Todo cambio ofrece resistencia. Toda
estructura, política y social que permanece durante mucho tiempo sin
evolución, sin adaptación, termina viciándose, deformándose, apartándose
de los fundamentos que la hicieron nacer e incorporando como propias
las inercias del tiempo y los convencionalismos. Este fenómeno de cambio
se está produciendo en la organización política e institucional de la
Región de Murcia, y tiene algunas resistencias.
Veamos. Como es
bien sabido, las pasadas elecciones autonómicas dieron como resultado la
pérdida de la mayoría absoluta del Partido Popular, una situación
inédita en nuestra joven democracia, que conforma un arco parlamentario
plural en el que palabras como consenso o diálogo van a cobrar la fuerza
que perdieron en los últimos veinte años. Porque sí, porque aunque las
mayorías que nacen de unas elecciones son siempre legítimas y reflejo en
nuestra reciente historia de un masivo apoyo ciudadano siempre
respetable, lo cierto es que no generan la verdad absoluta y, por
supuesto, el problema es el uso que se hace de ellas.
Este cambio
deseable, este nuevo tiempo se ha plasmado en todas sus variantes en el
proceso de debate y aprobación de reforma de la Ley Electoral de la
Región de Murcia. Por un lado, el del cumplimiento de un pacto previo a
las elecciones, un pacto público y notorio entre determinados grupos
políticos entre los que estaba el PSOE de la Región de Murcia, junto con
otros partidos presentes hoy en la Asamblea, que recogieron en sus
programas electorales como compromiso irrenunciable la reforma de esta
ley.
Por otro, el del grupo que sostiene al Gobierno, el Grupo
Parlamentario Popular, el del partido que viene gobernando con mayoría
absoluta la Región durante dos décadas, acostumbrado a abusar de ese
democrático estatus e íntimamente ligado a la doctrina del eterno
retorno que Friedrich Nietzsche acuñó y que Milan Kundera hizo suyo en
su novela filosófica La insoportable levedad del ser, que parafraseamos
en el título de este artículo. Según dicha doctrina, todo lo vivido ha
de repetirse eternamente, sólo que al volver lo hace de un modo
diferente, ya no fugaz como ocurrió en el principio.
En ese bucle
eterno está el Partido Popular de la Región de Murcia. Dicen
representar un nuevo tiempo al poner al frente a un 'nuevo' presidente,
pero se remueven en sus escaños y reniegan de forma lastimera cada vez
que en este caluroso mes de julio pierden una votación. Se han vuelto
más participativos y democráticos que nadie, apelan al debate y al
consenso, y eso, vaya por delante que nos hace estar encantados, y al
mismo tiempo nos deja sorprendidos, porque miren ustedes, nos han
pillado a contrapié, no nos esperábamos esto después de veinte años
haciendo lo contrario. Siguen viviendo en el sueño del eterno Valcárcel,
como si nada hubiera cambiado, como si esa cómoda mayoría absoluta no
hubiera desaparecido. Todo un drama.
Pues bien, la reforma de la
Ley Electoral regional, aprobada finalmente con el voto unánime de todos
los grupos parlamentarios, incluido el PP, después de haber estado
poniendo palos en las ruedas desde el minuto uno, y aunque esta reforma
no es precisamente beneficiosa para el PSOE de la Región de Murcia, lo
cierto es que mejora nuestra democracia, dota de mayor proporcionalidad
al sistema electoral, permite una mayor pluralidad política al facilitar
la entrada en la Cámara de partidos que, como en el caso de IU-Verdes
con casi un 5% de los votos, han quedado lamentablemente fuera en esta
legislatura, y mantiene una representación territorial adecuada en una
Comunidad Autónoma uniprovincial como la nuestra.
En definitiva,
somos coherentes, cumplimos nuestra palabra y, sin cálculos partidarios,
nos adaptamos, evolucionamos y entendemos el mensaje que salió de las
urnas el pasado mes de mayo.
Bien está lo que bien acaba. Sólo
falta que el doliente PP y algunos 'opinadores imparciales' de esos que
ahora hacen de palmeros de las ansias de participación del grupo
mayoritario, cuando han permanecido vergonzosamente callados al ver
brillar el rodillo popular aplastando al primero que hablaba de esa
misma participación en estos últimos veinte años, superen la
insoportable levedad del cambio político que se ha producido, y
entiendan que sí, que participación siempre, que diálogo siempre sin
imposiciones y por encima de todo, si es posible, consenso político
unánime para que las decisiones que más afectan a la ciudadanía sean
sostenibles y, por tanto, perduren en el tiempo.
(*) Diputado del PSRM en la Asamblea Regional
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