Según
parece, Rajoy ha entrado en un frenesí de inauguraciones, para
deslumbrar al pueblo antes de que cierren los fastos y comiencen los
nefastos de la campaña electoral. Ha inaugurado carreteras, vías
férreas, parques, instalaciones, edificios de condición varia, algunos
ya inaugurados hace meses. Como si quisiera condensar en quince días los
cuarenta inaugurando pantanos de Franco. A veces no sabe ya ni lo que
inaugura y, si le hubieran dado un hisopo y una estola en lugar del mazo
que usó abundantemente, hubiera inaugurado el Consejo de Seguridad de
la ONU al grito de May well!.
Tampoco
esta vez la inauguración fue normal ya que el organismo inaugurado fue
aprobado después en el Consejo de Ministros. Es decir, no se inauguró
una realidad material sino un proyecto. Lo cual tampoco era tan extraño
dado que las oficinas estaban vacías pues no hay personal o quizá tanto
como aviones en el aeropuerto de Castellón. El caso es inaugurar algo,
lo que sea, hasta la ciudad sin nombre.
Y, como todo cuanto hacen Rajoy y el PP tiene su punta de humor, resulta que el organismo inaugurado, la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos, tiene las siglas de la ORGA, Organización Regional Galleguista Autónoma con la que Casares Quiroga puso a las Irmandades da Fala
en 1929 a hacer política hasta acabar en la República. Algo muy
apropiado para refrescar la memoria de Rajoy pues cuando se haya
olvidado del significado de su ORGA que, obviamente, no servirá para
nada, al menos se acuerde de Casares Quiroga, presidente del gobierno
de la República al que le estalló una sublevación militar, como a él
parece camino de estallarle una civil.
Al
margen del carácter tragicómico de esta legislatura, lo significativo
de esa inauguración fantasma es que simula ser algo real con el afán de
llevar al ánimo de la ciudadanía la noticia de que Rajoy será el gran
azote de la corrupción. Si inaugurar un organismo que no existe es
absurdo, calcúlese que será convertir a Rajoy en el mayor azote de la
corrupción que él mismo ha posibilitado, amparado, quién sabe si
fomentado y de la que quizá se demuestre que se ha beneficiado. En
definitiva de la que es políticamente responsable por todos lados. Vamos
que, de ser azote, el presidente de los sobresueldos piensa serlo más
dulce y suave que los que se propinaba Sancho a cuenta de desencantar a
nuestra señora Dulcinea.
Es
la esencia misma del gobierno: no hacer nada sino hacer como que se
hace. De no ser porque de nuevo, como sucedió con el Yak 42, con el
metro de Valencia, con el tren de Santiago, con el Madrid Arena, la
incompetencia de esta gente provoca víctimas y sufrimientos sin cuento,
es de incorporar el episodio de la gestión del accidente del helicóptero
en el que han desaparecido tres militares españoles. Después de darlos
por sanos y salvos ayer, de confesar luego que no sabían en dónde
estaban, las autoridades españolas confiesan ahora que no saben nada de
los tres tripulantes y echan la culpa a las marroquíes que, al parecer
no corrobaron su información. Como siempre, falso. Quienes no corrobaron
fueron los españoles que, antes de despertar falsas esperanzas,
debieron asegurarse de que los marroquíes habían confirmado sin sombra
de duda.
Rajoy,
quien carga el coste de la dependencia de su padre al erario, se erige
en azote de la corrupción, como puede verse en el empeño del PP por que
dos de los tres magistrados que han de juzgar el caso Gürtel sean de su
órbita, prácticamente de su militancia.
No hacen. Hacen como que hacen. Y generalmente deshacen.
No hacen. Hacen como que hacen. Y generalmente deshacen.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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