En
las próximas elecciones generales se presentará la derecha unida en
torno a un logo nuevo que es todo cuanto está dispuesta a renovar. No
le hace falta más. La fórmula hasta ahora le ha dado un resultado
óptimo, pues ha gobernado el país con mayoría absoluta durante cuatro
años y de paso, lo ha esquilmado con todo tipo de corrupciones y
estafas. Además, ha impuesto su nacionalcatolicismo en una involución
ideológica que, en algunos aspectos (como medios de comunicación, orden
público, enseñanza, derechos laborales, etc) ha hecho retroceder el país
a los tiempos del franquismo. A su vera trata de conseguir algo de
relieve una organización de supuesto centro, Ciudadanos, cuya función
real es remansar los votos de la derecha que se fuguen del PP.
Frente
a este bastión se concentran cuatro columnas de ataque de la izquierda
que tratan de conquistarlo, pero cada una por su cuenta. La primera es
el PSOE, el viejo y venerable partido de la izquierda dinástica, que
comparte con la derecha largos años de memorias y experiencias
parlamentarias desde la transición. La crisis y la singular impericia de
su dirección lo hundieron en la segunda legislatura de Zapatero y en
las elecciones de 2011 sufrió una derrota sin precedentes en estos
tiempos de mediocre democracia. Esa crisis y los subsiguientes cuatro
años de gobierno cleptocrático de la derecha, provocaron la aparición de
un amplio movimiento de protesta cristalizado en diversas fuerzas
orgánicas que ahora compiten entre sí por enfrentarse al PP en las
elecciones. A día de hoy aparecen Podemos, Ahora en Común y el nuevo partido de Alberto Sotillos, Decide en Común. Pero
lo único que en verdad tienen en común es que ninguno considera al PSOE
como un "verdadero" partido de izquierda y eso que muchos de los
militantes y dirigentes (sobre todo dirigentes) de las nuevas
formaciones proceden de él y a pesar de que es con el que están pactando
en municipios y comunidades.
El
que habla con más claridad, quizá por su juventud, es Alberto Sotillos
quien, al frente de un grupo de escindidos del PSOE, ha creado uno de
estos partidos nuevos, Decide en Común, cuyo objetivo,
formulado con espíritu surrealista, consiste no en restar sino en sumar.
Para sumar aquí empieza por restar en su antiguo partido. Claro que
este no es de izquierda. ¡Si lo sabrá él, que viene de allí! Y, para que
se vea su voluntad de sumar, apenas se ha constituido como partido y ya está llamando a la puerta de Podemos.
A la puerta de Podemos llama también una nueva formación que está gestándose estos días, Ahora en Común. Es el último intento del sector garzonita de IU de poner en pie una plataforma de acuerdo, una organización unitaria que amalgame en feliz unidad de acción a todas las fuerzas a la izquierda del PSOE.
Su pretensión es enfrentar con un hecho consumado unitario a Podemos,
siendo así que estos ya han anunciado que, viendo con buenos ojos todo
proceso de confluencia, el referente siguen siendo ellos y solo ellos.
No es probable que esta disyuntiva se resuelva en un sentido u otro
antes de las elecciones, pero sí lo es que, si Ahora en Común consigue
consolidarse, restará votos y quien sabe si militancia, a Podemos. Esta
organización presenta un aspecto monolítico, con unidad de mando, y se
revela incompatible con la articulación de un movimiento que refleje la
rica variedad de la izquierda española, un firmamento en el que luce una
pluralidad de cuerpos celestes.
En
resumen, la izquierda aparece aquejada del viejo vicio del ejército
español: demasiados generales para tan pocos soldados. Demasiados jefes
para tan escasos militantes. El ejército español no ha ganado una guerra
internacional de cierto fuste hace más de trescientos años y una
izquierda tan atomizada lleva camino de repetir la hazaña en las
elecciones.
Este
fraccionamiento con rabiosos toques de narcisismo y egocentrismo es el
que está favoreciendo más la recuperación del PSOE como alternativa
verosímil a un PP tan desnortado que imita a Podemos en su nuevo logo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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