domingo, 18 de octubre de 2015

Hazte león / P.J. Ramírez *

En el minuto 4 del video que Libertad Digital grabó en mi biblioteca en junio de 2014 aparece un tomo fatigado en cuya primera página puede leerse un verso de la Eneida de Virgilio: "At trahere, atque moras tantis licet addere rebus". Son las palabras de la diosa Juno cuando viene a decir que aunque no podrá impedir que se cumpla el destino, "al menos será posible dilatar las cosas y poner obstáculos". Tengo una traducción inglesa que añade "in the way of those mighty". Es decir "en el camino de los poderosos". 

Es la cita que encabeza el número uno de El Español de Blanco White publicado en Londres ("en la imprenta de R. Juigné, 17, Margaret-Street, Cavendish-Square") en 1810. Aunque según el catedrático Garnica Silva, especialista en la vida y obra del exilado, "la colección completa sólo se conserva en la Biblioteca Nacional", la verdad es que yo la tengo ahí, desde hace años, a siete metros de la mesa, como una premonición candente, mucho antes de que se me ocurriera fundar EL ESPAÑOL

Es emocionante repasar la declaración de intenciones de "quien nunca ha intentado otra cosa que oponer a la injusticia el pequeño obstáculo que sus fuerzas le permiten". Blanco White se refería a la invasión napoleónica pero hacía extensible su reflexión a "todo género de tiranía". Y pronto convertía su diagnóstico en pálpito y razón vital: "No porque la situación de España sea muy triste al presente, se han de cerrar los ojos a la esperanza. La España renacerá más gloriosa si no se deja apagar el fuego del patriotismo, que aunque sin dirección y esparcido, penetra todas sus venas. Luces necesita la España, que valor nace con sus naturales". 

Blanco White iluminó a los españoles con sus argumentos "contra unos y otros", pero también con sus exclusivas periodísticas pues fue quien publicó el decreto original de la convocatoria de las Cortes de Cádiz por estamentos que la Junta Central había ocultado en un cajón. Lo esencial era su disposición al combate intelectual en un entorno adverso. Esa fuerza inconformista que se reencarna en Ortega cuando en 1915 declara a su revista España, hija del "enojo y la esperanza". 

Con toda humildad, postrados ante el árbol frondoso de la opinión pública, los fundadores de EL ESPAÑOL, hemos "duplicado la apuesta" esta semana al proclamar en nuestro primer "rugido del león" -vulgo editorial- que nacemos con tanta "indignación" como "entusiasmo". Indignación por lo que nos han hecho, entusiasmo por contribuir a corregirlo. 

Hemos empezado así a arrimar el hombro. A llevar a la práctica el "por mí no quedará" de Antonio Maura, otro gran español que se apoyó en un periódico llamado El Español. No está en nuestras manos enmendar los yerros de la Transición, y en especial los de la última década, de un día para otro. Pero sí contribuir a "poner obstáculos" en el  camino de quienes se empeñan en usurpar los derechos de participación política de los españoles, de quienes abusan del poder de forma corrupta, de quienes hacen de la capa del oportunismo el sayo de su ambición como si ni siquiera existiera tuitoteca, de quienes ofrecen como alternativa el paraíso de las ideas falsas y por supuesto de quienes, so pretexto de acabar con sus "rabias", quieren matar a la Nación para fragmentarla en patrias más pequeñas y más rancias. 

Aunque a los periodistas de EL ESPAÑOL sólo les he pedido dos cosas -"buscad la verdad y respetad la sintaxis"-, en la redacción se trabaja desde el primer día con un tercer gran sobrentendido: "Zancadillead a los falsarios que se creen impunes". Esa es la labor esencial del periodismo, su manera de ejercer de contrapoder. Salir al paso, "poner obstáculos", tirar por tierra, dejar en evidencia. No para suplantar a los que mandan, ni para alcanzar glorias o riquezas, sino por amor al arte de contribuir a que la sociedad sepa todo lo que tiene derecho a saber. Desde ahora mismo digo, a título personal, que cualquier beneficio que yo obtenga de EL ESPAÑOL será reinvertido euro a euro en EL ESPAÑOL

Que nadie espere efectos fulminantes. No es verdad que se coja antes al mentiroso que al cojo porque el mentiroso nunca tropieza en la primera valla. Pero de la misma manera que todos los españoles pudieron saber hace dos años que Rajoy quiso comprar el silencio de Bárcenas con sus mensajes de apoyo, después de que se descubriera la fortuna oculta en Suiza,  todos los catalanes ya pueden saber, desde que el 14 de octubre de 2015 lo desveló EL ESPAÑOL, que un documento secreto enterrado en la cripta de un Banco de Andorra desmonta la patraña del legado del abuelo a los nietos, pone de relieve que el Molt Honorable tenía dinero escondido en el extranjero siendo presidente de la Generalitat y deja en evidencia que engañó como a chinos a la ciudadanía y a los miembros del Parlament.

Los periodistas no dictamos sentencia. Tampoco cobramos las deudas. El tiempo de la justicia es uno y el de las urnas otro. Pero además está el de la opinión pública que sirve de heraldo a lo demás. Ese es el nuestro. Ahí es donde cumpliremos expectativas.

Allá películas si muchos incautos se dejan envolver por las cortinas de humo de las polémicas huecas, hábilmente trazadas como mecanismo de control de daños. Por muchos ratos amenos que nos deparen el toro Montoro y el gallo Margallo, nosotros no nos apartaremos de la cuestión candente del momento en que nos ha tocado nacer: ¿debe permanecer al frente del Gobierno alguien que ha demostrado el nivel de inoperancia y la disposición a la falsedad de Mariano Rajoy?    

Allá películas también si muchos catalanes prefieren la servidumbre al mito aldeano de la ruptura con el resto de España al ajuste de cuentas con quienes de verdad les roban y empobrecen por la senda del bono basura. Que no haya medio humano de hacer entrar en razón a según qué tipo de ofuscados, no significa que las razones no existan. Por grande que sea el estruendo de la cobla separatista blandiendo sus bastones hacia los jueces, aprovechando la buscada coincidencia con el fusilamiento de Companys para exaltar a Mas como nuevo mártir catalán, ahí seguirán los audios, divulgados por EL ESPAÑOL, en los que los inspectores de Educación detallan cómo la Generalitat instó a los directores a entregar las llaves de los colegios para poner en ellos las urnas prohibidas por el Tribunal Constitucional.

El delito de desobediencia fue palmario y aunque no esté en nuestras manos impedir que los magistrados nombrados por el parlamento autonómico exoneren a los jefes del parlamento autonómico, sí que acabamos de ponérselo más difícil, flagelando de paso el ignominioso artículo 330.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que cualquier candidato regeneracionista debería comprometerse a derogar.

Somos conscientes de hasta qué punto la propia idea de España ha sido puesta en almoneda, enfangada como está por la corrupción de tantos próceres, atrapada en la putrefacción de una vieja política capaz de comprar a quien se venda -ay, Irene-, pero intencionadamente execrada por quienes pretenden repartirla en diez retales. Para ahora mismo parecen escritos los versos que Machado publicó en el primer número de la revista de Ortega: "...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda/la malherida España, de Carnaval vestida/nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda/para que no acertara la mano con la herida".

Seamos esa mano que aplica el cauterio. Desde este nuevo periódico denunciaremos todo lo denunciable, pero no quedaremos atrapados en el masoquismo estéril que termina haciendo el juego a los enterradores de nuestra democracia constitucional. Porque como advirtió el poeta, "el hoy es malo, pero el mañana... es mío".

Hay muchas maneras de ser español y baste como muestra el plural y abigarrado retablo de periodistas, escritores y políticos insignes asociados a las distintas reencarnaciones de El Español en las que rebrotó la semilla de Blanco White. Desde Andrés Borrego y Larra que encontró en el periódico el "nido largo, ancho, desahogado" en el que recaló el último año de su vida, a Unamuno, Baroja, Araquistaín o el Azaña del "nosotros somos nuestra patria", pasando por el implacable Bonafoux que veía a sus colegas "uncidos, como el buey al arado, al carro del capital ajeno, y tirando, tirando de mala gana, para arrastrar en triunfo a tal o cual imbecilillo de la política traidora y venal, repantigado como un marrano sobre el sufrido lomo de la redacción menesterosa".

Al emprender este tercer viaje de Colón estoy dispuesto a intentar devolver al periodismo todo cuanto el periodismo me ha dado en la vida; pero EL ESPAÑOL sólo podrá cumplir su doble misión de poner trabas al mal e impulsar el bien si conserva su independencia fundacional. Eso equivale a ser económicamente autosuficiente en un periodo de tiempo razonable, a través de un modelo mixto que incluye publicidad y suscripciones. Somos ya muchos, diez mil quinientos entre accionistas y suscriptores fundadores, pero no bastantes. Necesitamos que nuestra fraternidad intelectual aumente.

Después de haber presentado ya las primeras credenciales en forma de exclusivas y formatos innovadores a través de nuestra web, EL ESPAÑOL afronta ahora la fase decisiva de su lanzamiento. Culminará muy pronto con la puesta a disposición de todos de nuestra aplicación para los terminales con sistemas IOS y Android. Para los lectores en general supondrá una manera más cómoda y grata de navegar por nuestra Portada y nuestro Río. Y a partir de ese momento cada suscriptor podrá descargarse cada noche al filo de las diez la Edición de EL ESPAÑOL, el primer periódico concebido, diseñado y editado para dispositivos móviles. Será lo nunca visto.

Tenemos pues el propósito, tal y como lo formulara hace 215 años Blanco White -"excitar en la Nación la idea de una libertad más apetecible que la vida"-, y tenemos el instrumento de nuestro pacto de pertenencia. A los que ya formáis parte de EL ESPAÑOL os doy  la bienvenida a vuestro hábitat. Y ante los demás me permito invocar humildemente el precedente de todos cuantos rugieron antes en pos del progreso de España para invitaros a dar el paso. Suscríbete a EL ESPAÑOL. Hazte león.


(*) Periodista y director de 'El Español'

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