Leo. Releo. Vuelvo a leer. Y como ya va siendo habitual, no doy crédito. Y no me refiero al pregón del alcalde de Cartagena, un tal Pepe López, en las fiestas de Carthagineses y Romanos,
sino a los debates, comentarios, eyaculaciones mentales y discursos de
chalanes que se han levantado como espadas del ejército de un tal
Escipión en eso que llamamos las redes sociales.
Y aclaro, soy Cayo, Cayetano Cuerva, y me he metido otra vez en el
blog que creó este tipo con el dedo en la ceja, para darle uso más que
nada. Y nací en Murcia, cerca, muy cerca de la paz, del barrio, con
mayúsculas, del barrio de La Paz. Pero, vamos, que igual que nací en Murcia, podía haberlo hecho en Elche, o en Albacete, o en el norte de África,
o vete tú a saber. Me contaron que la que fue mi madre viajaba mucho
por entonces. Necesitaba dinero para levantar a un crío. Dicen.
Pero a lo que voy, que en cuestión de nada llegan a la oficina y si
me pillan en el ordenador de Ramírez se me cae el poco pelo que me
queda. Pues este tipo, el tal Pepe López, que me cuentan que está ahí en la alcaldía de Cartagena con el beneplácito del PSOE
(qué malos son el ansia de poder y los repartos, siempre lo dije) hizo
un discurso festero plagadito de rencores, llamémoslo sutilezas –nada
sutiles-, hacia la ciudad de Murcia. Que si usurpadores de templos, que si roban corazones de reyes, que si encadenan, oprimen…
Hasta ahí nada extraño. Totalmente previsible. Por ese pregón, nunca
me hubiera puesto a escribir este artículo en un blog titulado ‘Si no lo leo no lo creo’.
No me sorprende nada el discurso en boca del mismo -un tal Pepe López-
que ya manifestó su deseo de que estuviera cerrado un hospital “la
próxima vez que se queme la Asamblea”.
Sí me sorprende, sin embargo, la tropelía de comentarios que tratan
de justificar su ‘pregón’. Que no, hombre, que no, dicen, que él no se
ha metido con Murcia, que hace un llamamiento a la igualdad de los pueblos.
Y como a menudo presumo de estar equivocado vuelvo a leer de nuevo el
pregón. Y no, este tipo, respaldado en la alcaldía por un partido
político tan respetable como el PSOE, ha ido a saco. A fomentar no se
sabe qué, a alimentar no se sabe qué.
No entiendo las luchas cuyo objetivo está más o menos a la altura del
ombligo del que las alimenta. Y no entiendo que la historia se utilice
para rebuscar argumentos más o menos creíbles o, al menos, convincentes
en los que apoyarse. Si cualquier integrista islámico utilizara
razonamientos similares a los que utilizó el alcalde de Cartagena para reivindicar Al Andalus –y podría encontrarlos, muy probados, muy documentados y muy históricos- nos tiraríamos de los pelos.
Pero al fin y al cabo son discursos primarios, muy lejos de la razón. Los oímos a menudo para defender los localismos, nacionalismos, corporativismos incluso. Sabino Arana, un santo para algunos vascos, llegó a hablar de la diferencia sanguínea. Cataluña también los emplea, aunque de trasfondo; en su discurso siempre predomina la ‘pela’. Los oímos en Serbia, en la Alemania que soñó Hitler y en la Gran Rusia de Catalina la Grande que quiso recuperar Stalin.
Frente a todos ellos me quedo con la utopía, con aquellos que
llegaron a concebir que sus problemas como clase tenían mucho más en
común que las diferencias transnacionales. Hablo de aquellos que dijeron
“proletarios del mundo, uníos” (“pobres obreros”, cantarían mucho después los Clash), de aquellos que levantaron el puño para cantar La Internacional, sin feudos ni historias milenarias.
Al fin y al cabo es la apertura de mente frente a la cerrazón; frente
a la estrechez de miras, acoger como si el pecho fuera inmenso. “Ama, ama, ama y ensancha el alma”, decía el poeta Manolillo Chinato. Y no es que yo lea poesía, pero es que escucho mucho a Extremoduro.
Y ahora me voy pitando, que veo desde la ventana que el ordenanza de
la competencia ya está arrancando la moto. Y luego presume de que me da
mil vueltas, que entrega más que yo. Y en mi empresa, claro, me echan la
bulla. Sólo me consuela pensar, en el fondo, que tenemos el mismo
sueldo de mierda. Pero algún día le demostraré que somos mejores, que
‘mi’ empresa fue la que impulsó el sector en esta región. Sólo hay que remitirse a la historia.
(*) Periodista
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