España a tomar
medidas ante la repentina peste separatista, el socialdemócrata Sánchez
no ha caído en la trampa de firmar un ridículo Pacto por España,
propuesto por Albert Rivera, el hijo de la FAES y el Ibex 35.
Distanciándose del más descarado neofranquismo, el PSOE puede conservar
alguna tenue esperanza de que, efectivamente, el gran éxito de
Ciudadanos sea mandarlo al tercer lugar y eso si Podemos no se recupera
lo suficiente porque, si lo hace, quizá el PSOE podría pensar en
refundarse tras haberse convertido en un sumiso partido a las órdenes
del trono y el altar...
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario