Cuando la política entra por la puerta del despacho de un juez, la Justicia salta por la ventana, reza un viajo aforismo. Por eso no puedo, no debo, no quiero y no sé hablar de política. Pero sí me atrevo a hacer algunas comparaciones o reflexiones, entre las analogías y las diferencias que unen y separan a estas dos ramas de la ciencia.
Todo el mundo debía tener dos carreras, Derecho y otra, decían los viejos del lugar. Y es que el Derecho está presente en todas las actividades de la vida. Desde que te inscriben en un libro del Registro Civil por haber nacido, hasta que te apuntan cuando falleces. Pasando por el matrimonio, divorcio, nuevo matrimonio, hijos? más hijos, y con un poco de suerte hasta ocupas también el libro de la tutela. Una multa, Hacienda, una reclamación, el ejercicio de libertades? todo pasa por el Derecho. Y la política también está presente en todas nuestras vidas. De ella depende que paguemos más o menos impuestos, que se coman o que se distribuya equitativa y socialmente los fondos públicos, que seamos un país desarrollado e independiente o que seamos obedientes a lo que otros ordenan, etc.
Es decir, todo pasa por el Derecho y por la política. Y hasta tal punto se asemejan que son lo mismo esos contratos civiles de transacción de toda la vida la moderna mediación de ahora, y los pactos entre fuerzas políticas para gobernar o dejar de gobernar Ayuntamientos y Comunidades, como estamos viendo. Se trata pues, en definitiva de la versión política del Derecho.
Claro que hay quien piensa que en democracia debe gobernar siempre el partido que más votos saque en las urnas. Pero hete aquí que la ley no lo regula así. Y también es cierto que tampoco establece que el imputado no se pueda presentar a unas elecciones y, sin embargo, ha sido la moneda de cambio reciente. Que hay quien dice que es parecido a un chantaje, a una coacción. Pero no, porque aquí es donde el Derecho y la política se separan. Al igual que no es lo mismo copiar a uno, pues seria plagiar, que copiar a muchos, que ya es investigar.
Por tanto, una cosa es lo que dice la ley sólo si existe una acusación pública se puede impedir ser candidato político y otra cosa es lo que la ética particular de cada formación política se exija a sí misma y a las demás. Ahora estamos presenciando la exigencia como requisito sine qua non, no estar imputado aunque nada de eso diga la ley. Se podía también llegar a una situación ecléctica: sólo si además de estar imputado has pisado la cárcel por un auto de prisión provisional en ese asunto podría ser un impedimento para ejercer un cargo público, sin necesidad de esperar un escrito de acusación pública.
El Derecho y la política hasta en eso se parecen, porque una cosa es la norma general y otra su aplicación al caso concreto. Subsumir esa normativa genérica en el supuesto específico lleva a soluciones diferentes y a que sea distinta en cada caso la aplicación de aquélla. Dependiendo donde estés, con quien te encuentres y supongo con lo que se ofrezca, los partidos bisagras hacen girar la puerta en un sentido o en otro. No me cabe duda de que siempre piensan en el interés general de todos, y nunca en sus intereses y aspiraciones personales. Los que se erigen en garantía de honradez no pueden fallar en eso, aunque después el tiempo y las circunstancias les puedan hacer variar de opinión. Pero eso ya es cosa de Ortega y Gasset y no de ellos.
(*) Magistrado
Todo el mundo debía tener dos carreras, Derecho y otra, decían los viejos del lugar. Y es que el Derecho está presente en todas las actividades de la vida. Desde que te inscriben en un libro del Registro Civil por haber nacido, hasta que te apuntan cuando falleces. Pasando por el matrimonio, divorcio, nuevo matrimonio, hijos? más hijos, y con un poco de suerte hasta ocupas también el libro de la tutela. Una multa, Hacienda, una reclamación, el ejercicio de libertades? todo pasa por el Derecho. Y la política también está presente en todas nuestras vidas. De ella depende que paguemos más o menos impuestos, que se coman o que se distribuya equitativa y socialmente los fondos públicos, que seamos un país desarrollado e independiente o que seamos obedientes a lo que otros ordenan, etc.
Es decir, todo pasa por el Derecho y por la política. Y hasta tal punto se asemejan que son lo mismo esos contratos civiles de transacción de toda la vida la moderna mediación de ahora, y los pactos entre fuerzas políticas para gobernar o dejar de gobernar Ayuntamientos y Comunidades, como estamos viendo. Se trata pues, en definitiva de la versión política del Derecho.
Claro que hay quien piensa que en democracia debe gobernar siempre el partido que más votos saque en las urnas. Pero hete aquí que la ley no lo regula así. Y también es cierto que tampoco establece que el imputado no se pueda presentar a unas elecciones y, sin embargo, ha sido la moneda de cambio reciente. Que hay quien dice que es parecido a un chantaje, a una coacción. Pero no, porque aquí es donde el Derecho y la política se separan. Al igual que no es lo mismo copiar a uno, pues seria plagiar, que copiar a muchos, que ya es investigar.
Por tanto, una cosa es lo que dice la ley sólo si existe una acusación pública se puede impedir ser candidato político y otra cosa es lo que la ética particular de cada formación política se exija a sí misma y a las demás. Ahora estamos presenciando la exigencia como requisito sine qua non, no estar imputado aunque nada de eso diga la ley. Se podía también llegar a una situación ecléctica: sólo si además de estar imputado has pisado la cárcel por un auto de prisión provisional en ese asunto podría ser un impedimento para ejercer un cargo público, sin necesidad de esperar un escrito de acusación pública.
El Derecho y la política hasta en eso se parecen, porque una cosa es la norma general y otra su aplicación al caso concreto. Subsumir esa normativa genérica en el supuesto específico lleva a soluciones diferentes y a que sea distinta en cada caso la aplicación de aquélla. Dependiendo donde estés, con quien te encuentres y supongo con lo que se ofrezca, los partidos bisagras hacen girar la puerta en un sentido o en otro. No me cabe duda de que siempre piensan en el interés general de todos, y nunca en sus intereses y aspiraciones personales. Los que se erigen en garantía de honradez no pueden fallar en eso, aunque después el tiempo y las circunstancias les puedan hacer variar de opinión. Pero eso ya es cosa de Ortega y Gasset y no de ellos.
(*) Magistrado
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