Ya están en el aire los miles de emails de Blesa,
esos que no se sabe si están bajo secreto de sumario, prohibidos
por una u otra autoridad, ocultos bajo alguna querella del propio Blesa
contra quienes los aireen, o amenazados de volatilización en aplicación
de la ley mordaza, esa que tipifica como delito la denuncia de delitos cometidos por las autoridades. Los ha subido a la red la página de xnet, que tiene un buzón para recibir denuncias anónimas. Y, de la red, han pasado a todos los diarios digitales.
Son
miles de mensajes de Blesa y otros directivos de Cajamadrid entre ellos
y con terceros de gobiernos, empresas, partidos, etc. Dado su carácter
presuntamente delictivo en muchos casos, la batalla será sobre la
legalidad de la publicación/revelación de correspondencia, etc., etc. A
nuestros efectos, procederemos como si ya estuviera resuelta a favor del
derecho de la ciudadanía a saber quién ha estado robándole, desde
cuándo, cómo, para qué, en qué cuantía. Todo presuntamente, por
supuesto. Un derecho que deriva no solamente de haber sido expoliada y
arruinada, sino, además, forzada a pagar un rescate estratosférico de la
entidad quebrada.
Las
cajas eran lo más parecido a una banca pública. Los partidos pasaron a
administrarlas a través de su control de las instituciones con ánimo de
saqueo sin límite y sin ningún sentido de la responsabilidad. Y, a
fuerza de dispendios, desfalcos, apropiaciones indebidas, derroches
suntuarios, estafas, consiguieron quebrar el conjunto, dejando decenas
de miles en la ruina y produciendo una catástrofe en el sistema
bancario. Lo llamaron crisis y los mismos que nombraron y mantuvieron a
los presuntos apandadores, tipo Blesa o Rato, se autoasignaron la tarea
de remediar el desaguisado con dineros públicos, o sea, con fondos de
los estafados y expoliados. Insisto, lo llamaron crisis.
El
panorama es estremecedor. Aznar, Rajoy, todos los gobiernos del PP, el
PP en su conjunto y parte de la clase política de otros partidos así
como sindical están pringados. Y, en verdad, no se entiende cómo el
gobierno sigue sin dimitir y el PSOE sin presentar una enmienda a la
totalidad de este desaguisado en forma de moción de censura. Salvo que
los intereses creados en el desorden cleptocrático español los haga a
todos cómplices en la tarea de ocultar o mitigar sus aspectos más
indignos. Es posible que el asunto de los ERE, que es una verdadera
vergüenza para el PSOE, le reste ánimos para confrontarse con el partido
del gobierno en sede parlamentaria, en donde sin duda le sacarán los
trapos sucios.
Sin embargo, la respuesta, como el deber, es clara: hay
que denunciar la corrupción, aunque parte de la denuncia te caiga sobre
la cabeza. Más vale ponerse colorado una vez, etc., etc. Esta exposición
coram populo de los tejemanejes de una pandilla de sinvergüenzas
que durante años (mandato de Blesa: 1996-2009; mandato de Rato:
2010-2012) parecen haber estado viviendo a cuerpo de rey, ellos y sus
allegados, a base de estafar a la colectividad no puede ocultarse en los
vericuetos procesales, lentos y confusos. Deben constar de forma clara,
sintética, fácil de consultar -como lo están esos emails que
parecen un prontuario para granujas- y de comprobar. Porque cuentan la
historia de cómo se ha gobernado este país en los últimos veinte años.
Como una cleptocracia.
Las
tarjetas black, los créditos a fondo perdido, los chanchullos a favor
de los amigos, correligionarios o adversarios favorables, las
subvenciones sin justificar, los gastos suntuarios, las trampas, las
comisiones, los latrocinios, las mediaciones ilegales, los perjuicios
conscientes causados a los patrimonios de impositores y clientes, la
desvergüenza, son algunas de las pinceladas de un panorama de saqueo
público por medios institucionales. A Blesa lo nombró y mantuvo Aznar,
que aparece con tintes sombríos en muchos mails; a Rato, Rajoy,
el de los sobresueldos. Aguirre acosaba a la Caja para ponerla más a su
servicio.
Los consejeros, con alguna excepción (supongo), una partida de
pillastres que se pulían los dineros públicos en jolgorios y consumo
ostentoso. Blesa tenía tratos, todos del mismo color, con Díaz Ferrán
(un beneficiado que hoy duerme en Soto del real), Cerezo, Villar Mir,
Gallardón, Barrionuevo y un sin fin de relevantes personalidades de
integérrima virtud, aparte de constituirse en benefactor de los partidos
políticos, a los que repartía millones en créditos como si fuera la
pedrea. Y eso en sus ratos libres, entre cacería y cacería con unas
fotos ante cadáveres de hermosas fieras de la selva que son un bochorno
para el género humano, aunque quizá no para él que de humano parece
tener poco.
Esos
correos electrónicos deberían servir para retirar de la vida pública a
todos los que aparecen en ellos, remitentes, destinatarios y sujetos en
ellos mencionados. Son la manifestación de la picaresca tradicional
adaptada a las nuevas tecnologías.
Son la marca España.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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