A más de uno se le va a atragantar el croissant con esta portada de El País, explicada en el interior.
El PSOE es la pareja de baile preferida. Ya en el tramo final, el ritmo
de la campaña y los sondeos parecen dejar un terreno de hipótesis
compartidas. UPyD desaparece del escenario, víctima de la barrera
electoral del 5% y ni el canto del cisne ha podido entonar. La misma
cuchilla puede rebanar las expectativas de IU, un golpe probablemente
decisivo para sellar el destino de esta organización tan sobresaltada.
Para evitarlo, para ganar visibilidad, Garzón ha sido contundente: ha
cargado contra los emergentes y ha subido el tono con el PP, llamándolo "partido de ladrones".
Eso es dar forma verbal a un pensamiento muy extendido. Pero
tardíamente. La gente ni siquiera tiene claros quiénes son los
candidatos de IU a alcaldías y Comunidades decisivas.
Otra
convicción: el bipartidismo va a pasar a ser un tetrapartidismo pero,
según parece, dos bloques. El PP y los demás. La casi demoniaca
inocencia con que Rivera afirma el centrismo de su partido indigna a
todos los demás. La FAES, o sea, Aznar, siempre apocalíptica, esta
convencida de que Ciudadanos quiere acabar con el PP,
la obra de la vida de su presidente. El centrismo, una vitola muy
popular en España, permite a C's no solo pactar con el PSOE sino,
incluso, afirmar afinidades electivas con él. El efecto de carambola de
esta línea es que Podemos se vea forzado a rivalizar con Ciudadanos por
el favor del PSOE. Todo dependerá de los resultados. Y, como siempre,
decidirán los indecisos, que, lógicamente, tienen tendencia al centro
para poder seguir siendo indecisos.
El problema de Podemos es bajar de los cielos a la tierra. Hasta la saciedad han dicho que salen a ganar. Eso está bien. Revela ímpetu, determinación e ingenuidad. Porque todo lo que no sea ganar será perder.
De las alturas llegan los ecos de la advertencia de Iglesias al PSOE de
que, si quería pactar, tendría que dar un giro de 180º. Eso son
palabras mayores para dichas a un partido que mantiene una saludable
expectativa de voto y se perfila realmente como centro, según se ve por
ser capaz de atraer a la izquierda y a la derecha al mismo tiempo.
Porque C's quiere incorporarse al centro, pero viene de la derecha.
Aguirre y Cifuentes sueñan con llegar a acuerdos con C's. Cifuentes
selló uno contra la corrupción en la televisión con el partido que, en
teoría, quiere acabar con el suyo.
Hace unos días, Sánchez desempolvó el viejo fantasma del voto útil, una versión inteligente y positiva del voto del miedo.
El voto útil para una izquierda que hace cosas; no que dice que va a
hacerlas. El PSOE tiene una maquinaria institucional que funciona
incluso cuando está en la oposición, como se prueba por el recurso de
inconstitucionalidad a la Ley Mordaza, una norma impresentable. Añádase a
ello que ha hecho una campaña moderada con imagen de responsabilidad.
Sus candidatos no están cuestionados, aunque tampoco inspiren
arrebatos, y no se han visto arrastrados a los espectáculos de corrala
que han abundado. Tampoco está atosigado por la corrupción, como el PP,
que ha perdido todo el crédito. La insólita soberbia de Susana Díaz,
encerrada en su taifa andaluza, curiosamente, ha permitido al PSOE
presentarse desligado del desbarajuste del Sur, la corrupción y la
parálisis institucional.
A Rajoy ya solo le queda la parte tonta del voto útil, esto es, el voto del miedo. Dice el buen hombre que la alianza de todos en contra del PP sería "letal" para España porque posibilitaría un gobierno del PSOE.
Todo un descubrimiento. No votar al PP es votar el caos. Y lo dice en
medio del caos. Las noticias desmienten a diario su discurso
triunfalista de "gran nación": el gobierno está esquilmando el fondo de
reserva de las pensiones, que se habrá agotado en cinco años y la deuda
pública está ya en el 103% del PIB. Todo en medio de una abigarrada
ambientación de citaciones judiciales, comparecencias, conversaciones
telefónicas alucinantes que parecen probar que estos pájaros llevaban
años robando a espuertas. Un mundo de corrupción generalizada,
sistemática, contumaz, insultante.
Añádase a ello ese nuevo sketch,
de la señora condesa beneficiándose conyugalmente de que el señor conde
coloque sus magníficos quesos de oveja en los comedores que gestiona el
amigo del colegio de la señora condesa por concesión otorgada por el
gobierno de la señora condesa. Por lo demás, la señora condesa se
presenta a las elecciones con un programa de un folio que, en politica,
es el equivalente del cuento de Monterroso. Pero es que la señora
condesa en sí misma parece salida de un cuento gótico.
Todos
parecen otorgar al PSOE la centralidad del tablero. Vaya. El debate en
el seno de la izquierda es confuso. Esa insistencia de Podemos en
apropiarse el término socialdemocracia por referencia al
movimiento revolucionario anterior a la aparición del comunismo es un
guiño a un pasado demasiado lejano. Hoy socialdemocracia quiere decir
anticomunismo y apelar a la socialdemocracia anterior para salvar este
escollo solo desconcierta a los auditorios.
El
resultado de la pugna particular entre Podemos y Ciudadanos por el alma
de los sectores sensibles al cambio y a la innovación quizá sea el
episodio más interesante de estas elecciones. Porque aquí se trata de
saber quién es mejor, más atractivo; no de quién sea más joven pues
ambos líderes y formaciones lo son. Podemos es quien ha debido elaborar
rápidamente una estrategia de defensa de la que carecía porque no
contaba con encontrar competencia en su propio campo. Había elaborado un
discurso contra el bipartidismo, pero no esperaba el ataque del hurón
en su madriguera.
Una prueba más de que, como decía Marx, "los hombres hacen la historia", pero no suelen saber la historia que hacen.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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