Saul Alinski, inspirador de la ‘Revolución de los Patios Traseros’ en el
Chicago de los años 30 y uno de los teóricos del activismo social más
influyentes del siglo XX, sintetizó en una obra de 1971 todos sus
conocimientos sobre las tácticas y las estrategias de agitación. «Si
Maquiavelo escribió ‘El Príncipe’ para para decir a los privilegiados cómo conservar el poder, yo escribo
‘Rules for Radicals’ para decir a los desheredados cómo apoderarse de
él», solemnizó.
Paradójicamente, las
tácticas de agitación que ideó para las organizaciones sociales
acabaron, con el paso de los años, por incorporarse a los partidos
políticos tradicionales, que hoy las utilizan para neutralizar a los
adversarios y mantener el poder. A la postre, Alinsky ha inspirado tanto
a los asesores de Obama como a los de Sarah Palin y su Tea Party. Sobre
todo, a través de la última de las 13 reglas que condensan su manual de
lucha no violenta: «Hay que elegir el blanco, inmovilizarlo,
personalizarlo y concentrarse sobre él al máximo».
El objetivo,
polarizar la opinión pública y buscar una reacción fallida del rival.
Aunque ignoro si en el PP y el PSOE regional han leído a Alinsky, la
estrategia política de defensa seguida durante el proceso judicial que
pendió sobre el ahora candidato Pedro Antonio Sánchez giró sobre la idea
de que era víctima de una «campaña de acoso» de sus oponentes.
Sea
cierto o no si hubo caza mayor para desactivar a un contricante, lo más
acertado que hizo Sánchez fue colaborar con la Justicia y evitar su
inmovilización (apartarse y tirar la toalla). De haber hecho lo
contrario habría generado dudas sobre su inocencia, ratificada ahora por
el TSJ, y habría quedado sin opciones políticas al no estar en primera
línea de gestión.
Cierto es que la imputación que hoy ya no existe le
impidió en mayo ser presidente autonómico. Y eso le va a poner más
difícil un reto que de por sí ya está complicado: el último sondeo del
‘tracking’ electoral que publica hoy ‘La Verdad’ refleja que Sánchez
tiene la victoria al alcance de la mano, pero no así la presidencia del
Gobierno.
Si el PP no le da la vuelta a esta tendencia en los próximos
dos meses, dependerá de un pacto con Ciudadanos, o de la abstención de
éstos en la sesión de investidura, para formar Ejecutivo. De nuevo,
Sánchez va a tener que moverse sin cometer errores. Veinte años después,
una campaña electoral vuelve a ser decisiva en la Región. Con la marca
PP cuesta abajo, solo tiene 63 días para demostrar que se cierra una
larga etapa en su partido, que él representa el cambio y que dispone de
un proyecto de futuro para la Región, acorde con las transformaciones
sociales, políticas y económicas que vivimos.
Si, por el contrario, no
se libera de la etiqueta de ‘delfín de Valcárcel’, Sánchez está abocado
al fracaso. O construye un discurso propio, presenta un relato
alternativo de su figura al que le hará la oposición y hace valer que él
tendría peso político en Madrid, o le espera un despertar complicado el
25 de mayo.
(*) Director de 'La Verdad'
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