Habiéndose dado cuenta por fin el nacionalismo español de que el reto soberanista catalán
(como dice la prensa) va en serio, que es el problema más grave hoy en
España, arrecia en sus andanadas para resolverlo a su tradicional
manera, o sea, por las bravas. El frente unionista comparte táctica.
Todos fingen ignorar el carácter popular, masivo, transversal del
independentismo y se concentran en atacar a Mas con saña. Tanta que
cualquier observador con sentido del fair play se siente obligado a intervenir, aunque, como es el caso de Palinuro, no simpatice en absoluto con las posiciones del president
en materias sociales, económicas, políticas. Los ataques son tan
desmesurados que cabe preguntarse si se deben solo a la ignorancia o
incluyen mala fe.
Celia Villalobos, según dice El Mundo asimiló a Mas con Franco.
No sé si el verbo "asimilar" es muy correcto aquí pero la comparación
es un dislate que hace dudar de si la señora sabe lo que dice. Si Felipe
González insinuó un simil nazi-fascista (omitiendo astutamente el
franquismo) del que hubo de desdecirse en veinticuatro horas, Villalobos
completa el trío, señalando además, expresamente, que Franco era un
nazi y un fascista, por si alguien no lo sabía. El dislate alcanza tonos
flamígeros cuando se recuerda que Franco era el jefe del fundador del
partido en el que milita con gran brillantez y aprovechamiento la señora
Villalobos. El mismo Franco cuyo nombre se niega a quitar de las calles
el PP, el partido de la doña. Esta, por lo demás, con su gracejo
andaluz, espera que sus paisanos no tengan que traer un pasaporte
extranjero al visitar a sus parientes en el Sur. Está bien aligerar un
poco el hierro y el fuego de la batalla dialéctica. En ese mismo
espíritu liviano alguien recordará a la diputada del PP que los países
que estamos en el acuerdo de Schengen no pedimos pasaportes en nuestras
fronteras.
Pedro
Sánchez, de visita de masas en Tarragona, en apoyo a Iceta, ha entrado
en faena por el flanco sentimental afirmando que él se siente catalanista. No hay nada como tocar la fibra al personal. Suena aquí aquel histórico Ich bin ein Berliner
de J. F. Kennedy en 1963, ante el muro de Berlín. Salvando las
distancias. Y los tiempos. Y los sentidos. Y las figuras. A
continuación, el catalanista Sánchez, economista de formación al fin y
al cabo, especifica que su catalanismo no es el del 3% y vincula
directamente a Mas y Pujol con la corrupción. Resumen por el momento:
Mas es como Franco y, además, un corrupto del 3%. Eso del 3% lo sacó el
socialista Maragall hace como doce años, pero no dio lugar a acción
alguna de ningún tipo, político, judicial o mediático. Ahí se quedó,
como los murciélagos en hibernación, hasta ahora, cuando la policía anda
registrando sedes de Convèrgencia y, según informes, recogiendo
pruebas. De lo que no parece que haya ninguna es en contra de Mas. Si el
ministerio del Interior abrigara el barrunto de la sospecha en forma de
intuición, de corazonada, aunque fuera en diferido, de que Mas tuviera
algún asuntillo, por nimio que fuera, ya habría montado el operativo
mediático pertinente. Pero nada de nada. Júzguese con ello de la nobleza
de la insinuación de Sánchez.
Pablo
Iglesias levanta el alza del arma y apunta más arriba, a la legitimidad
del presidente Mas, con una pregunta que lo pone en cuestión y de paso
toda la teoría política democrática: ¿quién se ha creído que es para representar a un pueblo? Es
verdad que, luego, con la facilidad con que se desciende de los cielos
al fango, vincula a Mas con las cuentas en Suiza, muy en línea con las
acusaciones -y las mismas pruebas inexistentes- que hacen los otros
unionistas españoles. Más de lo mismo, por supuesto. Calumnia, que algo
queda. Pero lo más disparatado del dirigente de Podemos es la pregunta
por la legitimidad de Mas. Atiéndase a la respuesta ofrecida por el
mismo orador: "los pueblos se representan a sí mismos". Una frase
rotunda, con voluntad de permanencia pero que, como todas las de este
jaez, es un absurdo: los pueblos no pueden representarse a sí mismos porque no habría dualidad entre representante y representado. Quizá lo que debamos entender es que los pueblos se presentan a sí mismos. Y no sé si esto es algo inteligible en política.
Supongo
que Mas cree que es el representante del pueblo catalán porque así lo
decidió la mayoría de los votantes y, en teoría democrática, una vez
elegido por mayoría, el representante lo es de todos, incluidos quienes
no lo han votado. Pero lo fantástico de negar la legitimidad de Mas es
la ignorancia supina que destila respecto a la cultura política
catalana. A diferencia de España, en Cataluña, la figura del MH es muy
respetada. Podríamos hablar mucho de esto pero no ha lugar. Los
catalanes se identifican más con sus instituciones y las personas que
las encarnan que los españoles con las suyas. El apoyo y el respeto a la
figura del presidente, sigui el que sigui, es muy superior a su
círculo de votantes. Empeñarse en desactivar el independentismo catalán
atacando personalmente al presidente al que respetan y apoyan no solo
los independentistas sino también muchos catalanes que no lo son
demuestra un grado de obcecación que recuerda el método en la locura de
Hamlet.
Si,
frente al independentismo catalán, el nacionalismo español no sabe
hacer nada mejor que atacar a Mas y hacerlo con tal falta de estilo, el
día 27 de septiembre va a llevarse un disgusto.
Estirpe de ladrones
Entre las numerosas tonterías que ha
dicho a lo largo de su vida Mariano Rajoy, el de los sobresueldos,
ocupa lugar destacado un articulillo publicado en 1983 en El Faro de Vigo, titulado Igualdad humana y modelos de sociedad
en el que, entre otras cosas, sostenía que "los hijos de buena estirpe"
destacan sobre los demás, o sea, que no son iguales al resto de los
humanos, y que tamaña necedad estaba confirmada por la ciencia. Dado que
el de "estirpe" no es un concepto científico sino que pertenece al
ideario (por llamarlo de alguna forma) racista, tomémoslo en su sentido
prístino: abolengo, raza, casta, etc. Si alguna casta hay en este país
de pícaros y mangantes, es la de los ladrones.
Los
tribunales de justicia acaban de condenar al delincuente Díaz Ferrán a
cinco años y medio de cárcel por chorizo. Al expresidente de la CEOE,
hasta ayer un prohombre, un ciudadano ejemplar que se permitía amonestar
a los trabajadores con consejos calvinistas mientras él les robaba sus
salarios. Un hombre que se codeaba con los políticos con mando, amigo
íntimo de Esperanza Aguirre, a quien, claro está, consideraba cojonuda, calculen ustedes por qué, y muy bien avenido con el hombre de los sobresueldos. Pura estirpe. La de los dos.
La
afición de Rajoy por la estirpe de ladrones es profunda y de larga
data. Hay fotos suyas confraternizando muy contento con la miríada de
ladrones que han pasado y siguen pasando por su partido: con el
delincuente Matas, el delincuente Fabra, los presuntos delincuentes
Bárcenas, Rato, Camps, etc., etc. No hay miembro del PP más o menos
identificado como ladrón que no tenga pruebas gráficas del apoyo y el
aliento de Mariano Rajoy, el de los sobresueldos.
Sí,
la estirpe da para mucho. La estirpe de ladrones que lleva veinte años
saqueando este país valiéndose para ello de una organización de
presuntos malhechores a la que llaman partido político y a la que el juez sienta ahora en el banquillo como responsable civil subsidiaria de
los delitos del mafioso Bárcenas. Y el responsable político de esta
organización de mangantes, el hombre de los sobresueldos en La Moncloa,
ahí seguirá, sin dimitir, como si esto fuera un país normal, el gobierno
un gobierno en serio y el Parlamento un parlamento de verdad y no una
cuchipanda de franquistas y ladrones que nadie en el extranjero puede
tomarse en serio.
Por
fortuna para ellos, cuentan con una oposición mayoritaria del PSOE, tan
acobardada y sumisa que, más que oponerse, coadyuva al mantenimiento de
esta burla sistemática a la ciudadanía.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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